Quién susurra a Casado
«El compromiso de Podemos con la regeneración es como El Dorado: reclutó conciencias, pero nunca existió»
Resulta que lo que les incomodaba no era la corrupción, sino la codicia; mientras se reparta el pastel, todos contentos. Cuántas horas perdidas entre House of Cards y Borgen cuando la serie que mejor explica la actitud de nuestros políticos ante las instituciones es Narcos: mientras la feria llegue a todas las plazas, habrá paz entre cárteles. Es verdad que la comparación es excesiva; el cártel de Sinaloa por lo menos tiene el recato de no presentarse como modelo de virtud. Pero nuestros partidos mayoritarios ejecutan su fraude a la vista de todos y después tratan de convencernos de que están saneando las instituciones.
Seis. Ese es el número de diputados que se ha saltado la disciplina de voto para rechazar el nombramiento de Enrique Arnaldo como magistrado del Tribunal Constitucional. El resto de parlamentarios de PSOE y Podemos ha votado a favor «con una pinza en la nariz», «asumiéndolo como un mal menor», o con la excusa de que a cada cual le sirva para mirarse al espejo. El compromiso de Podemos con la regeneración es como El Dorado: reclutó conciencias, pero nunca existió. Ahora ni siquiera disimula, ni hace pucheros ni profiere improperios; se limita a dejarse remolcar por su patrón. Y no dudo que Vox hiciera lo mismo si quien gobernara en coalición fuera el PP. Ese es el trato, y las cúpulas de los partidos -que son quienes eligen a los magistrados, en obsceno incumplimiento del mandato constitucional- asumen con naturalidad este quid pro quo.
¿Queda en los dos grandes partidos un mínimo soplo regeneracionista? ¿Queda una mínima vocación de servicio público? Me temo que no. El proceso de elección de los nuevos magistrados arroja un esperpéntico retrato de nuestra clase política. Y el más grotesco es el de Pablo Casado, un hombre que viene haciendo bandera de la despolitización de las instituciones y que ha justificado el bloqueo de su grupo parlamentario a la renovación del CGPJ en virtud de su preocupación por la independencia judicial. Bullshit.
Me inquieta saber quién susurra a Casado. En pocas semanas, además de perder todo crédito como regenerador institucional, ha divido a su partido y encabronado a sus votantes enfrentándose a Isabel Díaz Ayuso, su principal valor. Y lo ha hecho apagando el aura de otro de sus grandes activos, José Luis Martínez-Almeida. El simpático alcalde ha perdido la ascendencia que tanto se había trabajado, paleando tras el azote de Filomena o bromeando en El Hormiguero, por seguirle el juego a su jefe. Si es así como Casado gestiona los recursos, no quiero pensar qué hará si alguna vez llega al poder.