THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

El enemigo es el patrón

«Dar publicidad al acuerdo con los sindicatos sin haber acordado nada con las patronales es puro exhibicionismo obrerista»

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El enemigo es el patrón

Yolanda Díaz. | Ricardo Rubio (Europa Press)

Ya decía Lenin que si la realidad no coincide con un planteamiento político, tanto peor para la realidad. O al menos eso escribió Unamuno. Lo cierto es que sufrimos un Gobierno que funda su quehacer en la ideología, no en lo real. Y en su ímpetu no se limita a legislación menor, sino que entra de lleno en las grandes reformas que solicita la Unión Europea para financiar la recuperación española.

Mientras desde Bruselas se piden reformas sensatas de calado, garantizadas por el consenso, en materias tan sensibles como las pensiones, las relaciones laborales y la fiscalidad, en Moncloa se juega al corto plazo. En esa ansiedad, el sanchismo solo atiende a dos condiciones: mantener Frankenstein a su servicio -y viceversa-, y alimentar las emociones que le granjean el voto de la izquierda.

Por esta razón al Gobierno no le importa haber dejado fuera del acuerdo sobre las pensiones a las asociaciones de empresarios, y abrazarse con fruición de naufrago a los sindicatos mayoritarios. Dar publicidad al acuerdo con los sindicatos sin haber acordado nada con las patronales es puro exhibicionismo obrerista. El miedo es un motor poderoso, y Sánchez teme que su deseada imagen de socialdemócrata aseado se vea manchada por una huelga de los representantes de los trabajadores.

Una movilización de ese tipo supondría que se manifestara el divorcio entre la izquierda tradicional, la sindical, la de bandera roja, y el PSOE. Ya le ocurrió a Felipe González y a Zapatero, y no acabó bien para ninguno de los dos, y eso que aún nos manejábamos en un paisaje bipartidista. Ahora la oferta partidista real es mayor, y la fuga a la extrema izquierda resulta más fácil. Es aquí donde entra Yolanda Díaz y su “frente amplio”.

La baza de la comunista Díaz es presentarse como una moderna laborista, aparentando ser la correa de transmisión de CCOO. Recuérdese que en el cónclave de sus liberados sindicales se la recibió al grito de “¡Presidenta! ¡Presidenta!”. Es más; entre los votantes del PSOE se ve muy bien a Yolanda Díaz, quien ha sabido transmitir una imagen de obrera a pesar de vestir de Prada.

El “yolandismo” puede adelantar al sanchismo por el lado feminista con la mera presencia de más mujeres -así es su feminismo-

El sanchismo no puede desprenderse del obrerismo cuando el proyecto de Yolanda Díaz para reconstruir la armada de Podemos con los restos del naufragio está en marcha. El “yolandismo” puede adelantar al sanchismo por el lado feminista con la mera presencia de más mujeres -así es su feminismo-, por lo que el presidente del Gobierno no puede dejarse ganar en ser más obrerista que nadie.

En esa competición electoral, el sanchismo y el “yolandismo” ponen en marcha uno de los tópicos de la izquierda: el señalamiento del empresario como el gran mal de la economía, ese ser incapaz de empatizar con los trabajadores y al que siempre se puede apretar más, y sacar más impuestos hasta su extinción. La frase popular es elocuente: “El enemigo es el patrón”.

No importa que lo que se llama “patronal” sea un grupo muy heterogéneo más allá del Ibex 35, que pasa por englobar a la pequeña empresaria -no todos son hombres orondos con sombrero y puro- o a la sociedad limitada. Tampoco tiene importancia que sean los verdaderos creadores de riqueza y por tanto del empleo, y, en consecuencia, de lo que mantiene el sacrosanto Estado del Bienestar. No. Son culpables por buscarse la vida con su esfuerzo y el riesgo de su propiedad.

España es una anomalía en Europa. Es el único país de la UE en el que los comunistas confesos están en el Gobierno. Esto tiene un riesgo para la economía y la democracia, por supuesto, como se ha visto en sus exigencias sobre el mercado laboral, la fiscalidad, el desprecio al poder judicial, o su deslegitimación de la oposición.

Pero mucho mayor peligro es un partido socialista rendido a los postulados ideológicos de la extrema izquierda, que olvida su espacio político centrado, capaz de alimentar los peores instintos de los enemigos de la libertad para estar un rato más en La Moncloa. Ahora les ha tocado a los empresarios sufrir el desprecio de la retórica progresista, aplaudida desde sus medios de comunicación. Mañana pueden ser otros cualquiera si eso ayuda a Sánchez.

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