THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

Aquí sigue la pandemia

«Algunas frases del ínclito Simon eran puras perogrulladas»

Opinión
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Aquí sigue la pandemia

Restaurante cerrado por Covid | Aristidis Vafeiadakis /EP

Pues sí, aquí sigue. Unos creen que lo peor ya pasó y que nos queda habituarnos a una rara convivencia. El Covid-19 sería o terminará siendo una suerte de gripe. Quizás haya que vacunarse una vez al año, como ocurre con la gripe misma. O como las epidemias medievales, igual tras dos años se va. No es probable. Lo cierto es que muchos ciudadanos vamos aceptando que «el bicho» está acá y que se deben tomar precauciones, pero vivir cuanto más normal mejor. Otros creen que siempre hay cepas nuevas y mutaciones al acecho y no pueden aparcar el temor. Estos días se fijan (como prueba de su miedo) en que en casi toda Europa han subido los contagios y entre nosotros también. Pero hay diferencias: los casos graves son menos y algunos se dan entre personas que, que por el motivo que sea -supongo que cautela o nuevo miedo ante la reacción y los efectos secundarios- no se han querido vacunar. En Alemania, la siempre cauta Angela Merkel (a veces parece como la mamá de su pueblo) mandó un mensaje televisado pidiendo la vacunación, pues en Alemania hay menos vacunados que en España o Portugal. Recordó que la comunidad científica, pese a esos efectos secundarios, frecuentes, pero en general leves, aconseja sin duda vacunarse. Y si no es la total panacea, desde luego la vacuna -las dos dosis- es positiva. Por lo demás, en el año y medio largo que lleva la pandemia, las curvas de incidencia han subido y bajado cada dos o tres meses, pero con la idea de menor gravedad o de que los jóvenes -entonces no vacunados- estaban más expuestos que los viejos que fueron los primeros en recibir las dosis. Se trata -no es difícil verlo- de una lucha en la que triunfa, no sin víctimas, la prudencia y el conocimiento del enemigo. Es posible que el coronavirus se quede, pero, normalmente, cada vez se controlará mejor. Hay que seguir normas higiénicas y vacunarse, incluyendo esta tercera dosis que ya se da de 60 años arriba.  Pero hay que hacer todo manteniendo al máximo la vida abierta, el trabajo y el ocio general. Dos horas más de apertura en un bar no parecen incrementar la gravedad de nada, con medidas profilácticas iguales. Todo menos volver a detener y recluir la vida.

Muchos creemos que los políticos (y en principio no importa el color) gestionaron mal la pandemia, evidentemente porque de inicio no sabían y todo les pilló con la guardia baja. Frases como algunas de nuestro ínclito Simón eran el colmo de la perogrullada: «Alguien solo y en casa, no contagia». Ardía el caletre. Lo cierto es que el confinamiento y la suspensión cautelar de actividades han hecho casi tanto daño como la pandemia misma. Los daños colaterales han sido serios. Y por supuesto, una ancha mayoría nos hemos empobrecido. Las consultas de psicólogos y psiquiatras -al reabrirse- se han llenado y principalmente de jóvenes o de parejas con (por decirlo de algún modo) exceso de roces en la convivencia. La vida emocional sufre en el aislamiento, y la vida sin relaciones afectivas o sexuales se distorsiona. Pero aparte de estas intimidades, que dejan de serlo si se generalizan, está la vida económica. Negocios cerrados que no vuelven a abrir, deudas, jubilaciones anticipadas y merma de actividad y por tanto de lucro. Paro. Por quedarme en lo cercano, una cafetería cercana a casa reabrió con dos camareras menos. A veces -ahora- uno ve que el servicio debiera tener a alguien más, pero el dueño me dice que no puede pagar otro sueldo. La terraza, más pequeña, puede llenarse, pero los salones de dentro -claramente mejores- permanecen casi vacíos.  Un restaurante cercano sobrevive porque el dueño se lo alquila a un consorcio de camareros que así quieren evitar despidos, aunque alguno ha habido. Se dice que muchos parados no tienen fácil hallar un trabajo nuevo. La casi supresión de conferencias, mesas redondas, lo que los artistas llamaban «bolos»”, ha dejado nuestra vida cultural (ya herida por la crisis económica anterior) más que tocada. ¿Hasta cuándo?

Me parece un corolario obvio: seguridad, higiene, precaución, vacunas, por supuesto. Pero vida, libertad, movilidad razonable, sol y luna. En lo humano no existe la «mortalidad cero», a la que aludió algún despistado ministro. Navegar sí es necesario. 

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