THE OBJECTIVE
Jesús Montiel

Cuando escuchamos

«Cuando uno aprende a escuchar, el mundo cambia por completo. Su eje de rotación»

Opinión
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Cuando escuchamos

Aarón Blanco Tejedor (Unsplash)

Me he dado cuenta a los 37 años de que nunca he escuchado a nadie, que llevo toda mi vida sin escuchar a los demás, escuchándome solo a mí, aunque parezca que escucho. El descubrimiento de lo debo a Franz Jalics. Este afirma en su libro Ser para escuchar que nuestra escucha se asemeja a menudo a la de aquel que pregunta cómo estas pero luego sigue hablando. Nuestro interlocutor, la mayoría de las veces, no se siente acogido porque nos convertirnos en guías, jueces o modelos durante la escucha, en nuestras interacciones. Solo sin ponernos al volante, cuando uno acoge al otro sin querer manipularlo, podrá producirse un verdadero enriquecimiento. Llevo semanas leyendo este librito tan interesante e intentado ponerlo en práctica y ayer, por vez primera, coseché mi primera victoria. Escuché, y la escucha me transformo y transformó la realidad.

Salía de clase incómodo, me preguntaba por qué había un clima enlodado en el aula donde imparto mi asignatura y al poco, ese mismo día, hallé la solución sin tener que hacer nada. O mejor: solo tuve que escuchar. Tres alumnas de ese grupo en el que yo notaba tensión irrumpieron en mi despacho, y enseguida, en el transcurso de una charla que comenzó con una duda particular, acabamos hablando del asunto: el grupo estaba fragmentado, existían rivalidades y eso repercutía en todos. Escucharlas con atención, sin replicarles, dio como fruto una confesión inesperada: me soltaron que yo era parte del problema. Con mis habituales chistes ahondaba en las divisiones que ya existían entre los alumnos. Haberlas escuchado sin justificarme, atendiendo únicamente a sus emociones y apartando las mías, alumbró esta confesión de otro modo improbable. Entendí que, en efecto, yo era parte -una parte muy importante- del problema que achacaba solamente a mis alumnos. Lo entendí gracias a la escucha. Si no las hubiera escuchado de un modo auténtico, estoy seguro, no se habrían sincerado conmigo. No me hubiera dado cuenta de que el alumno percibe las cosas desde otro ángulo. Cuando uno aprende a escuchar, el mundo cambia por completo. Su eje de rotación. En este caso la escucha me hizo comprender, acaso por vez primera, la clase desde el alumno.

Lo mejor de todo es esto: la nueva posición que me proporcionó la escucha me ayudó a descubrir en mí un proceder que perjudicaba a los alumnos, sin darme yo cuenta. Es sorprendente que uno acabe conociéndose mejor cuando se da la espalda a sí mismo. Es decir, que sea imposible conquistar la propia identidad sin un olvido de sí, una extraña ley paradójica que bien conocen los santos. Solo aprendiendo a silenciarnos podemos dar la bienvenida al otro. Desde que practico lo que propone Franz Jalics, o por lo menos desde que presto atención a mi manera de comunicarme con los demás, el mundo ya no es el mismo. Todo ha cambiado porque no estoy en el centro.

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