2021: un balance
«Creo que no estoy solo cuando lo único que deseo para 2022 es normalidad; que salgamos de una vez del ciclo de lo extraordinario»
No sé si 2021 ha sido peor que 2020 y no creo que importe. Considerarlos comprables revela hasta qué punto este año defraudó nuestras expectativas. Porque de 2021 esperábamos la liberación; la venganza contra la muerte, el aislamiento, las restricciones, la distancia y la crisis. Y sin embargo lo terminamos con récord de contagios y paseando con mascarilla. En el mejor de los casos, 2021 ha sido la secuela de una saga maldita. ¿Recuerdan cómo empezó?
El centro de la península se colapsó por una borrasca de nieve que paralizó la vida durante varios días. El seis de enero una turba incitada por Donald Trump asaltó el Capitolio. Unas semanas después se convirtió en el primer presidente de la historia en someterse a un segundo impeachment -proceso de destitución- y por segunda vez fue absuelto. En enero fue también la ceremonia de toma de posesión de Joe Biden, donde las manoplas de Bernie Sanders acapararon todo el protagonismo.
Murió Felipe de Edimburgo a los noventa y nueve años. Meghan Markle y el Príncipe Harry concedieron una entrevista a Oprah Winfrey donde pretendieron que el mundo los compadeciera. Se separó Daft Punk. Hubo un golpe de Estado en Myanmar. Un barco atascado en el Canal de Suez provocó una crisis en el comercio mundial y miles de ingeniosos memes. Mr. Potato se convirtió en héroe inesperado del conservadurismo tras la propuesta de neutralizar su género. De Tokio 2020 recordaremos dos cosas: que se celebraron en 2021 y que Simone Biles fue la estrella porque no ganó una medalla; su decisión de retirarse por razones de salud mental fue el hito de unos Juegos Olímpicos en que el extremeño Alberto Ginés se convirtió en el el primer campeón olímpico de escalada. De la Eurocopa 2020 también recordaremos que se jugó en 2021 y que jugando mal llegamos a semifinales.
Después de la Eurocopa vino la crisis de Gobierno. Ocurrió lo que parecía imposible: cayeron José Luis Ábalos e Iván Redondo; siguió Marlaska. Pero esta crisis no se entendería sin el terremoto que provocó el 4 de mayo. Tras la campaña electoral más guerracivilista que se recuerda, Isabel Díaz Ayuso ganó las elecciones a la Asamblea de Madrid. Más Madrid superó al PSOE, Ciudadanos se quedó sin representación y Pablo Iglesias dejó la política. Pero no habría habido elecciones en Madrid sin la fallida moción de censura de Murcia. Que aquello no fuera el resultado de una trama institucional, sino de una trifulca personal, no impidió que se convirtiera en el pretexto perfecto para disolver el parlamento de Madrid. Y más recientemente, para hacer lo mismo en Castilla y León.
Junto a las elecciones del 4 de mayo, los dos acontecimientos políticos que destacaría son la concesión de los indultos a los condenados por el procés en aras de la concordia, y el hostigamiento a un niño de Canet de Mar que la desmiente. El acoso a esa familia por solicitar el cumplimiento de la sentencia judicial que ampara su derecho a recibir un 25% de clases en español ha mostrado al gran público la raíz etnolingüística y el cariz represivo del nacionalismo que algunos valientes llevan denunciando desde 1981 y algunos cobardes seguirán negando en 2022.
En 2021 perdimos a Raffaella Carrà, a Verónica Forqué y a Stephen Sondheim. Siguen con nosotros, pero de otra forma, Pau Gasol, Lionel Messi y Ángela Merkel, tres iconos de las últimas dos décadas. También vimos la despedida, más bien el abandono, de Afganistán por parte de Occidente. ¿Quién hubiera imaginado que los talibanes tomarían el Palacio Presidencial el 15 de agosto sin disparar un tiro? Después vinieron el volcán de la Palma y la variante Ómicron. Y el año que comenzó con la tercera ola culmina con la sexta. Pero hace dos días el presidente aseguraba que la pandemia «no ha sido un freno, sino un acelerador para las reformas y avances sociales del Gobierno». Sí, el mismo Presidente que en el mes de julio la definió como «la peor calamidad vivida por la humanidad en décadas». Pero 2021 debe ser recordado como el año que la mayoría de españoles accedimos a una vacuna. Porque la vacunación es el único capítulo pandémico del que podemos sentirnos satisfechos; nuestras instituciones han sido eficientes y la población ha sido obediente. Y confío en que lo seguirá siendo siempre que las prescripciones del Gobierno sean racionales.
Creo que no estoy solo cuando lo único que deseo para 2022 es normalidad; que salgamos de una vez del ciclo de lo extraordinario. Porque si algo hemos aprendido en estos dos años, es que no hay días como los días normales. ¡Feliz 2022!