El gran engaño
«A Yolanda Díaz no le conviene dar excesivamente la cara por un Alberto Garzón que ha cabreado a media España»
A las mentiras ya estamos habituados, también al engaño por parte de los que están obligados más que nadie a no engañar; hemos asumido ya que las promesas se quedan en agua de borrajas y se hace bueno aquello que decía el Viejo Profesor, Tierno Galván, cuando señalaba que los programas electorales estaban para no ser cumplidos. Más desconocido en sus tiempos, y en los siguientes, es el juego irritante en el que desgraciadamente acabamos cayendo: el trampantojo, el ver un cuadro que no existe, creado precisamente para eso, para hacer presente lo que no es, lo que no está.
Las elecciones de Castilla y León se han convertido en elemento clave para el futuro de los partidos políticos, sobre todo para los de ámbito nacional. PNV, Bildu y los independentistas catalanes siguen en lo suyo, en poner permanentemente contra las cuerdas a Pedro Sánchez a ver si le arrancan algo más a cambio de darle unos votos que le permiten sacar adelante sus leyes. Pero los partidos nacionales quedarán muy condicionados por los resultados del 13 de febrero.
Para Ciudadanos, esas elecciones determinarán si pueden levantar cabeza en Andalucía, único lugar donde les puede ir bien. Las elecciones andaluzas se podrían celebrar en junio y lo más probable es que lo que ocurra en Castilla y León obligue a Arrimadas, Juanma Moreno y Pablo Casado a tomar decisiones que hasta ahora no han querido tomar. O, queriendo tomarlas, nunca han acabado de decidirse.
La coalición de gobierno está funcionando bien en Andalucía y tanto Moreno como Marín aspiran a repetirla, pero Casado y Egea se niegan a aceptar una lista conjunta con las siglas de los dos partidos, empeñados en la absorción de Ciudadanos. Si se confirma lo que dicen los sondeos y Ciudadanos desaparece del mapa, no sería descartable que hubiera finalmente un acuerdo entre PP y Cs para presentar en Andalucía una lista única sin el nombre de Cs, con sus candidatos como independientes. Si eso supone ganar con un resultado potente que diera la puntilla a un PSOE que ha perdido el liderazgo en esa comunidad, no es una locura pensar en que ese podría ser el origen de un conglomerado de centroderecha que acabaría con el destrozo que está provocando la actual coalición del PSOE y Podemos, que no está trayendo nada bueno. Y a la que Garzón está poniendo la puntilla con sus indignantes declaraciones a The Guardian.
En la obsesión por hacer ver lo que no es, esta semana se han lanzado las campanas al vuelo en el PP con la presunta reconciliación entre Ayuso y el tándem Casado-García Egea. No es tal. El secretario general y la presidenta madrileña no fueron juntos al famoso desayuno en el Ritz. Se encontraron poco antes de llegar a la puerta, no se sabe si por casualidad o porque Egea se hizo el encontradizo. Seguirán todos dando a entender que la cosa va mejor, habrá reparto de sonrisas en Valladolid este fin de semana y el siguiente, hasta las elecciones regionales… y después, ya se verá lo que pasa después, pero de momento la supuesta unidad está cogida con alfileres. Aunque más cogida en cualquier caso que la supuesta unidad de los ministros de Podemos entre sí y los ministros de Podemos con los del PSOE.
Alberto Garzón ha hecho más daño de lo que se cuenta, no se lleva bien con Belarra y Montero, que a su vez no se llevan bien con Yolanda, y esta no se lleva mal con Garzón porque pertenecen los dos a Izquierda Unida, o pertenecían, pero la vicepresidenta segunda no va a dedicar excesivo esfuerzo a mostrar su adhesión incondicional al ministro de Consumo. Lo ha hecho con la boca pequeña, para salir del paso.
Los socialistas comentan en privado que Sánchez no puede deshacerse de Garzón porque está obligado a respetar la cuota de Podemos y los nombres que proponen, pero que está convencido de que será la propia Yolanda Díaz la que marcará distancias con él. Entre otras razones porque a Yolanda no le está saliendo la famosa plataforma tan bien como esperaba después de la expectación inicial y no le conviene dar excesivamente la cara por un Garzón que ha cabreado a media España y que va a provocar castigo a su partido, a Podemos, al PSOE y a todos los que se arrimen a la coalición de Gobierno.
Lo dicho: la cosa política no está como parece que está.