La lección del socialismo luso a Pedro Sánchez
«Pedro Sánchez debería seguir mirando hacia Portugal. Costa ha dicho “no” a la «jeringonza» y ha conseguido una mayoría absoluta»
El triunfo es de los valientes. El socialista portugués António Costa lo ha sido. Adelantó elecciones y ha obtenido la mayoría absoluta. Empezará su tercer mandato sin las presiones constantes de la llamada «jerigonza», la extrema izquierda del Bloco y los comunistas. El primer ministro se plantó ante unos socios que no aprobaban sus presupuestos para 2022 si no les hacía nuevas concesiones. Y los electores, contrariando de nuevo a las encuestas, han votado por la estabilidad, por el crecimiento económico de un país europeo que lleva años haciéndolo bien. Pedro Sánchez debería mirarse otra vez en el espejo luso, como lo hacía frecuentemente cuando aún era oposición en España.
No se habría conseguido esta histórica segunda mayoría absoluta sin el apoyo del profesor Marcelo Rebelo de Sousa, el presidente portugués, que ya a finales de octubre y poco después de que el Partido Comunista anunciara su voto negativo, advirtió: «O hay presupuestos o avanzo hacia el proceso de disolución de la Asamblea de la República». Siguió la presión. El Bloco (los podemitas atlánticos) y los comunistas pidieron más, mucho más de lo que Costa podía dar sin contrariar el sentido común y sus compromisos con Europa, y votaron junto con la derecha contra unos presupuestos que, según exclamaron, no tenían «nada de izquierdas».
Se equivocaron todos menos el primer ministro, un socialista de toda la vida, y el presidente, un católico de centro derecha. La buena relación entre ambos y la enorme experiencia de esos dos políticos de diferentes partidos, de distintas ideologías, contribuyó a tomar una decisión arriesgada. La jugada electoral les ha salido bien. Se enfrentan ahora a la salida de la crisis, al reparto de los fondos europeos, con la libertad que dan las grandes mayorías. Hartos de pandemia y de pactos imposibles entre las izquierdas, los portugueses se han decidido por el voto útil. También han ayudado decisiones y promesas de Costa como la subida del salario mínimo y su compromiso a no aumentar los impuestos.
El Bloco y el PCP se han pegado un buen batacazo, cayendo, respectivamente, hasta el quinto y sexto puesto en el ranquin, ambos por debajo del 5% en votos (el Bloco baja de 19 a cinco diputados). De tanto apretar se han convertido en irrelevantes. «Mayoría absoluta no significa poder absoluto. No gobernaré en solitario», ha advertido el PM. Se agradece que recuerde que, en democracia, las minorías deben ser respetadas, por más que lo imagino aliviado al no tener que aguantar los continuos órdagos de sus, hasta ahora, presuntos socios.
Al margen del PSP, solo ha ganado la ultraderecha, como todos pronosticaban. Chega, un partido similar a Vox, ha conseguido el tercer puesto, con un 7,15%, y sentará en la Asamblea a 12 diputados. Son bastantes, pero no suficientes para que sus propuestas asusten. Más curiosa es la ascensión de Iniciativa Liberal, con un cuarto e inesperado lugar.
Los más preocupados por el futuro son los militantes del clásico PSD. La segunda pata del bipartidismo, que en Portugal sigue vivo, anda falto de líderes. Aunque bautizado como socialdemócrata, se trata de un grupo conservador, que, con 71 escaños, tendrá que analizar con cuidado sus siguientes pasos. Le urge empezar a buscar un candidato mejor que el norteño Rui Rio. El sur, en Portugal, manda. Y Rio es de Oporto, condición que siempre sale a relucir cuando no consigue los resultados esperados. Tiene el centro derecha cuatro años para rehacerse. El actual alcalde de Lisboa, Carlos Moedas, ex comisario europeo y anti populista declarado, es su mejor futura opción.
Desde 2015, el actual PM socialista lleva demostrando una sagacidad y talento político poco común. Ese año no ganó las elecciones; las volvió a ganar el socialdemócrata conservador Pedro Passos Coelho. Todos los analistas y notables portugueses aseguraban que gobernaría el partido más votado, como siempre se había hecho. Creían que António Costa no se atrevería ni conseguiría pactar un gobierno con la izquierda radical. «En Portugal, quien gana gobierna. Y los comunistas nunca pactan». Esas frases me las dijo, durante una cena postelectoral, uno de los grandes empresarios lusos de la comunicación. Yo veía en Costa ganas de gobernar, determinación, y aposté que lo haría. Sigo esperando que aquel caballero pague su apuesta.
La habilidad de Costa para conseguir imposibles embriagó desde el primer momento a Sánchez, necesitado de referentes. Desde 2015, una y otra vez, el socialismo español se ha dirigido al político luso en busca de asesoría. El bregado político y vecino fue capaz de unir a las izquierdas; después de seis años, también ha sabido romper una servidumbre sin fin. Pedro Sánchez debería seguir mirando hacia Portugal. Sin miedo, con la humildad que tanto cuesta encontrar en los españoles. António Costa ha dicho «no» a la jeringonza y ha conseguido una mayoría absoluta. Copien sus pasos.