Los tres desprecios del Gobierno de Sánchez
«A todos los gobiernos les molesta el Parlamento. Al Gobierno de Pedro Sánchez más que a nadie»
A todos los gobiernos les molesta el Parlamento. Al Gobierno de Pedro Sánchez más que a nadie. Por ejemplo, durante sus dos primeros años abusó de los decretos leyes, que no pasan por el Parlamento, para aprobar medidas que consideraba urgentes y de primera necesidad pero que claramente no lo eran.
Esta semana, el Parlamento aprobó el decreto que obliga al uso de mascarillas en exteriores, pero en él incluyó también la revalorización de las pensiones con el IPC de 2021. Hay un triple desprecio al Parlamento. Primero, al usar la vía del decreto. Segundo, al chantajear a sus socios incluyendo en él medidas trampa que no tienen nada que ver con su objetivo, para obligar a que sus socios voten a favor (en política votar en contra de los pensionistas es como votar en contra de la felicidad y los cachorritos). Y no solo es un desprecio para quien tiene que votar, sino para el votante al que trasladas el mensaje de que sus derechos o beneficios dependen de chantajes.
Pero hay un tercer desprecio al Parlamento. Y es la rectificación tras unos días. Después de tensar y llevar al límite al parlamento y a sus socios, el Gobierno, a través de la ministra de Sanidad, Carolina Darías, ha dejado caer que se eliminará «pronto», quizá la semana que viene, la obligatoriedad de las mascarillas en exteriores.
El Gobierno siempre ha sido un gran rectificador. A menudo, anuncia medidas cuya única función es servir de test de la opinión pública (aunque, ¿qué es eso hoy en día?); según la respuesta, la medida sale adelante o no. Por eso las cosas se hacen a medias, porque no está claro que vayan a sobrevivir. Y por eso, cuando sobreviven, suelen ser medidas poco concretas, ambiguas y jurídicamente confusas, como muchas de las que se han aprobado en estos dos años de pandemia. Con la medida de las mascarillas en exteriores, el Gobierno hizo el ridículo al anunciarla y lo ha hecho al retirarla. En el camino, el deterioro institucional ha alcanzado nuevos niveles de ridículo.