Lecciones precipitadas de una invasión anunciada
«Lo más trágico que puede haber es una guerra, salvo una sola cosa peor, que es la derrota»
Debemos empezar, inexcusablemente, manifestando nuestra solidaridad y compasión para todas las personas y víctimas de la abrupta invasión de Ucrania y condenar, aunque sea desde un punto de vista meramente humanitario, que Putin no haya querido agotar todas las vías diplomáticas para resolver su problema de seguridad, u otros. Hemingway decía que lo más trágico que puede haber es una guerra, salvo una sola cosa peor, que es la derrota. Y en este momento, Europa, UE incluida, tiene las dos cosas. Por eso, en momentos de contener la respiración, en momentos de evitar el holocausto universal con derrota para todos, en momentos de esperar que Putin no se vuelva loco como Hitler y se pare en Ucrania sin pasar a Polonia o países bálticos (esta guerra tiene mucho de guerra civil), proponemos unas primeras reflexiones «en lo hondo» y para lo inmediato y el medio plazo.
1/ Ya nada, en los debates políticos nacionales e internacionales, puede, ni debe, ser como antes. Han de cambiar radicalmente nuestras prioridades. Por ejemplo, el llamado Derecho Internacional, que salió herido de muerte del asunto de Kosovo, ha perdido toda credibilidad y utilidad. Hay que recomponerlo.
2/ La gran perjudicada, quitando Ucrania y los ucranianos, es la UE y sus ciudadanos. Por mucho que nos lo hayamos buscado, es urgente retomar muchas cosas, y en la buena dirección.
3/ Para los soberanistas de todo pelo, pero en particular para los anti UE, es indispensable recordarles que Ucrania es (¿era?) una nación soberana, soberanísima, reconocida por el Derecho Internacional y con ninguna dependencia de ninguna organización internacional, y con su Derecho propio, constitucional o no, por encima de cualquier otra norma. Ya vemos lo que eso ha servido para la libertad, prosperidad y seguridad de sus habitantes.
4/ Creemos que ya queda clarísima nuestra tesis de que lo que se ha dado en llamar globalización es, de hecho, una continentalización de las relaciones de poder. Dichas relaciones marcan infinitamente más la vida de los ciudadanos que el derecho internacional, como ha sido siempre. Los Estados continente tienen ventajas de salida: un mercado interior muy grande que les permite aguantar mejor crisis económicas fuertes (por ejemplo las derivadas de sanciones económicas) y unas fortísimas economías de escala en la vertebración de un complejo industrial-militar que se convierte en la espina dorsal de una sociedad soberana. Rusia, China, EEUU lo han entendido muy bien. Europa se ha desvanecido.
5/ Lo expuesto anteriormente significa, entre otras cosas, que el proteccionismo ha vuelto en buena medida, y sobre todo en sectores que siempre han sido estratégicos y que Europa ha abandonado (industria naval, por ejemplo). Tiene que reconsiderarse de arriba abajo la desprotección gratuita que ha hecho la UE de las producciones que son esenciales para la seguridad y prosperidad de sus ciudadanos.
6/ Los pecados de la UE son muchos; la solución es más y mejor UE. Esta invasión ha hecho evidentes tres errores, al menos: la ausencia de una política exterior común, la suicida política energética de muchos estados miembros empeorada por la improbable política energética común y, de manera cruelmente restallante, la ausencia de un potente, amplio y disuasorio sistema de defensa común, gran ejército, armada y defensa cibernética europeas incluido. En todo encontramos falta de unidad, que no unión, europea, en temas vitales. ¿Tarde para enmendarlo? Sin duda, pero si empezamos esta tarde tal vez logremos, a medio plazo, evitar la invasión de Polonia, por ejemplo.
Y 7/ y final por hoy, pero en absoluto menor tema. Putin, que merecerá todas las valoraciones morales que cada cual quiera ponerle, es sin duda, uno de los dos políticos más competentes de este principio de siglo. Ya nos gustaría que en el mundo libre hubiera algún político de su nivel que oponerle. Y Putin ha decidido aprovechar para lanzar su órdago total y mayor al que esperábamos, un momento de debilidad moral e intelectual de unas naciones y de una UE decadentes, absolutamente «despistadas» en su prelación de objetivos y valores y con moral de derrota. Tal vez lo primero que debamos superar. Por ejemplo, podemos recordar que el Estado de Derecho no admite trampas en una sociedad democrática y que una democracia es siempre frágil por esencia y merece por ello unos continuos esfuerzos, a veces colosales y con sacrificios, de protección. Contra enemigo externo e interno. Contra totalitarismo interno y externo.
Sin duda hemos expuesto unas lecciones precipitadamente y faltan muchas, pero les proponemos reflexionar. Alguno podrá decirnos: «¿Y España en todo esto?». Pues aunque reza lo de arriba, ya que somos ciudadanos de la UE, les emplazamos para dentro de 15 días para contestar, una vez hayan pasado las manifestaciones callejeras de nuestros ministros contra la OTAN…