MyTO

La guerra es cosa de hombres

«Quizá ha llegado el momento de hablar de la sobrerrepresentación masculina más allá de la lista Forbes o las reuniones del G20»

Opinión

Un soldado del ejercito ucraniano. | Europa Press

  • David Mejía es doctor por la Universidad de Columbia y profesor de Filosofía y Humanidades en IE University.

Hace un par de semanas, aunque parece una eternidad, los rostros de los náufragos del ‘Villa de Pitanxo’ estaban en las portadas: tres rescatados, nueve muertos y doce desaparecidos. En su relato de los hechos los medios remarcaron la diversidad de orígenes (españoles de nacimiento, españoles naturalizados, ghaneses y peruanos) de aquellos marineros arrojados al mar de Terranova. Pero hubo un dato que por evidente pasó inadvertido: todos eran hombres. La ausencia de rostros femeninos en la tira de retratos que aparecía en todas las portadas no provocó escándalo, ni siquiera sorpresa. Quizá ha llegado el momento de hablar de la sobrerrepresentación masculina más allá de la lista Forbes o las reuniones del G20. 

Vuelvo sobre esta cuestión mientras leo que los gobiernos de Rusia y Ucrania han acordado la creación de corredores humanitarios para evacuar civiles, en su mayoría mujeres y niños. Los hombres son una minoría entre los refugiados; previsible cuando tienen prohibido salir del país si tienen entre dieciocho y sesenta años. De las despedidas nos quedan las fotos: padres que abrazan a sus hijas entre lágrimas y las observan alejarse, manos que se buscan en la ventanilla ahumada de un autobús, miradas que se cruzan por última vez. El fotoperiodismo es maravilloso. Y en la era de las redes es más agradecido que nunca: los likes alcanzan las cifras de seis ceros. Pero el drama va más allá del instante.

La perspectiva de género dominó el relato de la caída de Kabul, domina el de la composición de los consejos de administración y el de las brechas salariales. Sin embargo, está ausente ante las calamidades genuinamente masculinas: el fracaso escolar, el homicidio, la indigencia, el suicidio, la peligrosidad laboral o la guerra. Asumimos que nuestro proceso de socialización ha fomentado un trato y unas expectativas desiguales en virtud del sexo, la mayoría de las cuales ha sido perjudicial para la mujer. Sin embargo, también asumimos que esa desigualdad de trato ha resultado favorable para los varones en todos los parámetros. ¿Pero quién preferiría ser un hombre antes que una mujer en la Ucrania actual? ¿Dónde está el privilegio de quienes se perdieron en las aguas del Atlántico Norte?

Es probable que la apertura de corredores humanitarios para evacuar a la población civil vaya seguida de un alto el fuego temporal para garantizar la puesta a salvo de mujeres, niños y varones mayores de sesenta años. Los demás hombres tendrán que quedarse. Algunos de ellos sabrán que la evacuación pactada de civiles presagia una dramática escalada de violencia. Otros lo aprenderán pronto. 

2 comentarios
  1. Aurelio

    La guerra es cosa de hombres. Excelente. Yo diría más; mientras existan las guerras tal y como las conocemos, con soldados sobre el terreno, serán las sociedades patriarcales las hegemónicas. Es una cuestión de testosterona.

  2. Manolenta

    La decadencia de Occidente viene en parte motivada por el absurdo de lo políticamente correcto, por ese buenismo que nos lleva a gastarnos ingentes cantidades del presupuesto público en planes de igualdad para sectores de la Administración como el Sanitario donde el porcentaje de mujeres y hombres es un 80/20, respectivamente.

    Si preguntas dónde está la brecha salarial, te contestan que en las reducciones de jornada, con la consiguiente reducción de retribuciones, que se tienen que coger las mujeres para el cuidado de sus hijos. Si preguntas donde está el techo de cristal, te contestan que aunque haya un 80% de cargos directivos mujeres no se vulnera la paridad porque hay que partir de la plantilla real sanitaria donde la inmensa mayoría son mujeres. Así, suma y sigue, hasta el absurdo de plantear, en aras al sacrosanto lenguaje inclusivo, que se sustituya en las salas de espera de las urgencias hospitalarias el aviso: «familiares de Fulanito» por el de «amigos y amigas de Fulanito» y ello porque el término Familia es un concepto exclusivo de otras realidades sociales.

    Por eso, querido Mejía, es una guerra perdida constatar la evidencia porque el movimiento feminazi ha aprovechado la debilidad del legislador para imponerse.

    A este respecto, me permito añadir la santa negación de la evidencia que practica el citado movimiento, al punto 387 de Camino, libro de San Josemaría Escrivá de Balaguer, que dice: «El plano de santidad que nos pide el Señor, está determinado por estos tres puntos: la santa intransigencia, la santa coacción y la santa desvergüenza».

Inicia sesión para comentar