THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

La más tenaz barbarie humana

«Se decía: ¿Leonardo vale Hitler? No sé si es exacta la pregunta»

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La más tenaz barbarie humana

Desde hace unas semanas (en plataformas de cine internáutico) he estado viendo o volviendo a ver, películas cuyo tema es el nazismo. Las hay excelentes y pura basura; entre las buenas, ‘La noche de los generales’ de Anatole Litvak, con un magnífico y nauseabundo Peter O’Toole, como general alemán, doblemente asesino y que lo disfruta… Siempre brutalidad, golpes, masacres, destrucción que los nazis sembraron y, claro es, recogieron. Los horrores de la 2ª Guerra Mundial, entre los que hay que contar el holocausto nuclear (eran bombas de los «buenos») en Hiroshima y Nagasaki, no han vuelto a repetirse porque en realidad, en ámbitos más reducidos, nunca han dejado de ocurrir. La masacre terrible del infame Putin contra Ucrania -siglos parte de Rusia- puede recordar el despropósito nazi, pero también el horror yanqui contra Vietnam, aquellos niños desnudos y huyendo no se sabía adónde, llenos de mordeduras de napalm. Es muy sabida y repetida la frase (y tiene verdad) de que, el ser humano -hombre o mujer- es capaz de lo más sublime y de lo más salvaje, carnicero y aterrador. Se decía: ¿Leonardo vale Hitler? No sé si es exacta la pregunta.

Cuando los crímenes nazis se están declarando y castigando en Nuremberg, surge la guerra fría, que es miedo y espanto. Los aliados soviéticos, ahora son (en menos de dos años) la horda comunista antidemocrática y sojuzgadora de pueblos; urge pues perdonar, que en los momentos terribles -Hitler, Mussolini, Pétain, Stalin, Franco, Castro-  muchísima gente se vuelve colaboradora o dice amén, intenta no saber el horror que sabe, simplemente por sobrevivir. Más de media Alemania fue nazi sin pensarlo, como cientos de miles de españoles vieron bien el franquismo (no hablo del fin sino de los momentos duros), y no quedaba sino resistir el crimen stalinista que -como en la Cuba de Fidel- se revestía con supuestos paños de pudor progresista. Sólo cuando va a cambiar la página histórica -la caída del muro de Berlín- se ven la miseria, el horror, la dictadura proletaria o no, es la misma, y entonces sí se dice, unos años al menos. Putin (siniestro burócrata del KGB) parece que cambia, pero sólo suma: al lazareto del terror bolchevique añade feroz neocapitalismo y las galas externas del zarismo. Así la Rusia Roja y la Santa Rusia se funden en el sombrío funcionario megalómano y estamos en hoy mismo. Pero la de Putin, ¿no es la cara de aquel presidente Nixon que mandó años y años bombardear población civil -como ahorita, sin decirlo- para frenar el avance comunista? El francés De Gaulle y el yanqui Eisenhower, al fin de la guerra mundial, dijeron que Franco era atroz -lo era- y aplaudieron y organizaron el embargo que aumentó el hambre de los españoles. Pero doce años después, el ya presidente ‘Ike’ viene de visita oficial a Madrid (lo vi desde los balcones de mi abuela, 1959, yo no sabía) y bendice a Franco por necesario anticomunista, y el Caudillo pasa de ser enemigo fascista a amigo táctico, se dijo: Franco, vigía de Occidente. Casi al final de su vida también De Gaulle vino a El Pardo -lo pidió- a conversar con Franco… En 1938, Winston Churchill dijo que Hitler era lo mejor de Alemania, y lo alabó plenamente. Los políticos, ahora y siempre, ¿son necios y despistados o sólo tenazmente ególatras y oportunistas? Porque ellos no son bombardeados ni pasan hambre ni las gentes notorias de sus partidos, no. Las desdichas son siempre para la gente, esos, los demás, los otros, sublimes, pero lejos. ¿Las ideologías perviven más allá de lo esencial? ¿Las tiran? ¿O utilizan las carcasas nomás, que es el teatro, el drama? ¿Putin es fascista, nazi, comunista? Da igual. Es un déspota autocomplacido. Hoy es sin duda la cara de lo peor (la terrible vileza de esa condición humana que desangra sin medida) pero ¿esa cara no puede cambiar y cambiará seguro con los años? Es Pinochet, Videla, Lenin, Ceaucescu, Nixon o Truman, pese a que fueran votados. Horacio: «No hay que seguir a la multitud».  Esto vale: pienso contra la mayoría, pero lo digo, respeto y me respetan. El camino empieza ahí. Empieza. 

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