Yo también soy «ultra»
«Para Pedro Sánchez y su Gobierno el problema es que los que pensamos diferente siempre fuimos ‘extrema derecha’ y nuestra opinión no tiene validez»
El Gobierno tacha de extrema derecha a partidos, empresas, ciudadanos y a cualquiera que se atreva a opinar sobre la acción de gobierno y reclamar medidas.
Decir que el Gobierno de Pedro Sánchez tiene muchos frentes abiertos es una obviedad. Y que no sabe o no quiere atajarlos cada vez nos va quedando más claro también. En España las cosas andan revueltas y el diálogo social no pasa por su mejor momento, a la vista de los paros de los transportistas que amenazan con paralizar la economía nacional.
Lo cierto y verdad es que, de un tiempo a esta parte, el diálogo social abarca más actores que los que venían siendo tradicionales desde la Transición. En relación al transporte, la pasada semana el Congreso de los Diputados convalidaba, sin votos en contra, el Real Decreto-ley 3/2022, de medidas para la mejora de la sostenibilidad del transporte de mercancías por carretera y del funcionamiento de la cadena logística, un decreto que según la ministra materializa el acuerdo alcanzado el pasado 17 de diciembre con el departamento de Mercancías del Comité Nacional de Transporte por Carretera para dar respuesta a las reivindicaciones del sector. Sucede que los convocantes de los paros no están representados en ese Comité Nacional de Transporte por Carretera y ahí surge el problema. Los transportistas que secundan los paros no se sienten satisfechos con este acuerdo y la parte socialista del Gobierno ha intentado apagar el incendio con gasolina, llamando ultraderechistas a los transportistas en huelga y a las asociaciones que los representan, con el consiguiente enfado de los mismos.
Y es que ya cansa lo de la «extrema derecha» como recurso dialéctico para desacreditar al que ose llevar la contraria a las decisiones de este Gobierno. Hasta hace no mucho tiempo la frase «son de extrema derecha», era una mera coletilla de acusación en boca de cualquier portavoz o cargo socialista o podemita que saliera a opinar sobre cualquier tema que tuviera una mínima relación con el Partido Popular. Se convirtió en algo tan habitual que todo el mundo tenía claro que se trataba de una simple frase de argumentario socialista; pensada para lanzarse como se tira una piedra, sin tener que esforzarse en pensar demasiado. Sin embargo en la actualidad, estamos siendo testigos de cómo la frasecita está siendo utilizada para tratar de dividir y criminalizar a todo aquel que se atreva simplemente a describir la realidad. Una realidad incómoda para el Gobierno de Sánchez. Tenemos los precios de los combustibles y de la luz disparados, las cadenas de suministro interrumpidas, los barcos en sus amarres, el sector lácteo paralizado, los agricultores teniendo que tirar los productos frescos apenas recolectados…y frente a todo esto, tenemos un Gobierno que a cualquiera que se atreva simplemente a decir que quizás se puede hacer más, a todos esos, los tacha de «extrema derecha».
Pero por mucho que el Gobierno se empeñe, los españoles no somos idiotas. Si un transportista trabaja y cuando vuelve a casa con su familia tiene menos dinero en el bolsillo que cuando salió, si un ganadero tiene que sacrificar a sus animales porque no puede comprar pienso, si una madre no puede comprar leche porque no hay en el supermercado, y sale y protesta, y reclama unas medidas que el Gobierno debiera haber tomado antes de que se produjera el desastre y no después, no es ser extrema derecha, es ser racional, coherente y simplemente normal. Se trata de resolver los problemas, no de hacernos comulgar con ruedas de molino. Tenemos un Gobierno débil, sin mayorías claras que le permitan gobernar situaciones de crisis como las que enfrenta este país. Un gobierno dividido, incapaz de tomar las medidas más básicas que permitan aliviar a las familias, que nos permitan tener una sola voz en Europa y recuperar así nuestra credibilidad hoy perdida, con bandazos en política exterior de consecuencias todavía impredecibles. Es descorazonador tener que pedirle, casi suplicar a un Gobierno, que no destroce España en cada Consejo de Gobierno, con cada decisión estéril y poco meditada. Bochornoso resulta a cualquiera que quiera a este país comprobar como cada día el prestigio de España no hace más que devaluarse.
No podemos permitirnos por más tiempo un Gobierno que la única solución que ofrece sea tachar de ultraderechista a cualquier ganadero, agricultor, cazador o transportista que pelea por el pan de su casa, en lugar de tomar medidas. Para el Gobierno, todos ellos son de extrema derecha y por tanto, no tienen derecho a que se resuelvan sus problemas, nuestros problemas, los problemas de España.
Para Pedro Sánchez y su Gobierno el problema es que los que pensamos diferente siempre fuimos «extrema derecha» y por consiguiente nuestra opinión no tiene validez. Y hoy más que nunca por su propia debilidad, ellos y yo, somos «extrema derecha». Pues si esta es la etiqueta para todos aquellos que aspiramos a mejorar la situación de nuestro país, solo puedo decir que yo también soy «ultra». Y para este Gobierno, tú, seguramente también.