THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Los hechos cansan y las promesas se agotan

«El malestar se acrecienta y las heridas no se cerrarán en el corto plazo. La realidad choca con el marco que el gobierno y sus palmeros quieren establecer»

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Los hechos cansan y las promesas se agotan

Fernando Alvarado (EFE)

Ivan Krastev, uno de los observadores más lúcidos de nuestro caótico presente, comentaba la semana pasada en una entrevista con el seminario alemán Der Spiegel que Putin, cada vez que repara en una manifestación, se pregunta por la identidad de quienes pueden estar detrás incitando a la gente a salir de sus casas. Para cualquier autócrata las protestas solo pueden estar organizadas por el enemigo. Les cuesta creer que las calles no son de su exclusiva propiedad. Jamás les pasará por la mente cuestionarse, como sería lo más lógico, sobre los motivos por los que las personas se movilizan. Y, permítanme un excurso, porque habrá que recordar que Cuba, la quimera de algunas de las carteras de nuestro gobierno de coalición, acaba de condenar a 127 manifestantes a penas que van de los seis a los 30 años de cárcel. Y ha sido por el mero hecho de salir a la calle el 11 de julio del año pasado exigiendo libertad. Dos de ellos, por cierto, tienen 16 años. Quizá esta sea la auténtica prueba del algodón de las autocracias.

Salvando las enormes distancias existentes, no son pocos los políticos que responden de manera similar en las democracias liberales. «¿Quién los manda?». Este tipo de desplante es una tentación en tiempo de crisis y se convierte en la prueba definitiva de que un gobierno se encuentra noqueado y a pie cambiado. «¿Cómo se van a movilizar contra nosotros con lo bien que estamos respondiendo a la realidad?». El último episodio de esta deriva nos lo ha ofrecido la respuesta del Ejecutivo de Sánchez ante el paro de una parte considerable de los transportistas. Al inicio, el Gobierno insinuó que estaba promovida por la extrema derecha – aunque la vicepresidenta Calviño no pareció escuchar este calificativo- y sumaban, locuazmente, la acusación de estar haciéndole el juego a Putin. Cuando la ola de la protesta amplió a sus bases, en parte por una asombrosa permisividad ante la violencia y amedrentamiento de algunos piquetes poco informativos, llegó otro mantra repetido hasta la saciedad: la plataforma promotora del paro solo quería una reunión con la ministra Sánchez para conseguir una foto. Lo que no deja de ser una imputación chocante por parte del gobierno más fotogénico de nuestra historia. También es significativo que el Consejo de Ministros que ha enarbolado con ahínco la importancia del diálogo con los agentes sociales sea quien no quiera entablar conversación alguna con un grupo que demuestra una enérgica agencia colectiva. Y, de paso, los sindicatos pueden haber perdido definitivamente el escaso fuelle con el que contaban.

En paralelo, el monarca marroquí ha detonado la estrategia comunicativa del presidente en relación con el Sáhara y otros paros y movilizaciones en todo tipo de sectores se han ido convocando por todo el país. El malestar se acrecienta y las heridas no se cerrarán en el corto plazo. La realidad parece chocar con el marco que el Gobierno y sus palmeros quieren establecer. Entre propios y extraños ya comienza a existir un cansancio frente a quienes quieren presentar cada paso como un acontecimiento histórico. Todo suena a hueco en esta coalición de insegura convivencia. Habrá que recordarles de nuevo, ya que no lo parecen hacer sus asesores, que las promesas y los hechos juegan en el mismo horizonte político. Y en este contexto los hechos cansan, mientras las promesas se agotan.

Los bandazos han sido evidentes desde la moción de censura y se han envuelto constantemente de una charlatanería más cercana a los usos y costumbres de una estafa piramidal. Recuerden, por ejemplo, las divagaciones ontológicas de Carmen Calvo para convencernos de que Sánchez y el presidente Sánchez eran personas diferentes. Así que los evidentes cambios de opinión que exige un contexto de incertidumbre global como el presente seguirán sonando a subterfugio electoralista. Y está claro que será así en muchas ocasiones. Solo nos queda esperar a que esa isla energética que se quiere confeccionar junto a la Portugal de António Costa, si es que la propuesta termina por encajar en la normativa de la Unión Europea, pueda surtir efecto para navegar en esta enésima crisis. Porque sus aciertos y sus errores también serán los nuestros.

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