THE OBJECTIVE
Teodoro León Gross

Más sanchismo... ¡es la guerra!

«Cuando Pedro Sánchez habla de Plan de Choque de Respuesta al conflicto entre Ucrania y Rusia, lo que hace es sacudirse la responsabilidad»

Opinión
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Más sanchismo… ¡es la guerra!

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | I. Infantes (EP)

En un clima político tan polarizado, nunca cabe esperar unanimidades. Incluso si se presenta un plan de ayudas y créditos de dieciséis mil millones, se verá blanco o negro, o medio lleno o medio vacío, como la botella del optimista y el pesimista, porque al cabo optimismo y pesimismo emanan casi siempre de la afinidad ideológica. Y Sánchez, en sí mismo tan polarizador, tiende a mesiánico para la izquierda y mefistofélico para la derecha. Por demás, hay matices lógicos. Difícilmente se podrá discutir la oportunidad de proteger a la población más vulnerable en el combustible o la vivienda, pero sí los mecanismos y cantidades, a cargo del contribuyente sin ningún esfuerzo de contención del gasto para el Gobierno que traiciona su compromiso de moderación fiscal.

Brillante, oportunista, patriótico, ladino, responsable, insuficiente, hábil, comprometido, tacticista, serio, improvisado, sensato, pancista, prudente, ventajista… se ha dicho de todo. ¿Con qué quedarse?

Más allá de la perentoriedad, hay un dato significativo que tal vez sirva ante esa pregunta, y es su denominación: Plan Nacional contra las Consecuencias de la Guerra o Plan de Choque de Respuesta a la Guerra. Esa denominación ya delata una intención fuertemente propagandística. El foco se pone en fijar un causante: la guerra. Eso, aunque la mayoría de problemas se arrastren desde tiempo atrás, descarta los reproches a la gestión del presidente. Es la guerra. El plan, en definitiva, señala un culpable: Putin. Y las reclamaciones, por tanto, al Kremlin. Sánchez ha dado prioridad, como es marca de la casa, al efecto propagandístico.

«Cuando Sánchez habla de Plan de Choque de Respuesta a la Guerra, lo que hace es sacudirse la responsabilidad»

Estas denominaciones nunca son inocentes. Antes bien, casi siempre contienen la intención real del mensaje. EEUU durante algunas décadas, al menos hasta el 11-S, parapetó sus operaciones con una pátina de retórica meliflua: la invasión de Panamá en 1989 se denominó ‘Causa Justa’; la de Somalia en 1992, ‘Restaurar la Esperanza’; Haití en 1994, ‘Rescate de la Democracia’; las dos intervenciones con los kurdos de Irak fueron Operación Proporcionar Confort… Esas etiquetas aspiraban a fijar un marco conceptual, siempre bienintencionado y redentorista, obviando los perfiles oscuros e intereses espurios que pudiera haber detrás. Es De eso se trata, generando lo que Jean Pierre Faye denomina «principio de creación de aceptabilidad». Con un nombre así –Causa Justa, Restaurar la Esperanza, Rescate de la Democracia, Proporcionar Confort…– ¿quién se opone?

Plan de Choque de Respuesta a la Guerra

Cuando Sánchez habla de Plan de Choque de Respuesta a la Guerra, lo que hace es sacudirse la responsabilidad. ¿La inflación se arrastra desde hace meses? Es Putin, sólo Putin. ¿España crecía notoriamente por debajo de lo esperado después de haberse hundido más que los socios en la pandemia? Putin. ¿El desempleo en España no mejoraba adecuadamente, manteniendo cifras alarmantes? Putin. ¿Llega tarde esta intervención? Putin. La idea, obviamente, es desviar toda la responsabilidad a Putin descargando al Gobierno de España. Al revés, él se ofrece frente al paisaje devastado por Putin:

–«El Plan de Choque de Respuesta a la Guerra son un conjunto de medidas que van a servir para proteger a los sectores, a los ciudadanos más afectados, para repartir de forma justa los efectos de la guerra y para preservar al máximo la senda de crecimiento y creación de empleo».

Ahí está: protección, equidad, justicia, crecimiento, trabajo… Hay, por añadidura, un segundo elemento: Sánchez ha presentado el Plan en una conferencia, rodeado de aplausos, y no en el Congreso, expuesto al debate. El PP sólo ha recibido una llamada de cortesía de Bolaños, sin información, sólo como coartada cosmética. Los socios de Gobierno lamentan también que no se les haya informado. Sánchez no quería un debate, sino una ovación. Y tuvo esa ovación. Esta vez, en lugar de escenificar los aplausos de los ministros, como al regresar de Bruselas con los fondos, prefirió que esta vez viniesen del empresariado.

No se trata del debate de las medidas, que son necesarias aunque tardías e insuficientes. Tampoco cabe pensar que no pretendan tener un efecto corrector, acabáramos. Otra cosa, claro está, es que sean eficaces y no se enfanguen en la burocracia, como viene ocurriendo incluso con el Ingreso Mínimo Vital. El balance de la gestión, y sus consecuencias, tardará más en llegar. De momento hay algo seguro, y es la estrategia preferentemente propagandística: Sánchez está creando un relato en el que su gestión, ya muy cuestionada en la pandemia, sea imputable a Putin y la invasión de Ucrania. Como la escena legendaria de los Marx, ¡es la guerra!, más sanchismo, más sanchismo, ¡que es la guerra! 

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