THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

La pasión rusa de los exmilitares españoles

«Es una lógica muy extendida en algunos diplomáticos y exmilitares: la agresión rusa es incuestionable, es pura inercia; algo, en el fondo, justificable»

Opinión
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La pasión rusa de los exmilitares españoles

Vladimir Putin. | Zuma Press

David Jiménez Torres escribía esta semana en El Mundo sobre los reservistas y exmilitares españoles que hacen suyas algunas de las razones del Kremlin. «No justifican la invasión, pero consideran que Occidente no ha respetado a Rusia, que Zelenski obliga a su pueblo a luchar, que expandir la OTAN fue una provocación, que Ucrania debe aceptar un estatus de neutralidad». La reflexión de Jiménez Torres venía a partir de una intervención televisiva el 22 de marzo del almirante en la reserva José María Treviño, en la que criticaba que Zelenski estaba alargando la guerra innecesariamente. Es un ejemplo más de culpabilización de la víctima, una especie de inversión de la carga de la prueba: es el que se defiende el que tiene que dar explicaciones sobre por qué se defiende y cómo lo hace y por qué no acepta las condiciones del agresor, mientras que el invasor parece que no tiene agencia y sus decisiones y movimientos no se discuten porque están justificados a priori.

Hay una parte de la intervención de Treviño que me resultó especialmente siniestra. En ella no solo culpa a la víctima sino que se difumina completamente al agresor, que no existe. Treviño hace la siguiente analogía: «Una familia va a su casa y está ardiendo por un escape de gas. El padre manda a sus hijos a apagar el incendio. Y ella [se entiende que la mujer] le dice: ‘¿Por qué no cierras la llave de gas, que es exterior?’ Esa es la situación actual de Ucrania. Ucrania es la casa ardiendo, el presidente es el padre y la llave de gas son las conversaciones de paz». En esta comparación delirante, el agresor es… ¡un escape de gas! Es como el humo de la serie Perdidos. Ni siquiera hay alguien que haya provocado el escape de gas, no hay un culpable inicial. La agresión no tiene origen, es como un fenómeno natural. ¿Cómo va a ser culpable un escape de gas? Al gas no se le puede exigir nada. Se le tiene que exigir al único que puede hacer algo, que es el padre-presidente, que sigue obcecado queriendo luchar contra un escape de gas que ha invadido su país.

La comparación es una locura pero funciona perfectamente como resumen de la lógica de Treviño, que es una lógica muy extendida en algunos diplomáticos y exmilitares españoles: la agresión rusa es incuestionable, es pura inercia, algo no debatible y, en el fondo, justificable. Responde a un destino manifiesto ruso. Es el mundo visto como un tablero de juego de grandes poderes e imperios. Es un mundo de áreas de influencia donde la voluntad de los individuos o pequeños países no juega un papel. A menudo esta postura es calificada como realpolitik, pero es puro cinismo. También es cobardía. La postura realista se vende como adulta y responsable pero a veces es simplemente miedo y sumisión frente al tirano: no hay que enfadar al gran oso.

El 25 de febrero, el día posterior al inicio de la invasión rusa de Ucrania, Treviño apareció en el mismo programa de televisión y pidió a Zelenski que se rindiera ante la inminente caída de Kiev. «Yo no puedo luchar contra un elefante con flechas». Más de un mes después, Kiev no solo no ha caído sino que el ejército ucraniano ha aguantado la ofensiva hasta el punto de que Rusia está comenzando una supuesta retirada para centrarse en el Donbás. Treviño y los demás apologistas de la política de los grandes poderes intentarán racionalizar lo que no tiene otro nombre que retirada (como ha dicho el experto militar Lawrence Freedman, hablar de desescalada es un eufemismo de retirada). El analista Peter Leonard se reía en Twitter de los que buscan maneras de racionalizar hasta los errores más flagrantes de Rusia en este conflicto. En un tuit con una foto de un accidente de coche, escribía: «Los llamados ‘expertos en conducción’ dicen que estrellar mi coche contra un árbol fue un error desastroso y que debería haber mirado por dónde iba. De lo que no parecen darse cuenta es de que se trataba de una *treta* diseñada para lograr mis objetivos estratégicos más amplios». Es un símil mucho mejor que el de la casa y el escape de gas. Y además tiene algo de gracia. 

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