THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Putinescos a izquierda y derecha

«En la defensa de Putin coincide la ultraderecha con la ultraizquierda»

Opinión
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Putinescos a izquierda y derecha

Vladimir Putin. | Zuma Press

La mezquindad del ser humano no deja de sorprendernos. La veracidad de las imágenes de cadáveres de civiles en Bucha, víctimas de las tropas rusas, ha sido refutada en España por gente sin escrúpulos o abiertas al fondo de reptiles putinesco. Poco importa que los primeros indicios de la fosa común de Bucha sean del 10 de marzo. Ni siquiera han tenido la inteligencia de esperar 24 horas. Han saltado como fieras totalitarias

Los mismos que negaron que fuera una invasión, y alegaron que se trataba de una operación de rescate de los rusos que sufrían el genocidio del gobierno ucraniano, son los que dicen que no se sabe quién puso ahí esos cadáveres. Son aquellos que repiten el argumentario putinesco de que la OTAN es culpable del conflicto, y que Estados Unidos tiene laboratorios de armas biológicas en suelo ucraniano. Se trata de esos personajes de red social que llaman despectivamente «actor» a Zelenski. 

Me refiero a los que están más preocupados por defender las ensoñaciones nacional-bolcheviques de la Rusia imperial de Putin que los derechos humanos de los ucranianos. Esos mezquinos se encuentran a izquierda y derecha. No son solo los que negaron el envío de armas al país invadido, a una sociedad identificada con la libertad y la democracia. Ni siquiera esos que dijeron que a Putin se le detiene con la «diplomacia de precisión». Estos son colaboradores, conscientes o no, como los que argumentan que Ucrania llevaba la falda muy corta y no podía salir sola. 

Son esos mismos que desde la ultraderecha desprecian a Estados Unidos porque los consideran el origen de todos los males, el imperio que ha sometido a Europa a su modelo de vida y costumbres. Hablo de esos amargados que dicen que Halloween y Papá Noel son una invasión cultural que destruye nuestras tradiciones. Los mismos que llaman con desprecio «useños» a los norteamericanos. Se trata de esos nacional-populistas que afirman que la Unión Europea roba la soberanía nacional, y que supone un atraso civilizatorio que contamina la pureza de la patria permitiendo la inmigración.  

En la defensa de Putin coincide la ultraderecha con la ultraizquierda, en ese repudio a EEUU y a la Unión Europea, a la globalización, a la democracia liberal, al libre mercado y al pluripartidismo. Ambos hablan en nombre de un pueblo que desprecian, al que quieren pastorear y cambiar para imponer un proyecto totalitario. Son esos dos que sueñan con una vanguardia transformadora encabezada por un líder mesiánico, una persona que hable en nombre de todos para imponer su dictado. Ese es Putin, un tipo que sienta a su izquierda a Alexander Duguin, padre del nacional-bolchevismo, y a su derecha a Kirill, patriarca de la Iglesia rusa. 

Putin es justamente ese personaje ansiado por los ultras. Es el poderoso que planta cara al imperio norteamericano, a la vida disoluta del hombre occidental, que quiere reconstruir la comunidad homogénea y pura sin miedo a nada y a nadie. No en vano el dictador ruso ha repetido en numerosas ocasiones cuáles son las costumbres y los pensamientos del buen ciudadano y del malo, que coinciden con la visión mesiánica y totalitaria de esos extremos. 

Comparten la idea del sacrificio individual en aras del bien general marcado por el líder, y el apartamiento del diferente y del disidente. Ambos ultras añoran la Europa del siglo XX, la de los tiranos bendecidos para guiar a su pueblo y someter a los poderosos y a los inferiores. Unos son nacionalistas y estatistas, la ultraderecha, y otros son estatistas y nacionalistas, la ultraizquierda.

Por supuesto, ambos viven en el victimismo, y presentan a Putin como una víctima de los medios de comunicación occidentales, donde se miente sobre el gran proyecto civilizatorio del ruso. Robert Charvin, un comunista francés, por ejemplo, habla de que EEUU y Europa vuelven a ver a Rusia como una amenaza, y por eso han emprendido una campaña de propaganda negativa y de expansión política y militar. 

Además, Occidente, dice este comunista y repite la ultraderecha, ha manipulado el papel de la URSS en la caída de Hitler, y no permite a Rusia ahora hacerse con sus territorios históricos, como Crimea. Debe ser que los más de 300 opositores a Putin que han sido tiroteados o envenenados son una invención neoliberal, o que la invasión de Georgia en 2008 fue un sueño.

Todos estos, a un lado y al otro, no llegan para un ensayo a lo Julien Benda o Raymond Aron porque no son intelectuales de altura captados por los servicios de inteligencia de una dictadura, o personas racionalmente convencidas por una ideología. Son engranajes de la metapolítica gramsciana de Putin, de su empeño de hegemonía cultural, de conformar las mentes de los occidentales con información tóxica para desestabilizar. No son más que altavoces de la propaganda de una dictadura, cuyo líder, si es posible, pagará algún día por sus crímenes.

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