Olvidados por Macron, atraídos por Le Pen
«La desigualdad afecta a la Francia periférica, que cada vez es más pobre y se siente atraída por el discurso de mejorar el poder adquisitivo de la líder de Reagrupamiento Nacional»
Al igual que Buñuel recorrió los suburbios mexicanos para retratar la desigualdad del país antes de rodar Los Olvidados en los años 50; Marine Le Pen callejea con éxito por los mercados de las pequeñas ciudades, visita la Francia rural o a los obreros de las fábricas; un mundo que se siente descuidado por un Emmanuel Macron, al que acusan de distante, altivo y de ser el presidente de los ricos.
Aunque el desempleo haya caído en Francia al 7%, su nivel más bajo en casi 15 años, y cada vez más empresas hacen contratos fijos, hay una parte del país vecino que se siente excluida. La Francia agrícola y obrera, que ni viaja en tren de alta velocidad, ni trabaja en el sector tecnológico, ni vive ni se lucra en las zonas turísticas de Francia; está más cercana a los postulados de Le Pen que a los del presidente Macron. El campo francés ve cómo sube el precio de los fertilizantes, del combustible y de los alimentos, y, mientras, la candidata de Reagrupamiento Nacional (RN) promete bajar los impuestos a la energía del 20 al 5% o eliminar el IVA de los alimentos y de artículos de primera necesidad.
La desigualdad afecta a la Francia periférica, que cada vez es más pobre y se siente atraída por el discurso de mejorar el poder adquisitivo de la líder de Reagrupamiento Nacional. Le Pen ha prometido mejorar los salarios, las pensiones y el acceso a la vivienda en esas zonas de Francia que no ha visitado Macron en la primera vuelta al optar por una campaña de perfil bajo, de estadista preocupado por la política exterior y el desarrollo de la guerra de Ucrania. El presidente permanecía encerrado en su torre de marfil del Elíseo, mientras el candidato de extrema izquierda Mélenchon y la líder ultraderechista se pateaban los barrios populares de los que han salido protestas sociales como la de los chalecos amarillos, que ya no se sienten representados por opciones políticas como el socialismo.
El discurso antielitista de Le Pen trufado de lo social pretende atraer en la segunda vuelta a quienes tienen la llave de la presidencia francesa: los 7,7 millones de votantes de la Francia Insumisa. El partido de Mélenchon, pese a su recomendación de no votar por la extrema derecha, está muy dividido con un tercio de sus votos antisistema que podrían tornar en favor de Reagrupamiento Nacional, otro que podrían votar blanco o nulo y un 30% que podrían apoyar a Macron. El presidente francés, con camisa desabrochada y pelo en pecho, se ha lanzado al ruedo de la campaña electoral para captar el voto obrero que le ha sido adverso hasta el momento.
En cuanto al voto joven, este también le ha dado la espalda a Macron. El 26% de las personas entre 18 y 25 años votaron por Le Pen en la primera vuelta y el 31% lo hizo por Mélenchon. En la segunda vuelta, el presidente francés ha adoptado un discurso ecologista para atraer a esos electores, mientras su rival apuesta por eximir a los menores de 30 años de pagar el impuesto sobre la renta o del de sociedades en caso de que sean empresarios.
En estas elecciones Francia aparece dividida entre un mundo cosmopolita. elitista y globalista, representado por Macron; y otro rural, periférico y nacionalista que apoyaría a Le Pen. Este nuevo eje ha roto la tradicional segmentación entre izquierda y derecha. La candidata de extrema derecha aprovecha para azuzar los temores a la globalización y proponer políticas localistas como la creación de un fondo soberano francés o dar preferencia a los franceses para el empleo y viviendas sociales frente a los inmigrantes a los que pretende recortar beneficios sociales.
En este sentido, aunque Le Pen ya no defiende la salida de Francia de Unión Europea; si es partidaria de una Europa de las naciones en la que la locomotora franco-alemana quedaría averiada, con una líder nacionalista y proteccionista, que primaría el derecho nacional sobre el europeo, restablecería los controles fronterizos y violaría las reglas del mercado único. Su irrupción en Bruselas tendría graves efectos en la incipiente política exterior y de defensa europea, ante el acercamiento que propugna hacia Putin y su propuesta de sacar a Francia de la estructura militar de la OTAN.
A pocos días de la segunda vuelta electoral, la ventaja en las encuestas favorece en 8 puntos al presidente francés sobre la candidata de la extrema derecha, lo que no da lugar al triunfalismo de Macron. La sociedad francesa ya no es contraria a la extrema derecha, no solo por los resultados de la primera vuelta sino también por las manifestaciones anti-Le Pen, que hace unos días solo atrajeron a 23.000 personas a nivel nacional frente a los 1,3 millones de franceses que protestaron contra el padre de la actual candidata en el año 2002. El cordón sanitario no ha funcionado y la imagen de Marine se ha visto dulcificada por la aparición de Zemmour durante la campaña. Los olvidados por Macron y atraídos por Le Pen podrían dar la sorpresa como ya ocurrió con Trump y el Brexit, salvo que en esta ocasión todo podría ir a peor, no solo en Francia sino en toda Europa.