THE OBJECTIVE
Juan Carlos Laviana

La ideología de Twitter

«El interés no es tanto conocer la ideología de Musk, sino conocer la ideología con la que impregnará a Twitter»

Opinión
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La ideología de Twitter

Elon Musk. | Zuma Press

Twitter es hoy el arma más poderosa de la política. Y es cada vez menos esa plaza pública global, esa barra de bar, en la que los ciudadanos socializan lanzando invectivas que no lanzarían ni en la plaza de su pueblo ni en el bar de la esquina. Aquel atrio de libertad de expresión, de intercambio libre de ideas e información, va camino de su desaparición. Las reacciones a la adquisición de la red social por parte del magnate Elon Musk han dejado de manifiesto que Twitter no es neutro. Twitter tiene una ideología que se conforma a base de moldear y dirigir las opiniones de sus 303 millones de usuarios  activos, deslumbrados por el espejismo de creerse libres.

The Economist acaba de publicar un muy revelador informe sobre el impacto de la noticia del cambio de dueños. El semanario realizó un seguimiento exhaustivo de los movimientos de las cuentas de senadores y representantes los días 25 y 26 de abril, cuando se conocieron las intenciones de Musk.

El resultado del estudio es revelador. El número de seguidores de los demócratas cayó de forma significativa. En cambio, los seguidores de sus colegas republicanos aumentaron de forma notable. La revista concluye que las cuentas de tendencia izquierdista sufrieron una sangría de seguidores, mientras que los usuarios de derecha florecían. Es decir, que Musk  disfruta de la simpatía de los conservadores y la animadversión de los demócratas. ¿Se volverá Twitter más de derechas con el nuevo propietario?

A la vista del resultado de la investigación, ¿deberíamos deducir que Musk es de derechas? Podría decirse que como cualquier empresario, salvo Jaume Roures. El 19 de abril, el New York Times titulaba así un artículo así al respecto: «El enigma de la ideología política de Elon Musk». Hay quien le califica de liberal y quien le considera un anarquista. Sus actuaciones tampoco permiten encasillarlo. Arremete contra el intervencionismo del gobierno, pero, a la vez, acepta gustoso subvenciones públicas millonarias o cuantiosas exenciones de impuestos. Y en cuanto a su postura hacia los presidentes, fustigó a Trump por su política de emigración, pero no duda ahora en denunciar que Biden es una marioneta de los sindicatos.

Siempre ha evitado aclarar su posición. Lo único que ha revelado, según la Wikipedia, es que se describiría a sí mismo como «medio demócrata, medio republicano». Ha intentado concretarlo, pero no nos saca de dudas: «Me sitúo en algún lugar en el medio, socialmente liberal y fiscalmente conservador». ¿Será centrista? Años atrás, dejó caer que no es «conservador», sino «independiente» y «políticamente moderado». Da toda la impresión de que, como buen magnate, Elon Musk se siente por encima de la política, un mero instrumento para conseguir sus intereses.

En España, la propia vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz, ha dicho que «Twitter le otorga a Musk una herramienta socialmente muy influyente, generadora de opinión pública, en la que se dirimen, a día de hoy, debates capitales sobre la libertad de expresión, las fake news, la postverdad y el control digital de nuestras vidas».

Precisamente, la vicepresidenta ha hecho mención a un artículo publicado por Greg Bersinger en The New York Times la pasada semana bajo el título: «El Twitter de Ellon Musk será un lugar aterrador». Entre otras cosas, el miembro del consejo editorial del periódico sostiene que cuando Musk dice que quiere convertir la red social en  un «campo inclusivo para la libertad de expresión» sus usuarios deben entender que esto significa «libertad de expresión para personas como Musk, un multimillonario y el hombre más rico del mundo». Según Bersinger, la relajación en la moderación que pretende Musk «no hará de Twitter un lugar mejor, lo hará mucho más tóxico».

Nadie se cree que al hombre más rico del mundo le haya entrado un arrebato de filantropía. Que su inversión multimillonaria se deba a un afán caballeresco de salvar de las garras de los malvados a la desvalida libertad de expresión. Tampoco Bersinger, claro. Según el periodista, lo que pretende es «controlar un megáfono». «Con su legión de seguidores -escribe-, Musk manejará un megáfono gigantesco sin límites para promover sus propias inversiones, despreciar las normas de salud pública y callar a sus críticos». De hecho, es lo que ha venido haciendo hasta ahora como simple usuario. ¿Por qué razón va a dejar de comportarse así siendo el dueño?

El interés no es tanto conocer la ideología de Musk, sino conocer la ideología con la que impregnará a Twitter.  Es el gran misterio, como decía el Times. Pero si repasamos su timeline, igual encontramos alguna pista. Baste como ejemplo su primer tuit tras anunciar su intención de comprar la compañía. «Lo próximo que voy a comprar es Coca-Cola para incluir de nuevo la cocaína». ¿Es un gracioso? ¿Nos está tomando el pelo? ¿Le gusta provocar? No hay duda. El prototipo de tuitero chistoso se ha hecho con Twitter y va a hacer con la plataforma lo que se le antoje, que para eso es suya. Ahora depende de nosotros si queremos seguirle o no

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