Desguaces Moncloa
«Lo que queda por ver es una lenta agonía del sanchismo»
Feijóo, que tiene nariz de halcón, invitó esta semana a Sánchez a apretar el botón electoral. Lo que queda por ver es una lenta agonía del sanchismo, como ya nos adelantaba la semana pasada algún periodista que huele el cambio. De momento, el Estado es la moneda de cambio de Sánchez para contener a sus socios y aguantar unos meses más en esta incomodidad de gobierno que algunos encuentran confortable.
Ahora ya sabemos que una parte del ejecutivo investiga a la otra mitad y que Sánchez no duerme profundamente por las noches, porque este gobierno tiene opositores por un lado, las derechas, y enemigos internos, que son sus socios de gobierno. La Moncloa es un nido de espías y conspiradores, y en medio del escándalo se apresuran a ponerles a sus socios una silla en la Comisión de Secretos a Voces y a descabezar el CNI si es necesario. Todo tiene un precio mas IVA y todo es poco para contentar a los socios.
Es un espectáculo curioso el que ofrece ahora el gobierno a los españoles, consiste en rebozarse alegremente por las moquetas de la Moncloa. Así es como ha venido pululando un ejército de pequeños espías audaces, que se dedican a sacar brillo a las alfombras y desenrollar los tapices, convertidos en felpudos para el independentismo. Desguaces Moncloa va taladrando y demoliendo los muros de la patria nuestra, quizás acaben tirando abajo el palacio para hacer unos apartamentos de lujo donde pueda alojarse la tropa de Pere Aragonès.
Hace poco Pedro Sánchez se disculpaba por confundir a Rufián con Abascal. Montaron el chiquipark en el Congreso entre carcajadas. «No le perdono que me llame Abascal», contestaba el otro como muy digno, y ahora comprendemos el despiste. Ya se sabe que con el amor no hay que hacerse muchas ilusiones. Ahora comprendemos que Abascal es la oposición y los verdaderos enemigos de los socialistas son aquellas bandas a las que tienen que espiar para poder pegar ojo. Ahora entendemos la risilla nerviosa y esa sombra de duda: ni ellos saben quién espía a quién o por quienes están siendo espiados.
Mientras la historia se reordena y se desordena en esta compraventa, vemos como las instituciones salen tocadas
Esta carrera de espionaje ya va siendo cada vez más escandalosa y a medida que uno escarba se muestra una cosa un poco repugnante. El culebrón ha ido conformando un estilo de política definido, con su propia forma de tomar el pelo a los españoles, con sus gestos y sus máscaras, sus sonrisas forzadas. Los indepes son un enemigo muy listo y peligroso, y ya que el Gobierno no puede con su agudeza, les compra. Mientras la historia se reordena y se desordena en esta compraventa, vemos como las instituciones salen tocadas. Lo mínimo que podía haber hecho el gobierno es mantenerlas escrupulosamente lejos del chantaje.
Lo que ha pasado al final es que el socialismo ha mutado socialmente, estéticamente, profesionalmente en esto que hoy gobierna y ya no tiene futuro ni proyecto de país que vendernos. La democracia es una carrera de galgos. Tras el shock nos vamos aclarando y ya intuimos que el postureo del móvil de Sánchez no es más que un alboroto para despistarnos de lo importante, es una estrategia de confusión del trilero que conoce a sus votantes, quienes seguirán haciendo antifranquismo después de Franco y votando lo que hoy gobierna. Sin embargo, para muchos el PSOE ha transmigrado en otra cosa y ya solo puede acabar asistido artificialmente en la Moncloa. Fuera de los muros de palacio queda el horizonte electoral, el ruido y la furia. Sale esa España postgolpista desguazada y sumergida en la negrura de un cuadro de Goya a pedir el cambio de ciclo.