El 'idilio' de Anson y Pablo Iglesias: ¿postureo transversal?
«Hay una España cainita y otra que no lo es. O que intenta no serlo»
El artículo de Luis María Anson en El Cultural, ‘Pablo Iglesias, la verdad de los años salvajes’, ha descolocado al personal. En él, ensalza a Pablo Iglesias, de quien dice que es «uno de los pensadores políticos más sutiles e intensos». Defiende también la «honradez de sus planteamientos capitalistas», carga contra el linchamiento sufrido en su «chalecito de clase media», que no «casoplón» de Galapagar y, vaya, elogia su libro autobiográfico Verdades a la cara (Navona).
Un artículo con alguna carencia de tildes marca de la casa. Cuando trabajé en su El Imparcial, como jefe de Cultura, pude apreciar su particular modus operandi periodística. Escribía sus artículos a mano, en lo que lo convierte, probablemente, en el único periodista en activo con semejante proceder. Romántico proceder, pero que genera problemas de edición.
Los redactaba en una especie de cuartillas que pasaban por varias manos antes de llegar a la pantalla. Más de una vez trasporté alguna de esas columnas de letra azul pálido desde un despacho a otro. Entonces, la redacción se situaba en un piso enorme del paseo de Pintor Rosales. El despacho del presidente, coronado por un retrato de don Juan de Borbón, era descomunal. Los redactores nos arracimábamos en lo que fueron las habitaciones de los niños y la cocina. A las secciones de Cultura, Deportes y Sociedad nos ubicaron en el office, esa antesala de la cocina en la que a menudo se colaba algún gerifalte en busca de hielos del dispensador de la nevera contra el que nos apretujábamos.
En aquella redacción había mucho alto cargo. Eran los protegidos de Anson, perfiles acostumbrados a mandar y cobrar abultadas nóminas sin aportar gran valor añadido. Él, en cambio, desde su despacho latifundesco, se dedicaba a trabajar. Escribía, y escribe, para varios medios, acudía a un sinfín de actos, atendía a unos y otros, y leía. Quizá sea el periodista español en activo que más ha leído.
El amor de Anson por por la cultura estaba, y está, por encima de ideologías (lo cual relativiza aquello de la poesía como arma cargada de futuro)
Leía a los de su cuerda y a los que no. Su amor por la cultura estaba, y está, por encima de ideologías (lo cual relativiza aquello de la poesía como arma cargada de futuro). Ahí tenemos su entusiasmo por autoras tan radicales como Angélica Liddell, a quien apoyó con la concesión del premio Valle-Inclán, con sus cincuenta mil eurazos de dotación.
A Anson le gusta el teatro, la poesía, la historia. Y provocar a su público natural. Lo hizo hace tres años cuando aceptó participar en el programa de entrevistas de Iglesias y en eso se parece al exlíder del Podemos, habitual en su día de platós comanche como el de El gato al agua.
El director del Diario de Noticias (de Navarra), Joseba Santamaría, se hacía eco de los ditirambos ansonianos hacia Pablo Iglesias como un aviso: «Ojo que Anson no da puntada sin hilo». Su implicación en las elecciones andaluzas del 19J podría ser un indicio de su latente deseo de volver a las arenas. A lo tonto, ha pasado ya un año de su descalabro en las elecciones madrileñas, abandono de la política y posterior corte de coleta. ¿Volverá? Ni idea. En cualquier caso, abracemos el abrazo de los distintos. Ese homenaje a la obra Genovés, en versión escultura o pintura. Bien sea por postureo transversal o para epatar a tu claque, me parece más saludable que otros ademanes. Feijóo lo sabe y por eso le está yendo mucho mejor que a su torpe predecesor. Porque hay una España cainita y otra que no lo es. O que intenta no serlo.