Un lío andaluz
«Los sondeos no auguran nada bueno para la izquierda andaluza. Ni para el PSOE, ni para lo que se supone que este partido tiene a su izquierda»
Acaso algún lector vea en el título de este artículo una alusión al surrealismo. No es esa la intención, aunque algo de surrealismo hay, para qué negarlo, en lo que está pasando en la irracional izquierda andaluza que anida a la izquierda del PSOE. No, el título no va por ahí. Tiene que ver con la expresión que la flamante candidata a la Presidencia de la Junta de Por Andalucía –la coalición izquierdista con más posibilidades de obtener representación en el Parlamento autonómico–, Inmaculada Nieto, utilizaba el pasado sábado a las 16.00 horas para rematar un tuit en exceso optimista: «Aquí está la unidad que nos reclamaban quienes no se resignan ni se conforman. Sumamos, avanzamos, estamos a vuestra disposición y órdenes. Vamos con todas, a por todas. Al lío».
No se me escapa que ‘al lío’ viene a ser algo así como ‘vamos allá’. Una especie de ‘adelante’, que por supuesto la candidata tiene prohibido emplear para no favorecer la candidatura rival de Adelante Andalucía, la de los anticapis y compañía, la de Teresa y Kichi, vaya. Pero, claro, el problema es que el lío en cuestión adquiría la noche misma un perfil muy distinto al rechazar la Junta Electoral de Andalucía la inscripción en la coalición de dos de las formaciones que, según Nieto, contribuían a la suma y al avance, Podemos y Alianza Verde, por haberse producido fuera de plazo. En otras palabras: del contenido de aquel tuit sólo sobrevivía ya el lío, y no en el sentido que se le da en la expresión citada, sino en el más prosaico de enredo o barullo. Unos y otros –o sea, los que están dentro y los que se han quedado fuera, respectivamente– se echaron en seguida las culpas de lo sucedido. Y por detrás de las discrepancias y acusaciones asomaba el enfrentamiento entre un Pablo Iglesias que ejerce de portavoz en la sombra de Podemos y una Yolanda Díaz que va urdiendo en torno a su persona, con más pena que gloria de momento, eso que llaman, como si estuviéramos en la Sudamérica bolivariana, Frente Amplio.
Ignoro los entresijos de la política andaluza, por lo que toda especulación por mi parte sobre la cuota de culpa que tiene cada facción en el lío que nos ocupa estaría fuera de lugar. Pero sí conozco bastante la política representativa, en especial la autonómica, por haber sido diputado por Ciudadanos en el Parlamento balear. Y conozco, claro, la forma de proceder de la mayoría de los representantes de Podemos que compartieron conmigo, entre 2015 y 2019, labores parlamentarias. Tanto ellos como nosotros éramos noveles. Nada sabíamos de cómo funcionaba aquello. Pero nuestra observancia de las formas era diametralmente distinta. No diré que en cuatro años nosotros no llegáramos alguna vez con retraso a algún pleno, comisión o acto institucional, sobre todo porque no éramos sino dos diputados para atender a la misma carga de trabajo que el resto de los grupos, todos bastante más numerosos; pero los de Podemos, que al principio eran diez –luego vinieron las peleas y las purgas y quedaron en siete–, habían convertido la tardanza, salvo alguna excepción, casi en una seña de identidad. Y quien dice la tardanza dice el respeto a la institución. La sensación de que el trabajo, fuera o no parlamentario, decididamente no era lo suyo se encontraba muy asentada en aquel Parlamento. Y, por lo que fui sabiendo, también en muchos más. En definitiva, lo sucedido ahora en Andalucía no debería causar sorpresa ninguna. Tratándose de Podemos, es más de lo mismo, aunque ahora las consecuencias, acabe como acabe el culebrón, serán sin duda mayores.
El caso es que los sondeos no auguran nada bueno para la izquierda andaluza. Ni para el PSOE, ni para lo que se supone que este partido tiene a su izquierda. Ya sólo faltaba el esperpento de la inscripción por entregas de las principales formaciones que integran Por Andalucía. Suerte que queda poco para el 19 de junio. Y aun sin olvidar que el azar tiene también sus derechos, todo apunta a que los resultados que arrojen ese día las urnas andaluzas serán el feliz anticipo de los que vayan a arrojar, a lo largo de 2023, las del conjunto de España.
Muy de acuerdo. Pero como andaluza, ahora me preocupa la turra barata que nos está dando y nos dará Macarena la de Graná, la más pesá del mundo en cuanto cruza Despeñaperros, fingiendose andaluza. De azote de Sánchez y sus secuaces, ahora la manda Abascal a azotar al bueno de Juanma. Vaya jugada mala.
Podemos no nació para la gestión y la política en las instituciones, sino para la agitación callejera y la confrontación social. A Vox le pasa algo parecido, pero sin tanta calle, donde no logra movilizar mucho, y espero que tarde o temprano se acabe estrellando. Al final, me quedo con el PP y el PSOE de antes, sin sanchismo.
Ojalá Feijóo tenga la capacidad de modernización de Felipe González y la capacidad de gestión económica de Aznar, pero sin corrupción. Jamás pensé que podría añorar el viejo bipartidismo, pero espero que se regenere, que buena falta le hace.
Ciudadanos fracasó por sus bandazos, el caudillismo, la mala dirección, la anteposición de sus intereses partidistas y sus cuadros llenos de personas arribistas sin preparación. Perdió toda credibilidad y dejó de ser confiable. Cs es lo que pudo ser y no fue. Fue una pena. Entre lo malo y lo peor, me quedo con lo malo.
Sin duda le engaña la memoria. El PSOE de González que ahora le parece bueno fue un foco de corrupción, Filesa, Matesa, Time Esport, Juan Guerra, Renfe, fondos reservados, Gal, etc y la modernización fue poner en su casa a tíos de cuarenta con prejubilaciones millonarias, asalto de instituciones como siempre hacen cuando gobiernan y un navajazo a la separación de poderes de la que no nos hemos recuperado ni hoy. No hay PSOE bueno en la historia de España, repáselo.
FG ha sido el mayor fiasco de esto que tenemos y llaman «democracia». Permitió la corrupción generalizada («Hay que capitalizar a la izquierda», «Robar para el partido no es robar», son frases de Alfonso, el hermano de Juan, Antonio, Adolfo, todos Guerra), que aún permaneció en Andalucía otros veinte años más (Chávez y Zarrías al timón, luego Griñán y Susana disimulando y consintiendo, incapaces de parar aquello). Lo peor con todo fue la «modernización» que usted añora. Cuando tuvo todo en su mano para hacer un estado moderno y ejemplar, FG se cargó, nada más aterrizar, la Educación y la Justicia, los dos pilares fundamentales de toda convivencia.
A Aznar le votamos muchos con la nariz tapada, por acabar con aquel socialismo repugnante de una vez y, sobre todo, porque nos creímos aquello de «la regeneración democrática», ¿recuerdan? Pues de regeneración nada de nada: más de lo mismo, más sofisticado.
¿Es este el bipartidismo que usted añora?
Es cierto que el panorama es desolador, los «nuevos» han demostrado el nivel y lo que nos espera, pero entre lo malo y lo peor el desastre llama a la puerta y, no, no es el lechero, se llama Sánchez.