El videoclip del 'president'
«Todos en Barcelona saben quién es Ayuso, nadie en Madrid sabe quién es Aragonés»
Ha cumplido un año en el cargo y se ha hecho un vídeoclip. Pere Aragonés, el casi desconocido presidente de Cataluña, se pasea por Palau (sede de la Generalitat) rodeado de música de fondo y explica sus logros. No son muy concretos, la verdad. Mucho «país» (palabra hiper repetida del discurso) y pocos hechos. Le basta con aparentar sensatez. Qué mejor para la Cataluña imaginada que un presidente de Esquerra Republicana (ERC) que se autocalifica de humilde, dispuesto a trabajar por «un país libre» (quiere decir independiente), pero sin ponerle fecha ni urnas al gran día.
Según el videoclip, durante estos últimos doce meses Aragonés ha trabajado «para situar a Cataluña en Europa» (¿en qué momento fuimos expulsados?). También asegura, sin que le le dé la risa, que es el presidente del «país entero». Ha olvidado que la fuerza más votada, con la que no hizo ni el gesto de pactar la legislatura, es socialista y que en un Parlament de 135 escaños se sientan 61 diputados constitucionalistas. Se trata de ganar tiempo, apretar muchas manos, aplazar diálogos, exigir dimisiones y ocupar butacas. Hasta el objetivo final de Esquerra: heredar los votos de la antigua Convergència, de los que ahora viven y mandan los republicanos. El huido Carles Puigdemont (JuntsxCat) y sus fieles groupies se lo están poniendo fácil.
La contribución del partido de Aragonés al estado español, en estos tiempos preelectorales, importa bien poco. España está en otras cosas. Preocupa o interesa el final de la legislatura de Pedro Sanchez, el éxito de Isabel Ayuso en el PP de Madrid, la capacidad de Yolanda Díaz de obtener votos a la izquierda del PSOE, el efecto (o ya no es efecto) Feijóo y la visita relámpago del Emérito a la Zarzuela. Fuera de Cataluña, más allá de los politólogos, pocos ciudadanos saben el nombre y apellido de la persona que dirige la Generalitat desde hace un año.
La última vez que escuché en Madrid, en un coloquio de amigos, una mención al presidente catalán fue en estos términos: «¿oye, cómo se llama el nuevo de la Generalitat, el que siempre está a punto de reunirse con Sánchez, el que nunca saluda al Rey?»
Aunque las comparaciones son odiosas, resulta que todos, absolutamente todos en Barcelona, saben quién es la presidenta de la Comunidad de Madrid. Algunos se empeñan en sentir lástima por los madrileños, en predecir diluvios de extrema derecha; otros rezan para que llegue alguien parecido a Cataluña y les baje los impuestos. Todos conocen a Isabel Ayuso. Saben mucho de ella, hasta de sus novios, y no digamos del hermano contratista. Ya lo dijo Oscar Wilde, «la única peor cosa a que hablen de ti, es que no hablen de ti».
Curiosamente, el fugado de Waterloo ha recibido tres veces a Aragonés desde que fue nombrado presidente. En una anterior visita, Puigdemont le afeó a su supuesto homólogo el quererse apropiar de la «estrategia del exilio», la única que le queda. Tras el último encuentro de ambos no ha trascendido nada de interés, más allá de los comentarios sobre el aspecto de Carles, que se ha echado kilos encima y lleva el pelo peor que nunca.
Aragonés, por más que haga ver que pacta con el socialismo español, para las cosas de comer siempre vuelve al Junts de Puigdemont, mientras mira de reojo a los jóvenes antisistema de la CUP; no quiere dejarlos en libertad, necesita tenerlos cerca por si los necesita. No vaya el fugado a tener un gesto de valentía, el de volver a casa por Navidad. Sería detenido y encarcelado, desde luego, pero se convertiría en la mejor campaña de recuperación de votos para el nacionalismo clásico y de derechas, aquel de Jordi Pujol que ganaba con mayorías absolutas.
El actual president conoce su papel en el vodevil político, es el segundo de Oriol Junqueras, estratega que espera pacientemente a que acabe su inhabilitación. Si Puigdemont da las órdenes a la presidenta del Parlament catalán (Laura Borrás), Junqueras hace lo mismo con Aragonés. Y pocas veces coinciden unos y otros. Ese es el auténtico videoclip de la Cataluña de hoy.
El profesor de historia y ex preso Oriol Junqueras admira a los héroes, reza por la verdadera patria, cree en el destino que el cielo le tiene preparado. Desde que se negó a apoyar el nuevo Estatut de Pasqual Maragall, rompiendo el gobierno Tripartito, sueña con salir al balcón y proclamar la independencia. La suya será la buena porque se lo ha pedido a Dios. Las anteriores duraron minutos o días.
Entre las ensoñaciones de uno y de otro, el país sigue a la deriva, con un desgobierno al que los catalanes se van habituando. Cataluña ya no es el motor de la economía española. En el reciente vídeo republicano se pasa un túpido velo identitario sobre el PIB per capita catalán, situado en cuarto lugar, detrás de Madrid, País Vasco y Navarra. Maños y riojanos también se acercan. Los neoconvergentes de Puigdemont, que controlan otra entelequia, la Asamblea Nacional Catalana, han vuelto a poner fecha a la liberación. Será en 2025, más exactamente en febrero. Hasta entonces, lo único cierto es que Pere Aragonés trabajará para hacerse otro videoclip.