Nostalgia de una izquierda liberal
«La tradición socialdemócrata se caracteriza por cuidar lo social sin descuidar lo demócrata»
Los amigos se desesperan cuando escuchan mis lamentos por la izquierda que debería ser. A veces se callan, otras me chillan: ¡la única izquierda es la izquierda real! Según su tesis, izquierda y derecha serían contenedores vacíos que se rellenan al gusto de los tiempos: la nacionalización de las empresas estratégicas puede ser una medida izquierdas hoy y de derechas mañana si aparece en el programa de un partido conservador. Yo discrepo: si Supermán decide convertirse en villano no altera la definición de superhéroe; es él quien pierde la condición. Existen en los paradigmas ideológicos principios rectores esenciales, y por eso es posible decir que la actual izquierda española obra según valores contrarios a la tradición que emana de la Revolución Francesa.
Vuelvo a esta tribulaciones tras leer las cifras de desempleo (estamos por debajo de los tres millones por primera vez desde 2008) y recordar la aprobación del Ingreso Mínimo Vital, la Ley de Eutanasia y la subida histórica del Salario Mínimo Interprofesional. Es un buen balance social para un gobierno socialdemócrata, y por eso lamento que su balance en otras esferas sea peor que deficiente. Quizá haya olvidado que la tradición socialdemócrata se caracteriza por cuidar lo social sin descuidar lo demócrata.
Da reparo recordarlo, pero no hay democracia sin respeto a los principios liberales sobre los que se sustenta su ideal, y por esta razón hablar de izquierda democrática es necesariamente hablar de izquierda liberal. Aprovecho para recordar a quienes rehúyen el término «liberal» -como antes a quienes rehúyen el término «izquierda»- que el liberalismo tiene una tradición intelectual que trasciende a Isabel Díaz Ayuso; existe un liberalismo real como existe una izquierda real. Y los principios del liberalismo son claros: democracia como sistema de organización social, imperio de la Ley, separación de poderes, respeto por los derechos individuales, igualdad entre ciudadanos, libertad de expresión y defensa del pluralismo, respeto a la ciencia y rechazo a la superstición. Y sobre este suelo debería erigirse todo proyecto político que aspire a ser democrático.
Nuestra izquierda se ufana en blindar privilegios y es cómplice de aquellos que pretenden deshacer el Estado como unidad de decisión, legalidad y justicia redistributiva. Pero además de su entrega del ideal ciudadano a cambio de identitarismos baratos, este Gobierno traiciona el ideal liberal en su decidido afán de colonizar de las instituciones, despreciar los procedimientos y violentar la separación de poderes. Es por todo ello que urge reivindicar la dimensión liberal que toda izquierda democrática debe tener. No es justo tener que elegir entre socialdemocracia y Estado derecho.