La economía inteligente
«La refabricación impulsa una industria de alto valor añadido, crea empleos y ayuda a cumplir nuestros objetivos climáticos»
Lo que es bueno para el medio ambiente es bueno para la economía y la sociedad en su conjunto. Esta afirmación, que es la base del Informe Stern de 2006 sobre la economía del cambio climático, podemos ratificarla hoy, más de quince años después, y además afirmar, sin temor a equivocarnos, que sin medio ambiente no hay mercado.
Basta poner como ejemplo que los más prestigiosos fondos de inversión ya no se plantean opciones que no se asienten en un principio de sostenibilidad. Larry Fink, presidente del fondo de inversión BlackRock, afirmó en 2020 que su grupo dejaría de apoyar a los equipos directivos que no aportasen información concreta sobre los progresos de sus empresas en materia de sostenibilidad.
También la fundación Ellen MacArthur ha señalado en un estudio reciente que más de un 40% de las oportunidades que tenemos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en nuestro día a día residen en la forma en la que diseñamos, producimos y consumimos. En definitiva, en la forma en la que nos comportamos como sociedad.
Es precisamente aquí donde la Economía Circular ocupa un lugar central y, dentro de ella, la refabricación, el proceso por el que se desmonta totalmente un producto usado, se limpia y se repara, añadiendo si es necesario nuevos componentes, para después volver a ponerlo a la venta con pleno rendimiento y, como mínimo, la garantía original del producto.
La refabricación permite alargar la vida útil de los productos, evitar la extracción de materias primas y minimizar la dependencia de países terceros, aspecto muy relevante tras la última crisis de abastecimiento de chips y componentes que hemos vivido en Europa. La refabricación, por tanto, impulsa una industria de alto valor añadido, crea empleos y ayuda a cumplir nuestros objetivos climáticos.
Traducido en cifras, un producto refabricado evita hasta un 90% de emisiones de CO2 y permite hasta un 85% de ahorro de materia prima, unos datos que, en tiempos de cambio climático y escasez de recursos, resultan francamente interesantes, además de estar alineados con los objetivos del Plan de Acción de Economía Circular de la Unión Europea.
Si hablamos de empleo, más de 200.000 personas en Europa trabajan en esta industria que mueve cerca de 30.000 millones, una cifra que, previsiblemente, aumentará hasta los 90.000 en 2030. La refabricación impacta en el sector de la construcción, el textil, el digital o electrónico y también en la automoción, donde se trabaja prácticamente en todos los componentes de un automóvil.
Sin duda todos estos motivos son más que suficientes para que desde las administraciones públicas impulsemos, a la mayor brevedad posible, esta importante industria, así como una hoja de ruta, regulación y estímulos similar a la de otros países, como India, donde los productos y componentes refabricados tienen un IVA reducido que permite a los consumidores satisfacer sus necesidades contaminando menos y a precios más competitivos.
Refabricar puede ser, por tanto, la cuarta R que las empresas pueden añadir a las de reducir, reutilizar y reciclar. Una aportación desde el punto de vista medioambiental y económico que beneficia tanto a productores como consumidores y con la que sumar un paso más para lograr esa implantación de la economía circular por la que aboga la Unión Europea.
Debemos seguir avanzando de manera inteligente, dando pasos hacia una nueva economía que ofrece beneficios a la sociedad y el medio ambiente y que, sin duda, es necesaria y posible.