En las redes de un «tontopollas»
«En el pulso por captar un instante de atención, el exabrupto se impone al argumento y el chascarrillo a la ironía»
Alberto Núñez Feijóo, que no es uno de los quince mil mejores humoristas del país, se enredó tratando de hacer una broma en Granada con un elogio a la ciudad y a la vez un guiño gallego:
–El presidente de los EEUU hace más de veinte años estuvo aquí, el presidente Clinton, y dijo que ésta es la más bella puesta de sol del planeta. Yo no voy a discutir con Bill Clinton, porque Bill Clinton nunca vio la puesta de sol de Finisterre [risas]… Pero les puedo asegurar que esta es una de las más bellas puestas de sol del mundo [aplausos].
Si se oye el audio, a medida que se iba enredando Feijóo, uno sentía ese vértigo que provocan los equilibristas: «ay, verás que se la pega, verás que se la pega…». Y sucedió. Al final, el elogio acabó en que Finisterre era mejor aunque Clinton no lo supiera. Viéndolo, resultaba inevitable sentir cierta empatía, al menos para quienes tenemos esa habilidad de empezar una broma y acabar en un tiberio.
En el PSOE parece que pensaron, ahí va la hostia, ¡Feijóo acaba de perder Granada!, donde incluso el CIS daba al PP una ventaja considerable. Y el presidente de los socialistas andaluces, Manuel Pezzi, aparentemente muy ofendido, sacó pecho:
–En Granada, a estos comentarios catetos, del que nos visita y dice que su pueblo o su puesta del sol es mejor, los llamamos, sin connotaciones sexuales, que es un «tontopollas»…
Qué cosas. Este Pezzi fue, en su momento, responsable de Educación. Sí, de Educación. No obstante, conviene aclarar que eso de «tontopollas» en Granada no es lo mismo que en otro lugar. De hecho, seguramente lo pensaron muchos granadinos –con diversas variantes tipo «¿pero qué polla ni polla de polla dice el tontopolla éste?– pero hay que ser muy tontopollas para pensar que puedes llamar tontopollas al presidente del PP, y que eso no se va a volver contra ti, reproducido decenas de veces más allá de Granada. Ayer, muchos medios madrileños tenían que aclarar que la palabra efectivamente carecía de connotación sexual.
Juan Espadas se quiso sumar al escarnio de los atardeceres, también convencido de que Feijóo había protagonizado un salto al vacío:
– Lo de Feijóo es una cagada, una falta de respeto a Andalucía…
¡Una falta de respeto a Andalucía! Ahí es nada. No ya a Granada, humillada en el Campeonato Mundial de Atardeceres, sino toda Andalucía de forma solidaria, porque un malagueño en el Balcón de Europa, un gaditano en El Palmar, un sevillano en una terraza con vistas a la Giralda, un cordobés con la perspectiva del puente romano reflejado en el Guadalquivir con la Mezquita, un jienense entre olivares y palacios del Vandelvira, un almeriense en El Cabo de Gata o un onubense en la lonja pesquera de Isla Cristina… sólo podían sentirse vejados, o qué vejados, ¡ultrajados! ¡escarnecidos! ¡denigrados!
–¡Será tontopollas!– debió de pensar el presidente del PSOE andaluz al oír al candidato socialista, Juan Espadas, pero no lo dijo al ser candidato socialista.
Y esto es lo más apasionante que ha quedado del primer fin de semana de campaña, en víspera del primero de los debates electorales. La tiranía del clic devalúa mucho la política, hecha cada vez más a golpe de tuit, a golpe de frase altisonante con pólvora de titular, a golpe de likes o de trending topic. Esa patología, en campaña, alcanza el paroxismo. La lógica de las redes se impone. En el pulso por captar un instante de atención, el exabrupto se impone al argumento, el chascarrillo a la ironía, las ocurrencias a las ideas, la tontada a todo. O sea, es fácil quedar atrapado en las redes de un tontopollas.
Nota bene.- A Bill Clinton lo llevaron a San Nicolás, porque recordaba un atardecer maravilloso en Granada, y después entendieron que no había sido allí sino en San Cristóbal. Fue un periodista quien le sirvió el titular: «¿Verdad que es la puesta de sol más bonita del mundo?». Clinton asintió cortésmente. En las viejas facultades de periodismo se enseñaba a no robar el titular, con el ejemplo del arzobispo de Boston que visita Nueva York y le preguntan «¿En principio va usted a visitar los prostíbulos de la ciudad?», y tras su no perplejo, titular «El arzobispo de Boston en principio no visitará los prostíbulos de Nueva York». Pero todo esto da igual. La campaña sigue su curso.