Los ingenios nada ingenuos de Sánchez
«Los trucos de Yolanda Díaz han inflado sobremanera el número de trabajadores empleados»
Definitivamente, el gabinete de Sánchez está instalado en la propaganda, de modo que no le importa la realidad de las cosas, sino la imagen que de las mismas sea capaz de hacer creer a la opinión pública. Y, si para ello hay que engañarla, se le engaña, frase que pronunció Jesús Gil en mi despacho al final del siglo pasado para explicar la conducta fiscal que seguía entonces el Atlético de Madrid ante la Agencia Tributaria. Y, en efecto, son múltiples los asuntos en los que se percibe la voluntad gubernamental de engañar a la sociedad española con tal de intentar convencerle de las bondades de la gestión llevada a cabo por Sánchez. Baste con referirnos a algunos.
Transcurridos varios meses de aplicación de la contrarreforma laboral, es innegable que se ha producido la masiva sustitución de contratos temporales por contratos fijos discontinuos, lo que provoca un efecto estadístico perverso para la fiabilidad de las cifras de empleo en las series comparativas. Así, mientras que en el primer supuesto se computaba como empleado solo al trabajador que estaba realmente empleado, en el segundo -contrato fijo discontinuo- se considera empleado durante todo el año al trabajador que ha suscrito el contrato, esté o no trabajando en el momento del cómputo. Lo anterior no tendría relevancia si las cifras de contratos fijos discontinuos se mantuvieran estables en el tiempo, pero por obra y gracia de la contrarreforma de Yolanda Díaz el número de fijos discontinuos se ha multiplicado por siete, desvirtuando de manera considerable los datos de empleo e inflando sobremanera el número de trabajadores empleados. Es obligado reconocer lo ingenioso del artificio estadístico construido por la vicepresidenta que, desde luego, no tiene nada de ingenuo.
Adicionalmente, esta sobrevaloración del empleo les sirve a los de Sánchez para resaltar la aparente contradicción entre las estadísticas del mercado laboral -ficticiamente espectaculares- y los datos oficiales que proporciona el INE sobre la evolución del PIB -mucho más modestos-. De esa manera preconstituyen argumentos falaces -poco ingenuos- para intentar descalificar la labor de un organismo que lleva décadas trabajando con un rigor y una seriedad que solo han sido cuestionados por los gobiernos de Franco y de Pedro Sánchez.
Otra maquinación no ingenua que pretende ser ingeniosa consiste en la pasividad gubernamental ante los efectos que la inflación supone para los impuestos que pagamos, especialmente el IRPF. Aparentemente, el Gobierno na ha hecho nada, pero en realidad su inacción al no actualizar los parámetros monetarios del impuesto supone aprovecharse ilegítimamente del fenómeno inflacionista que azota a las familias españolas, especialmente a las más necesitadas, que ven crecer la carga fiscal real que se les exige al tiempo que el Gobierno disfruta de un injusto aumento de la recaudación tributaria.
Por otra parte, conforme avanza el proceso judicial por el rescate que la SEPI hizo de la sociedad Plus Ultra, se va confirmando la verosimilitud de la denuncia pública realizada en su día por el director de THE OBJECTIVE: no fue una ingenua ayuda a una compañía rescatable como se nos quiso vender desde Moncloa, pues la citada compañía aérea no cumplía -no cumple- los requisitos establecidos para ser rescatada. Por el contrario, la operación consistió en un «ingenioso» traspaso indebido de recursos públicos a unos amiguetes, socios o compadres. El inmortal Gila lo hubiera expresado así: «Alguien se ha llevado algo». Probablemente, los tribunales acabarán resolviendo algo más.
Pero la actitud ingeniosa carente de ingenuidad no tiene lugar exclusivamente en asuntos de dinero porque ¿Qué decir de la innombrable forma en la que se ha modificado la posición tradicional del Estado Español sobre el Sáhara? ¿Y del modo en el que se nos ha querido explicar? Aquí, el pretendido ingenio ha consistido en intentar vendernos que con ello se ha evitado un conflicto con Marruecos. Pues si así ha sido, lo es a costa de crear otro con Argelia, de suerte que, conflicto por conflicto, poco hemos ganado. Pero, aún más, es que Sánchez no ha explicado todavía ni la premura de su decisión, ni el motivo por el que la llevó a cabo a título personalísimo, sin contar con su Gobierno y sin ni siquiera informar previamente a sus propios ministros. Es posible que con el tiempo conozcamos la verdadera causa del inexplicable giro copernicano dado en nuestra política exterior y en ese momento descubramos la motivación que llevó a hacerlo al ingenioso y nada ingenuo que lo hizo. Y a lo peor, incluso también guarda relación con el dinero.