Los Meloni de Vox
«El problema que tiene Vox es que un grupo mesiánico se está haciendo fuerte en la dirección y marca el tono de las campañas, de los discursos y de las palabras»
Francamente, traer a Giorgia Meloni a soltar incorrecciones políticas con un tono desgañitado, en plan graderío de fútbol, es una enorme torpeza de Vox. ¿A quién se le ha ocurrido poner a una rupturista agresiva a presentar a Santiago Abascal, cuya única salida es pactar con el PP?
Hablo desde la frialdad de los porcentajes, la representación y el reparto de cargos públicos. No olviden los populistas que esa misma senda siguió Podemos, poniéndose chulo con la puridad de los principios para salvar la patria, que diría Meloni, y ahora es un cadáver.
Puede ser que Fratelli d’Italia, el partido de Meloni, esté en las encuestas por encima del 20% de los votos, pero la copia de modelos no funciona. No sirvió cuando quisieron parecerse a Marine Le Pen, y ahora tampoco. El motivo es que son realidades distintas. Es más; que funcione en Italia con ese porcentaje no significa que eso sea bueno para la convivencia democrática.
Si se ganan votos a través de la agitación se acaba pagando. No hay referencia histórica en los últimos doscientos años de un partido agresivo que haya mejorado la convivencia. Las democracias se sostienen con la moderación porque es la vía del conflicto, no con la polarización, que es su muerte. La agitación siempre termina mal, como Trump y el asalto al Capitolio.
En las palabras de los amigos españoles de Meloni hay un regusto a que el resto de partidos son tramposos, traidores o cobardes a «la patria». No preguntes qué es la patria porque la patria son ellos y la idea de comunidad reconstruida sobre la tradición y la verdad. Ya lo dijo uno de sus dirigentes en la Asamblea de Madrid: lo suyo no es el liberalismo ni el conservadurismo, sino el «patriotismo social». Sus palabras destilan aquello que decían los joseantonianos: «Amamos España, pero España no nos gusta. Vamos a cambiarla».
Los amigos españoles de Meloni tienen un estilo populista, de ahí el tono y los gritos, la violencia verbal y gestual, el trazo grueso y la apelación al integrismo. En el fondo sueñan con flagelar a los mercaderes del templo, a los Soros y progres de turno por contaminar la tierra, la fe y los principios, y ansían refundar el paraíso perdido.
El problema que tiene Vox es que un grupo mesiánico se está haciendo fuerte en la dirección y marca el tono de las campañas, de los discursos y de las palabras. Una cosa era tomar el papel político que había abandonado el PP de Mariano Rajoy, dar la «batalla cultural», responder al «consenso progre», y otra muy distinta blasonar modos y palabras del nacionalsindicalismo. Es tan insoportable como el victimismo que destilan: todos van contra ellos porque dicen la verdad.
Puede ser que este estilo y discurso sea solo apariencia, instrumentos para movilizar a un segmento de la sociedad. Quizá hayan pensado en esa parte que quiere escuchar diatribas contra el sistema y sus partidos, canalizando así la rabia y el descontento hacia las urnas. Al tiempo presentan la medida más sencilla y emocional que existe: apartar de la vida pública a los autores de sus desdichas. Es como si tras hacer un estudio para captar votos hubieran visto que existe un porcentaje considerable de gente enfadada a la que pueden captar con esa dureza.
Afortunadamente todo Vox no es así. Hay otros que tienen los pies en la tierra, y saben que ser extremistas les aleja de un partido de centro-derecha como el PP a la hora de pactar. No vale decir que los populares ya pasarán por el aro después del 19-J. Es preciso ser más responsable con la situación social, económica y política. Nunca está de más ver a largo plazo, con perspectiva, sopesando las libertades de las que disfrutamos, sabiendo que no son indestructibles.
Incluso a los amigos españoles de Meloni les convendría algo de inteligencia política. Esa que enseña que pactar cargos y prebendas en instituciones despreciadas por ellos, como las autonómicas, con los mismos a los que se insultó, a los que se señaló como culpables del mal de la patria para inflamar a tu electorado es un suicidio organizativo y electoral a medio plazo.
Buenos días Vilches
No se si hay una radicalización a lo Meloni, es dificil saberlo cuando desde los medios de comunicación se desvirtua sistemáticamente el mensaje.
Si me parece que hay una camarilla, grupo mesiánico, que en la idea de evitar que se cuelen frikis/oportunistas locales está acabando con muchas expectativas de personas válidas, pero que no estaban dispuestas a esa continúa tutela desde Madrid.
Entiendo que hay que dar un mensaje homojéneo en toda España, y entiendo que cualquier chorrada que diga un concejal de abastos de San Chirimollo de Abajo, por ser de VOX, se saque de quicio y que haya que controlar esas cosas. Pero el control que hay desde arriba, en el mas puro estilo PePero, es lo que me parece que está alejandolo de cuadros válidos.
Supongo que lo de «grupo mesiánico» va con segundas. Yo también tengo ese temor. Pero sería un tema muy largo para discutirlo en una columna.
Me preocupa el seguidismo que se esta haciendo de la postura polaca en todo lo de Ucrania, cuando la postura húngara a mi me parece mucho mas acertada. Y yo creo que los «mesianismos» ahí tienen mucho que ver.
Un saludo cordial
Buenos días, Pasmao.
Es la ley de hierro de las oligarquías, que diría Robert Michels; es decir, como una camarilla se hace con el poder en un partido y pone al resto del partido a su servicio, con lo cual se confunde el interés de esa camarilla con el interés del partido. Si a esto sumamos que ese partido se vende como el partido que defiende los intereses verdaderos de España, resulta que esa camarilla es un grupo mesiánico sin respuesta posible.
Gracias por comentar.
Un saludo
Eso no dice la.ley de hierro de las oligarquías, si los objetivos de esa oligarquía formada en la cúspide del partido sigue defendiendo el bien general y sus principios éticos la oligarquía no tiene que ser necesariamente negativa, sino que como en un consejo de administración iría integrando a los más capacitados para seguir obteniendo beneficios, en esta caso, votos y logros sociales.
Yo era moderado, pero después de años viendo que la moderación se escora hacia la aceptación incondicional de premisas morales, ya no lo soy.
Nadie se plantea que el fin de la convivencia social se determina por parte de la izquierda y su control ideológico del debate público, la educación, la cultura…
Acertado comentario y buen punto de partida para cualquier análisis político o sociológico.
Yo era moderado, pero después de años viendo que la moderación se escora hacia la aceptación incondicional de premisas morales, ya no lo soy.
Nadie se plantea que el fin de la convivencia social se determina por parte de la izquierda y su control ideológico del debate público, la educación, la cultura…
Buenos días. He hablado muchas veces de las consecuencias del totalitarismo de la izquierda, pero no son los únicos. Gracias por comentar.