Lecciones de Andalucía
«Muchísimos andaluces ya han tomado plena conciencia del tipo de alianzas que Sánchez ha ido anudando para conseguir estar, a cualquier precio, en La Moncloa»
El sábado, durante la jornada de reflexión anterior a las elecciones andaluzas del pasado domingo, tuvo lugar en Valencia un acto que puede ayudarnos a entender mejor los resultados de las elecciones de Andalucía y, probablemente, lo que está pasando y va a pasar en España.
En Valencia, convocada deprisa y corriendo por Compromís, se celebró una fiesta con música y baile en honor de Mónica Oltra, vicepresidenta de la Comunidad Valenciana, a los dos días de haber sido citada como investigada por encubrir los abusos sexuales de su entonces marido a una menor de 14 años. El asunto es tan siniestro y tan grave que, aun respetando la presunción de inocencia, provoca el escándalo y el rechazo de cualquier persona. Y dedicar un acto festivo a alabar a la protagonista de ese siniestro asunto no puede por menos que repugnar a cualquiera con una sensibilidad normal y no pervertida.
La fiesta era, en el fondo y en la forma, un desafío en toda regla al presidente socialista de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, que, por su parte, también tiene a familiares cercanos acusados de maniobras turbias. Era un desafío porque era decirle a la cara que si tú eres presidente de la Comunidad, lo eres gracias a mí. Porque Ximo Puig, y con él los socialistas, llevan en el gobierno de Valencia desde 2015, gracias a la coalición que forman con Podemos y con este partido, Compromís, que se define, a su vez, como coalición de nacionalistas valencianos (proclives a unirse a los independentistas catalanes), izquierdistas de los del socialismo del siglo XXI (es decir, similares a los de Podemos) y ecologistas radicales y dogmáticos. En resumen, ¡lo mejor de cada casa!
O sea, le venían a decir a Ximo Puig que, si no apoyas a nuestra líder, vete desalojando el Palacio de la Generalidad. Y se lo decían con tanto descaro que cualquiera que lo viera comprendía sin que nadie se lo explicara hasta dónde llegan las alianzas que los socialistas, desde que Sánchez es su líder, mantienen con todos los grupos y grupúsculos comunistoides, independentistas e, incluso, terroristas sin arrepentir.
En este sentido la fiesta valenciana de exaltación de una presunta encubridora de delitos gravísimos era, sin duda, una descarada exhibición de lo que ha sido la trayectoria del PSOE desde que Sánchez se hizo con su liderazgo.
Seguro que muchísimos andaluces que fueron a las urnas el pasado domingo no habían contemplado el obsceno espectáculo de la vicepresidenta valenciana bailando y cantando, encantada de haberse conocido, a pesar de su situación procesal. Pero tampoco hay dudas, a la vista del catastrófico resultado que han obtenido los socialistas de Sánchez y sus socios preferentes, de que muchísimos andaluces ya han tomado plena conciencia del tipo de alianzas que el líder socialista ha ido anudando para conseguir estar, a cualquier precio, en La Moncloa.
Aunque al final, después de cinco días de tensión, no ha tenido más remedio que dimitir, sin reconocer errores ni pedir disculpas, al ver a Mónica Oltra y a sus partidarios y darse cuenta de que el PSOE actual se apoya en gente como ésta, lo lógico es experimentar un sentimiento de rechazo hacia este socialismo sanchista.
Cuando, además, la gestión política del gobierno de Sánchez está siendo catastrófica. Y ahí están los datos objetivos: el país occidental que peor ha tratado la pandemia, el que peor se está recuperando económicamente, el que peor tratamiento está dando a la carestía de la electricidad, el gas y los combustibles, el que tiene la inflación más desbocada, el que tiene peores cifras de paro. Por no hablar de los líos en que, de manera inmensamente torpe e incomprensible, este gobierno Frankenstein nos ha metido en las relaciones con nuestros vecinos Marruecos y Argelia.
A lo que hay que añadir el comportamiento de los socialistas catalanes, cada vez más nacionalistas, que niegan a más de la mitad de la población de esa región, que tiene el castellano como lengua materna y entre los que hay muchísimos andaluces, ese escueto 25% de clases en castellano, al que por ley tienen derecho.
Todo esto ha estado presente, sin duda, en los electores de Andalucía y por eso han dado al PSOE un resultado desastroso, el peor de la historia, que viene a unirse a los desastrosos resultados que lleva obteniendo desde que formalizó su coalición con los podemitas y el apoyo de independentistas y terroristas no arrepentidos. Porque hay que recordar que, en mayo del año pasado, en Madrid el PSOE pasó a ser tercera fuerza, y que en Castilla y León en febrero también tuvo un decepcionante resultado.
Después del monumental fracaso socialista en dos de las tres regiones más pobladas de España, Madrid y Andalucía, lo normal sería que desde dentro del partido surgieran voces y movimientos para exigirle a Sánchez, convertido cada vez más en un autócrata encerrado en sí mismo, un cambio radical en sus alianzas. Pero la experiencia de los últimos tiempos enseña que eso no va a ocurrir.
Primero, porque en el sistema de partidos que existe en España hay muy poca costumbre de practicar la crítica interna. Y en segundo y muy importante lugar, porque en el PSOE actual ya no hay socialdemócratas y lo que hay es nostálgicos del izquierdismo comunista. Hay que tener en cuenta que si los resultados del PSOE en Andalucía no han sido aún peores se debe a que, a fuerza de ser cada vez más podemitas, han arrebatado muchos votantes al Podemos original.
Por eso, es normal que muchos espectadores de la política nacional tengamos una cierta nostalgia de aquel PSOE de los primeros años de la democracia, en los que se convirtió en uno de los dos partidos en los que se sostenía nuestro régimen constitucional. O del que dirigió como presidente de la gestora que se formó en 2016, tras la dimisión de Sánchez, el líder socialista asturiano Javier Fernández, que, no lo olvidemos, ya denunció entonces que el PSOE con Sánchez se estaba podemizando.
Además, a estas políticas del PSOE que los ciudadanos cada vez aceptan peor, se une la magnífica campaña de Juanma Moreno Bonilla, que, tras casi cuatro años de espléndida gestión, ha sabido presentarse ante los andaluces como un líder sereno, humilde, capaz de escucharles y de ofrecer soluciones a sus problemas y sus aspiraciones. Que no sólo le ha llevado a la brillante mayoría absoluta que ha alcanzado, sino que, además, ha puesto de manifiesto la endeblez de Frankenstein y ha abierto la senda por la que Feijóo va a llegar más pronto que tarde a La Moncloa.