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Pilar Cernuda

Todos contentos

«Sánchez, más allá de lo que le está suponiendo la cumbre atlántica, atraviesa el momento más complicado de su mandato»

Opinión
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Todos contentos

Joe Biden y Pedro Sánchez. | Europa Press

La cumbre de la OTAN está saliendo bien, pero es tan irritante el triunfalismo de los sanchistas, que dan ganas de cruzar los dedos para que se tuerzan las cosas y se traguen sus palabras algunas personas que no merecen ser o haber sido miembros del gobierno español. 

Como la exministra González Laya, que acumuló tantos errores que tuvo que ser cesada, y que ahora se atribuye la iniciativa de proponer a Stoltenberg la cumbre del 2022 en Madrid. O el ministro Albares, que equipara la relevancia de esta cumbre con la caída del muro de Berlín. La manía de este Gobierno de exagerar sus logros hasta rozar el ridículo provoca vergüenza ajena. Señora Laya, ya que se pone medallas después de salir del Gobierno como salió, estaría bien que recordara, o que supiera, que la primera persona que dijo en una reunión de la OTAN que estaría bien que la cumbre del 22 se celebrara en Madrid para celebrar el 40 aniversario de la adhesión de España fue Mariano Rajoy. Que ha tenido el buen gusto de quedarse callado estos días ante tanto triunfalismo.

Dicho lo cual, reiterar que el Gobierno español ha estado a la altura en esta reunión internacional. Y el Rey Felipe, con un papel relevante en la cumbre, no solo por sus intervenciones públicas sino, sobre todo, por lo que hablado con los máximos dirigentes atlánticos, que saben que el Jefe de Estado cuenta con unos conocimientos y una capacidad de análisis muy superior a la media. Por no hablar de su dedicación incondicional a defender todo aquello que importa a España y a los españoles.

La cumbre está saliendo bien porque todo el mundo está satisfecho. Sobre todo Biden, que deseaba incrementar la actividad de Rota con más destructores y más personal, ya que es un puntal estratégico en el Mediterráneo. No se puede olvidar la relevancia de esa base durante la guerra del Golfo, el ataque a la Libia de Gadafi o el apoyo a la VI Flota en todas sus operaciones. Y para satisfacción, la de Pedro Sánchez, porque efectivamente la cumbre está siendo un éxito cuando escribimos estas líneas, a pesar de que se celebra en tiempos muy difíciles. Como apuntamos hace unas semanas, Sánchez mira con ojos de deseo la secretaría general de la OTAN, ya que Stoltenberg la deja en los próximos meses para convertirse en gobernador del Banco Central Noruego. Sustituir al noruego es uno de los sueños de Sánchez, que necesita una excusa para no ser candidato a las próximas generales, pues cree que las puede perder. 

Sánchez, más allá de lo que le está suponiendo la cumbre atlántica, atraviesa el momento más complicado de su mandato

No encuentra la manera de bajar la inflación, y recurrir a las ayudas y subvenciones a los más desfavorecidos no soluciona el problema. El resultado andaluz ha sido peor de lo que suponía y hará muy difícil recuperar a medio plazo la región que ha sido durante décadas feudo del PSOE y su principal caladero de votos. Y desde luego le inquieta a Sánchez la aplastante mayoría absoluta de Juanma Moreno, que borra el discurso que hasta ahora los socialistas consideraban la mejor baza contra el PP: que estaba obligado a gobernar con Vox allá donde se encontrara. Pues va a ser que no. En Andalucía no lo necesita, y Mañueco ya ha advertido a Vox que el presidente castellano-leonés es él y que se abstenga Gallardo de aventuras porque está decidido a gobernar según sus principios. Pero lo más grave para Sánchez es que cuando un partido aparece como ganador, puede darse por seguro que sumará más votos que cuando se le ve como perdedor. Ahí está el ejemplo de Ciudadanos, un partido que podría tener mucha más presencia institucional si no se pensara que va directo hacia la desaparición.

En estos días previos a la cumbre, además del resultado andaluz Sánchez ha vivido otro episodio negro en su trayectoria como presidente. Un episodio en el que ha aparecido su peor cara, la política y la personal. Se trata del asalto de centenares de inmigrantes a la valla de Melilla. Esta vez con un resultado trágico, una treintena de muertos, rápidamente enterrados para que no puedan actuar los forenses. 

Ese asalto a la valla ha provocado una declaración intolerable por parte del presidente español, que defendió la actuación de la policía de Marruecos -hoy su nuevo mejor amigo- y echó la culpa de todo a las mafias de la inmigración. Que existen, son una lacra, pero la intervención de la policía marroquí fue absolutamente deleznable. 

Sánchez dijo que lamentaba los hechos, pero se echó de menos una palabra de piedad hacia los inmigrantes muertos, heridos, masacrados y mal tratados. Solo una palabra de piedad, para hacer creíble su eterno discurso de paz y solidaridad.

La cumbre OTAN bien, gracias. Pero hay mucho que hacer por esta España crujida de problemas como consecuencia de un pésimo Gobierno.

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