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Rebeca Argudo

Irene Montero: siempre disponible

«Hasta Irene Montero sabe que Podemos ya es un cadáver político, el último zombie de la batucada brutalista que fue aquel 15M»

Opinión
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Irene Montero: siempre disponible

La ministra de Igualdad, Irene Montero. | Europa Press

Irene Montero está siempre disponible para dar a conocer su opinión y siempre vamos a poder conocer su opinión, así ha sido siempre y así va a seguir siendo, y la vamos a tener siempre a disposición para conocer su opinión, y aquí nos la está dando. Yo sé que parece que transcribo al gran Antonio Ozores o a Pepe Isbert, pero no. Juro que la que contestaba así, una y otra vez, al ser preguntada por aquella humillación pública que supuso que la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, le impidiera contestar ante interpelaciones directas de la prensa para conocer su opinión sobre lo acontecido en la valla de Melilla, era la ministra más prescindible de la historia de nuestra democracia. Sí la daba en ese momento, es cierto, pero contestaba con idéntica respuesta al resto de preguntas: que por qué no dio su opinión entonces, que hasta en cinco ocasiones no le permitieron hacerlo, que se la pidieron y no la dio, que si fue imposición del PSOE. Como un disco rayado, ella insiste en que siempre va a estar disponible para dar su opinión. Como toda respuesta. 

Menos mal que la que le quitó la palabra era otra mujer (sororidad, hermanas) y eso ni es machismo ni es nada. Si llega a ocurrir con, por un poner, Iceta, que es un hombre quien no le deja contestar, como si fuera una mermadita, como haría una madre con un niño no muy listo delante de sus amigas con hijos con altas capacidades, digo yo que la Montero -muy feminista y mucho feminista- se habría levantado y, como Donald Sutherland en La invasión de los ultracuerpos, habría levantado su dedito acusador y habría proferido el grito delator. Porque si eso te lo hace un hombre, te lo hace por el mero hecho de ser mujer. Si te lo hace una mujer, ya tal. Tiene ahí la Montero coartada para seguir tragando (con perdón) y mantener la poltrona del chiquipark para adultas que le puso Eldelacoleta, como antes te ponían una mercería o un estanco. Que tampoco es muy de adalid del feminismo, digo, pero ese ya es otro tema.

Yo no sé dónde tiene el límite la muchacha. En el pundonor, no, desde luego. A mí empieza ya hasta a darme cosica. A veces parece desorientada como una señora mayor a la salida del bingo, desubicada como Paloma Cuevas en una estación de autobuses, desesperada como Marta Sánchez porque ya no sabe dónde está su sueño ni por qué se fue. Con lo que ella ha sido. Que podía enviar al ostracismo en calidad de señoradé, que tenía batallones de asesoras para cuidar niños, climatizar coches o traer comida para perros, que nos consiguió solita a todas las mujeres de España cosas tan flipantes como que podamos elegir qué estudiar o con quién acostarnos. Que nos trajo la libertad sexual, tías.

Me pregunto cuántas de sus líneas rojas será capaz de traspasar, de seguir traspasando, claudicando mientras pone cara de estar logrando, por seguir hasta el último momento aferrada a la cartera ministerial. Y es que yo creo que hasta ella sabe que Podemos ya es un cadáver político, el último zombie de la batucada brutalista que fue aquel 15M, y que en cuanto salgan del gobierno se acabó lo que se daba. Que ahí ya pintan tirando a poco que les han comido la tostada. Pero menos es nada. 

Dice la Montero que a ella todo plin, que va a seguir trabajando en este gobierno de coalición y que está siempre disponible para dar a conocer su opinión. Y siempre van a poder conocer su opinión, así ha sido siempre y así va a seguir siendo, y la vamos a tener siempre a disposición para conocer su opinión, y que aquí nos la está dando. Y en puridad no miente: ella está disponible. Otra cosa es que le dejen o que a ella le dé la gana. Pero disponible, está. Y lo demuestra ahí con su sonrisa -una ya no sabe si es cinismo o estulticia-, contestando lo que le da la gana, pregunten lo que pregunten y aunque no tenga nada que ver, sin atisbo de decencia, que para eso tiene ella, como le dijo aquel lumbreras, un coño como una mesa.

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