Putin sí amenaza a España
«La guerra del hambre, o la política del hambre, es la forma en que Putin puede provocar un desequilibrio en Europa»
Hay que trascender la política doméstica para interpretar el tablero geopolítico, donde España puede ser una pieza secundaria en muchos sentidos, pero con protagonismo en otros, por geografía e historia. Y por tanto está expuesta a algunas amenazas, mayores de lo que se quiere pensar. Estos días puede ser tentador exprimir las ironías sobre los dirigentes de la extrema izquierda, que han decidido escenificar impúdicamente un infantilismo antiOTAN no ya naif sino cómplice con Putin, el autócrata capaz de generar simpatías en los dos extremos del arco ideológico. Se puede hacer casi una parada de freaks con los dirigentes que estos días han llenado las baterías de titulares con golpes de pecho entre ecos caducos del viejo OTAN no, bases fuera… Pero más vale darse un respiro esquivando ese bestiario para asomarse al tablero global, donde España es un país expuesto.
Algunos expertos están poniendo énfasis en algo que los mandatarios han decidido, en la cumbre de la OTAN, poner en sordina: la guerra del hambre. Así la ha denominado el historiador Timothy Snyder, profesor de Yale y experto en la materia, con varios libros notables. También Javier Blas, autor junto a Jack Farchy de El mundo está en venta. La cara oculta del negocio de las materias primas, elevado por Financial Times o The Economist a libro del año, donde se aproximan a la influencia y la forma de actuar de esas grandes compañías de materias primas: el hambre puede ser un instrumento clave. Esto ya se evidenció con la primavera árabe. Tal vez suene a exceso populista lo de Luigi di Maio, sucesor de Beppe Grillo en M5E y titular de Exteriores con Draghi, hablando de «la guerra mundial del pan». Pero, más allá de la retórica, apunta a eso que Snyder aborda como la Guerra del Hambre de Putin, parte esencial de su guerra contra Europa, con una lógica muy consistente.
Ucrania es un líder en la exportación de grano y, por tanto, fundamental en los equilibrios planetarios. Pero el bloqueo naval ruso ha abortado la posibilidad de mantener esas exportaciones. De persistir, como va a suceder, millones de toneladas de alimentos se pudrirán en silos y decenas de millones de personas en África y Asia estarán expuestos a hambrunas. En definitiva, ese jinete del Apocalipsis ya ha ensillado.
En este punto Snyder ha recordado que la Historia ayuda a abrir los ojos donde quizá la dinámica bienpensante del presente nos impide entender bien lo que se está librando allí. Stalin y Hitler ya ensayaron la hipótesis de que el grano ucraniano podía servirles para marcar el curso de la Historia. Stalin dejó morir en el Holodomor a cuatro millones de ucranianos; y –¿a ver si esto le suena?– la propaganda rusa además los estigmatizaba con la etiqueta de nazis. Hitler también calculó, en sentido inverso, que no necesitaría arrasar la URSS porque el hambre haría ese trabajo si controlaba la producción agrícola ucraniana. En efecto, ese fue un tablero clave de la guerra mundial.
La OTAN se compromete a mantener la mirada hacia el sur, pero solo la mirada, y además ahí se vería desbordada
Pero es momento de volver al presente: la maquinaria de propaganda de Putin ha trabajado concienzudamente antes y durante la invasión, con años de recorrido, para engrasar la aceptación social de su plan. Planteamiento: los ucranianos son nazis, de modo que todo resulta justificado sobre esa premisa. Puede parecer una caricatura, y lo es, pero han hecho su trabajo. A partir de ahí, una vez bloqueadas las exportaciones como ha activado tras las invasión, se desencadenaría el objetivo de la guerra del hambre.
En África y Oriente Próximo, áreas muy dependientes de Ucrania, acabará por haber conflictos en los próximos meses de invierno, y seguramente movimiento humanos de refugiados hacia el norte que van a generar inestabilidad en la UE. Es lo que Putin busca. Y con ese telón de fondo, bajo una crisis humanitaria significativa, se creará el marco propicio para rematar la operación rusa de propaganda culpando a Ucrania y ofreciendo soluciones. El objetivo de Putin será que se levanten las sanciones y se reconozcan las conquistas territoriales de Rusia.
La guerra del hambre, o la política del hambre, es la forma en que Putin puede provocar un desequilibrio en Europa. Naturalmente ese movimiento de población hacia el norte presionará particularmente a España. La OTAN se compromete a mantener la mirada hacia el sur, pero solo la mirada, y además ahí se vería desbordada. Se pueden enfrentar a un arsenal militar, pero no a imágenes de niños muriendo de hambre y masas humanas en movimiento.
Ese es el arma de la guerra del hambre, o lo que Di Maio llama «guerra mundial del pan». Y puede ser una prueba desbordante para Europa, por supuesto también para España, que afronta año electoral con un gabinete dividido y una mayoría reacia a asumir la realidad. Putin sabe donde se maneja; lleva años exprimiendo las contradicciones morales y las lógicas disfuncionales de la UE.