THE OBJECTIVE
Daniel Múgica

La maldita ley

«Los que pretenden reescribir la historia acaban de juntarse en los extremos, llevándose de por medio el sentido común, algo que siempre castiga el votante»

Opinión
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La maldita ley

Manifestación contra ETA tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. | Europa Press

La Ley de Memoria Histórica llega hasta 1983 y pone fecha al fin del franquismo. Borra de golpe la Transición española. Niega la existencia de las personas afines al régimen y la clandestinidad que forjaron la Transición, con el expresidente González a la cabeza de la disidencia. Con la ley de marras se puede acusar a González y cualquier miembro de su primer gabinete. Menuda barbaridad cuando Franco llevaba años criando malvas. Asusta la ocultación de la historia, menester en el que están Podemos y Vox y ahora el Gobierno. El problema radica que entre votar al PSOE y a Podemos se escoge al original, a Podemos y no a la copia, caricatura en la que se podría convertir el PSOE si no lo remediamos.

El PSOE de la clandestinidad y los militantes que estuvieron presos representan un manual de resistencia. No se debe achacar a un presidente de gobierno, Sánchez, un manual de resistencia.  Aunque debe gustar que se tuerza el relato. Ostenta el poder, leñe.

Los activos de la clandestinidad no se metieron en política por el ansia de pisar moqueta y comer canapés. Se creían la libertad, el único valor absoluto. Los que pretenden reescribir la historia acaban de juntarse en los extremos, llevándose de por medio el sentido común, algo que siempre castiga el votante. El PSOE gana y pierde solo, siendo el problema en ambos casos por cuantos escaños. La victoria abrumadora a Felipe se debió también al recuerdo de la República. Ahora quieren privar a la memoria de la Transición. Se cae en la infantilidad de intentar resetear los acontecimientos de un ayer claro, y los sentimientos y la vigencia del pensamiento. Andan los gobiernos europeos en lo mismo, con el cabreo lógico de los ciudadanos y la pronta y legítima ocupación de las calles. Parece que la izquierda a la que pertenezco se quedó en Chomsky, un fósil.

«Encerremos a Otegui y la tormenta parará un tiempo»

Las víctimas del terrorismo representan el manual de resistencia. Hay muy pocos colectivos que tengan el mismo sentido de la democracia, cuando han segado las vidas de los familiares de las víctimas por defenderla. Que el alcalde de Ermua, habiendo rectificado lo que no le disculpa, haya vetado la presencia de Marimar Blanco al acto de homenaje a su hermano es más que un acto de soberana estupidez. El alcalducho buscaba silenciar a las víctimas del terrorismo en el terruño donde fueron vejadas, violentadas y asesinadas. Le sugiero que se afilie a Bildu, la organización con la que compadrea. También le podemos llevar a la comisión de disciplina de los socialistas vascos, queja que no fructificará, pero de la que resulta obligado dejar constancia.

La ley es un insulto a las víctimas, y una oportunidad, mínima y aprovechable. Habla de condenar a los que se saltaron los derechos humanos antes del 83. Entonces Otegui estaba activo en ETA, pasándose por el forro los derechos humanos, haciendo del robo, el secuestro y la conspiración para el asesinato un modo vida. En base a la ley se puede acusar a Otegui con el fin de acabe en la cárcel, y a algunos de los dirigentes actuales de Bildu. No es una entelequia. Entre las víctimas firman grandes abogados, entre ellos mi primo Rubén Múgica, judío por más señas. Y grandes del pensamiento opuestos a los bárbaros, sin ir más lejos Fernando Savater, columnista de este digital.

No recuerdo a quien le contaba que las víctimas habíamos perdido la guerra de la memoria histórica, la reciente,  pero que resistíamos en las trincheras. Estaba equivocado.  Los que nos niegan el pan y el vino no paran de darnos motivos. Entiendo que ha llegado otro de los momentos de poner a Bildu contra las cuerdas y noquearlo. El pesimismo, normal por el cansancio de años de lucha, nunca ha sido un óbice ni ha hecho tirar la toalla. Que se lo pregunten a Felipe y al viejo partido, el que respira en gentes como Lambán, García-Page y un largo etcétera, los que empuñan la bandera de una socialdemocracia sin complejos.

Desde la izquierda se acusaba a Rajoy y a los afiliados del PP de complejines. Nos estábamos pegando un tiro en la rodilla. Los militantes del PP cayeron por las balas de ETA. En Euskadi no había diferencias de fondo entre el PP y el PSOE cuando sonaban los disparos. El eco sigue atronándonos. Encerremos a Otegui y la tormenta parará un tiempo.

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