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Yolanda y la izquierda perezosa

La izquierda parece dispuesta a defender todas las banderas, excepto la única que dio sentido a su propia existencia como movimiento social organizado durante los dos últimos siglos

Opinión

La vicepresidenta segunda del Gobierno e impulsora del proyecto Sumar, Yolanda Díaz. | Jesús Hellín/EP

  • Gallego practicante pese a residir desde la tierna edad de 5 años en Barcelona, ciudad donde se licenció en Económicas. Ha sido editor de El Correo Financiero además de colaborar en distintas etapas, entre otros medios de comunicación, en COPE, ABC, Es Radio, El Mundo y Libertad Digital.

En alguna parte le tengo leído a Mariana Mazzucato que la izquierda se ha vuelto perezosa. Algo, esa cómoda desidia intelectual consistente en continuar repitiendo lo mismo de siempre cuando todo a nuestro alrededor está cambiando tanto y tan deprisa, que no solo le ocurre a la izquierda aquí, sino en todas partes. Ahora mismo, guste o no, la derecha, y también en todas partes, dispone de una cosmovisión precisa, matriz cultural de la que se deriva un proyecto ideológico definido que, a su vez, se traduce en un paradigma económico coherente, el liberal o neoliberal según se le prefiera llamar. Frente a eso, ¿qué tiene la izquierda? Bueno, tiene la superioridad moral. ¿Y más allá de la superioridad moral? Más allá de la superioridad moral no tiene nada. Si tuviera algo, Yolanda Díaz no se vería obligada a estas horas a intentar alumbrar a toda prisa una criatura que sume ante las evidencias palmaria de que lo que había, Podemos, solo restaba. 

La izquierda que se quería distinta, transformadora y alternativa, Podemos, ha fracasado no por lo que dijeran o dejaran de decir Inda, Ferreras y Ana Rosa en las tertulias, sino porque, ya mucho antes de acceder a la mesa del Consejo de Ministros, había abdicado de innovar un pensamiento que apenas se reveló creativo para galvanizar la protesta en la calle, únicamente para eso. Y en ese terreno, el de la indigencia teórica, no parece que el proyecto germinal de Yolanda Díaz vaya a aportar demasiadas novedades. Porque lo que acaba de repetir la ministra de Trabajo en su presentación viene a constituir, en esencia, más de lo mismo que la izquierda a la izquierda de la socialdemocracia lleva diciendo desde hace algo así como medio siglo, a saber: que hay que subir los impuestos a los de arriba. Bien, pero es que eso solo es la distribución. 

La principal guerra cultural en la que hoy se bate la izquierda más a la izquierda es la que ha declarado contra sí misma

Y la economía también tiene que ver con la producción, un asunto, ese de la producción, sobre el que la izquierda alternativa parece que no dispone de absolutamente nada que aportar. Y cuando la gran desigualdad de rentas en un país la genera el mercado a causa de las características intrínsecas del modelo productivo de ese mismo país, el caso español sin ir más lejos, el asunto no se arregla con impuestos, por la muy palmaria razón de que resulta imposible corregirlo con impuestos. ¿Qué nuevas propuestas para tratar de alterar los rasgos dominantes en la especialización productiva hispana postula la nueva oferta electoral de Yolanda Diaz? Que yo sepa, todavía no ha pronunciado una sola palabra al respecto. Esa otra izquierda, la que se pretende distinta del PSOE, tiende siempre a dejarse llevar por el síndrome de Robin Hood, el justiciero que en su bosque de Sherwood expropiaba a los muy ricos para repartirlo entre los muy pobres. Pero Robin Hood no aspiraba a ganar el voto de la mayoría social en unas elecciones.

Y en unos comicios generales quienes deciden no son los márgenes, sino la parte mayoritaria de la distribución poblacional, la integrada por los varios estratos de las clases medias y trabajadoras. Porque el día que en España existan once millones de demandantes del ingreso mínimo vital, Robin Hood, sí, tendría alguna posibilidad de llegar a la Moncloa, pero no antes. La izquierda contemporánea se está volcando de un modo cada vez más obsesivo y monotemático con las guerras culturales. Pero la principal guerra cultural en la que hoy se bate la izquierda más a la izquierda es la que ha declarado contra sí misma. Porque parece dispuesta a defender todas las banderas, desde la de la minoría lgtbi a la del feminismo más intransigente, todas, excepto la única que dio sentido a su propia existencia como movimiento social organizado durante los dos últimos siglos. De todo tienen algo que decir, menos de la economía. Mazzucato anda en lo cierto: la pereza.

6 comentarios
  1. Pijolowcost

    Estoy bastante de acuerdo, sin rigor ni ser especialista político siempre me suena a lo mismo. Engordar a Papá Estado que nos dará de comer a todos y nos dará ayudas, subsidios, etc… Y sobre todo mantener a políticos que salvó política no han trabajado nunca. Y quien paga esta Fiesta? Y donde queda la libertad con tanto votó dependiendo del Estado? Avances sociales si, igualdad de oportunidades tb, pero gente chupando sin esfuerzo de lo que producen los demás no.

  2. kj26_

    La izquierda actual vive de ‘media docena de eslóganes y tres o cuatro relatos’.

    Observen con atención. Cada vez que estan delante de un microfono repiten los mismos eslóganes con estructura de eslogan. Y si tienen que decir algo mas largo tiran de ‘relato’.

    Lo curioso es que nuestra izquierda, repite como papagayo, los eslóganes creados por los izquierdistas que controlan las universidades americanas. Las cuales a su vez parecen actuar segun los intereses de unas fuerzas globalistas. Fuerzas que llevo tiempo tratando de identificar y no consigo. Parece que un tal Soros pertenece al grupo, pero no estoy seguro.

    En cualquier caso, el ecologismo climatico despendolado pretende empobrecernos a todos, sacrificando los puntales del estado de bienestar (energia abundante y barata entre otros). La izquierda con su superioridad moral y buena parte de la derecha con su inferioridad moral abrazan los eslóganes climaticos sin pensar.

    Con el feminismo y sus satélites pasa lo mismo. Los izquierdistas de las universidades americanas crean un relato y unos cuantos eslóganes. Nuestros izquierdistas no dan para mas y repiten y repiten los mismos.

    Detras de todo esto veo una incompetencia, una falta de sentido comun, un deseo de agarrar como sea un puesto pagado por el estado. Les falta sentido comun cuando al menos deberian adecuar el relato y eslóganes americanos a nuestra realidad. Pero ni en eso se molestan….

  3. JVallve

    Jubilados: 9 millones.
    Funcionarios y empleados públicos: 3 millones.
    Personas con incapacidad permanente: 1 millón.
    Total de personas cuyos ingresos dependen directamente del gasto público: 13 milones.
    Si a eso añadimos la cantidad de empresas cuya facturación depende en gran medida de contratos con la administración, seguramente tenemos 20 millones de personas cuyos ingresos dependen directamente de la discrecionalidad del Estado. Si sumamos los dependientes de esas 20 millones de nóminas: hijos y parejas, igual tenemos con que 30 o 35 millones de pesonas dependen de lo que el Gobierno diga o asigne.
    Ahora, García Domínguez, vienes y nos vuelves a contar por qué la izquierda va a perder el voto de una mayoría social.
    Está claro que los números se os atragantan a los de letras… y así nos va luego con los análisis.

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