Antonino, inaccesible al desaliento
«Antonino miente con estilo, porque es guapo, y lo sabe. Sonríe y entorna los ojitos con cara de bonachón mientras te dice a la puñetera cara que eres estúpido»
«He hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta» (Blaise Pascal, explicando lo difícil que es resumir y concretar exactamente lo que queremos decir). Hoy voy a explayarme para romper una lanza en favor de nuestro presidente del Gobierno. Ya es hora de que reconozcamos su capacidad más destacada.
Mario Draghi le bautizó como «Antonio» hace unos meses. Hoy quiero contribuir y ponerle en esta columna el apellido compuesto que le falta, y que hace honor a su mayor capacidad: «Pinocchio-Falcone». Porque al señor Antonino (disculpe presidente que use su diminutivo cariñosamente) Pinocchio-Falcone habría que hacerle súbito Doctor Honoris Causa por la Universidad de la Trola. Es el Catedrático de la mentira, y hasta el mismísimo Pinocchio (como dibujó Puebla de manera genial en una reciente viñeta) inclinaría su cabeza ante el paso del «maestro».
Antonino miente con estilo, porque es guapo, y lo sabe. Sonríe y entorna los ojitos con cara de bonachón mientras te dice a la puñetera cara que eres estúpido. Porque el magnánimo Antonio te va a regalar unos céntimos en la gasolina, cuando casi todo el precio de la la gasolina son impuestos que el Estado recibe y que tu pagas. Y tienes que agradecérselo. Porque te va a arreglar el problema de la luz, no te preocupes, pero el precio de la luz se dispara. Pero tú no lo entiendes. Pinocchio-Falcone dice que la culpa de la inflación la tienen las eléctricas y los bancos, y sus beneficios extraordinarios y que hay que ponerles impuestos especiales, cuando es el Estado el que mas está recaudando, pues es el que recibe la bonanza impositiva que provoca la inflación en la arcas públicas. Y estos impuestos especiales provocan que los precios de las acciones de los bancos, las petroleras y las eléctricas se desmoronen, lo que hace que sufran los fondos de pensiones de los millones de trabajadores, provoca que nuestra economía sea mucho menos competitiva y hace menos eficientes a nuestra empresas. Es obvio que a largo plazo nuestras hipotecas y nuestros recibos de la luz serán más caros gracias a Antonino. Pero por supuesto, Antonio es muy social, solo piensa en el pueblo.
Y acordémonos que Antonio nunca iba a pactar con Podemos, porque sino no podría dormir tranquilo por la noche. Pobre Antonino, debe de estar insomne.
Tampoco iba gobernar con el apoyo de los independentistas catalanes, ni por supuesto iba a indultar a los golpistas catalanes. Jamás, porque Antonio es un hombre de palabra.
Y lo peor es que Antonio, mientras sollozaba con el espíritu de Ermua, simultáneamente traicionaba y apuñalaba a la víctimas del terrorismo acordando una mezquina ley estalinista de memoria histórica justo con los asesinos de ETA. Recordemos a Pinocchio-Falcone con el semblante serio y ultrajado afirmando ceremoniosamente en múltiples foros y ocasiones que nunca iba a pactar con Bildu. Y resulta que (¡toma del frasco Carrasco!) nos ha blanqueado a Otegui, que es ahora un hombre de estado que va a acabar con la historia de la Transición, y nos va contar que los héroes de la democracia fueron los gudari perseguidos por el franquismo hasta 1983, si esos que nosotros pensábamos que mataban a niños con bombas en Hipercor. Pero Antonio es así, nos ilumina, porque nosotros simples plebeyos no comprendemos.
Nuestro Antonio nos habla como a palurdos mientras vuela en el Falcone calzando una bellas gafas de sol estilo John Fitzgerald Kennedy. Porque desde los cielos Falconianos, nuestros narcisista Antonino anda repartiéndonos nuestro propio dinero, cual Robin Hood desde los cielos, robándonos a nosotros mismos para darnos luego una limosna, para así tenernos necesitados, pues es la premisa básica del buen filocomunista: empobrecer y embrutecer al pueblo para que necesite al bien amado líder para sobrevivir. ¡Viva Antonino Pinochio-Falcone!
«Y lo peor es que Antonio, mientras sollozaba con el espíritu de Ermua, apuñalaba a la víctimas del terrorismo acordando una ley estalinista con los asesinos de ETA»
Porque recordemos que a Antonio lo expulsaron de su propio partido sus propios compañeros, aquellos que mejor le conocían (y más le temían por lo visto). El mismísimo diario gubernamental El País, en su editorial del día siguiente de su expulsión (1 de octubre de 2016 – esa hemeroteca que daño hace-) desveló la esencia perversa del personaje en cuestión (el subrayado es mío):
«En circunstancias normales en la vida de cualquier partido político, (…) deberían haber supuesto la dimisión automática de su líder. Cualquier dirigente político cabal lo hubiera hecho sin dudarlo. Pero Sánchez ha resultado no ser un dirigente cabal, sino un insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido antes que reconocer su enorme fracaso.
La sucesión (…) la cobardía de enviar a su número dos —tal vez el único que le queda al lado— a dar explicaciones en su lugar, son prueba del nivel de degradación en el que Sánchez ha dejado el cargo de secretario general del PSOE. En medio (…), se lanzó en tromba contra sus críticos, acusándoles —en la mejor tradición sectaria— de desviación ideológica y de trabajar para beneficiar al principal rival, el Partido Popular. Pero la gota que sin duda ha colmado el vaso ha sido la decisión de adelantar el congreso del partido con el exclusivo fin de hacerse reelegir y blindarse frente a una segura derrota en unas próximas elecciones, faltando así a los compromisos adquiridos con sus compañeros de partido, que supeditaban cualquier movimiento interno a la formación de un Gobierno».
Antonino Pinocchio-Falcone, inaccesible al desaliento mendaz es «un insensato sin escrúpulos». Menos mal que ya nos lo avisó El País (¡ja!).