THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Los oportunistas en la lucha contra ETA

«Tan, o más responsable, de la sangre vertida es el pistolero de turno que dispara un tiro como la ‘inteligencia’ que lo moviliza»

Opinión
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Los oportunistas en la lucha contra ETA

Por supuesto que los jefes de ETA son corresponsables, coculpables, de todos los asesinatos cometidos por sus comandos. Es extraño que tan tarde como ahora, en el vigésimo quinto aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco –que fue de una crueldad inaudita incluso para los parámetros del nacionalismo terrorista-, se instruyan causas contra «Anboto», «Kantauri», «Iñaki de Rentería» y «Mikel Antza», que constituían la cúpula de entonces. 

Tan, o más responsable, de la sangre vertida es el pistolero de turno que dispara un tiro como la «inteligencia» que lo moviliza. Para apretar el gatillo vale cualquier tarado, cualquier De Juana Chaos vale, por poner un ejemplo. Lo decisivo y demoníaco es el cerebro que lo dirige

Tras la liberación de Francia se movilizaron muchos intelectuales de izquierdas y de derechas para pedirle al general De Gaulle que tuviese clemencia y conmutase la pena de muerte a Brasillach, talentoso escritor condenado por colaborar, con sus escritos, con el invasor. Se le señalaba al general que el talento de Brasillach tenía mucho que aportar a la recuperación de la patria. De Gaulle se negó diciendo esta frase lapidaria: «El talento es una responsabilidad». Quiere decir que se puede ser indulgente con el criminal tonto, pero si es inteligente, es peor

A propósito de todo esto, y de las torpezas y mezquindades a las que hemos asistido durante estos días de aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, quiero señalar aquí algo que quizá no se ha apuntado bastante: los palos en las ruedas que pusieron, en la lucha contra ETA, buena parte de los estamentos intelectuales y periodísticos españoles tanto de izquierdas como de derechas. Sea porque esos estamentos no eran especialmente refinados, sea porque tienen por norma equivocarse, sea por cálculo político. 

Recuerdo perfectamente que a principios de este siglo cuantos más golpes asestaban la Policía y la Guardia Civil a la dirigencia de la banda, desarticulando sus comandos y su Estado Mayor, más menudeaban las voces en la prensa –especialmente en la nacionalista y en la de izquierdas— que sistemáticamente minusvaloraban esos éxitos, ponían en duda su veracidad insinuando que eran mera propaganda, subrayaban que en cualquier caso eran inútiles, ya que cuando caía una cúpula en seguida era reemplazada, e insistían en que la vía correcta era la del «diálogo» –o sea las concesiones y la sumisión, en beneficio de un bien superior–. 

Así fue cómo en el año 2000, cuando la ciudadanía de Barcelona salió multitudinariamente a la calle tras el asesinato del profesor Ernest Lluch, que era allí muy respetado y querido, la manifestación de repudio a ETA fue inesperadamente desvirtuada en beneficio de una reclamación de «diálogo» al Gobierno de entonces, presidido por Aznar, cuando ya era notorio, además, que éste lo había intentado el año anterior, infructuosamente por pura contumacia de la banda; así que aquella reclamación de «diálogo» fue un asombroso ejercicio de equidistancia masiva, típicamente izquierdista-nacionalista.

«También la derecha política y mediática (valga la redundancia) se dedicó con entusiasmo a poner palos en las ruedas de la lucha policial contra ETA»

También la derecha política y mediática (valga la redundancia) se dedicó con entusiasmo a poner palos en las ruedas de la lucha policial contra ETA, con una campaña puritana a propósito de los crímenes de los GAL. Aquella  campaña estentórea tuvo tanto éxito que llevó a la cárcel al jefe de la Guardia Civil, el general Galindo, al ministro del Interior, José Barrionuevo, y al subsecretario de Estado Rafael Vera, defensores del Estado en primera línea de fuego que en un país menos jesuítico en vez de ser encarcelados hubieran sido profusamente condecorados. Por lo menos, los errores, los excesos que cometieron, comparados con la tarea dificilísima, dolorosísima y casi inhumana que les tocó asumir en defensa del bien común hubieran merecido mucha más indulgencia de la sociedad y de los tribunales, y mucho menos fariseísmo.

Así, la izquierda y el nacionalismo catalán y vasco utilizaron las dificultades de la lucha antiterrorista para poner en aprietos al gobierno de Aznar, como antes la derecha lo hizo para debilitar el gobierno de Felipe González, a quien también quería encarcelar –su sueño húmedo inconfesable–.

En fin, mientras la frivolidad parloteaba, la Guardia Civil y la Policía Nacional seguían combatiendo y obteniendo éxito tras éxito hasta la derrota final de ETA, cuyos jefes están descubriendo estos días que sus cuentas no están saldadas.

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