El PSOEcidio
«La lista de damnificados con pedigree überpedrista y hoja de servicios ultrasanchista es tan enorme que con ella podría llenarse el Santiago Bernabéu»
Si algo pone de manifiesto la (de momento) última la purga interna que ha ejecutado Pedro Sánchez con mano de hierro es que el PSOE, bajo su reinado absoluto, ha dejado de ser un instrumento colectivo de transformación social para convertirse en una herramienta unipersonal al servicio de un político que no tiene más proyecto que él mismo y no profesa otra lealtad que a su persona.
En un pogromo digno de un cruel y refinado mandarín asiático, Sánchez ha presentado una enmienda a la totalidad al pedrismo fusilando al amanecer a sus últimos fieles; ya no queda vivo en su entorno prácticamente nadie del grupo de incontenibles juramentados en los que se apoyó para hacerse con las riendas del PSOE a lomos del ¡no es no!, del ¡somos la izquierda! o de los ¡militantes en pie! a los que engañó (y sobre todo se autoengañaron) para que le otorgasen más poder del que ha tenido ningún secretario general en la historia del PSOE. Un poder absoluto que Sánchez no ha dudado en utilizar para expulsar a todos ellos a las tinieblas exteriores sin mover un solo músculo de la cara cuando han dejado de resultarle útiles.
Ábalos, Lastra, Calvo, Elorza, Redondo, Salazar, Sicilia, un tal Gómez… la lista de damnificados con pedigree überpedrista y hoja de servicios ultrasanchista es tan enorme que con ella podría llenarse perfectamente las gradas del estadio Santiago Bernabéu. Y me temo que aún faltaría sitio.
«El Partido Socialista se ha convertido en una caricatura cruelmente desfigurada de lo que un día fue la organización política a la que toda la socialdemocracia europea quería parecerse»
Por el camino y gracias tanto a Sánchez como a todos ellos (no lo olvidemos, cooperadores necesarios y corresponsables todos del PSOEcidio), el Partido Socialista se ha convertido en un zombie irreconocible, una caricatura cruelmente desfigurada de lo que un día fue la organización política a la que toda la socialdemocracia europea quería parecerse y que el pasado sábado no fue capaz ni siquiera de lanzar ni una mínima protesta cosmética ante el crimen de lesa liturgia que supuso la ascensión de los nuevos designados digitales de Sánchez a la mesa de la ejecutiva socialista antes de haber sido votados por los miembros del Comité Federal.
Nuevos designados como Patxi López o Pilar Alegría que a pesar de que en la comparación con los cesados nos parezcan hoy Winston Churchill o Golda Meir redivivos y de que estoy seguro de que van a ser mucho más eficaces que ellos en sus encomiendas políticas, no son en estas circunstancias y en este PSOE más que carne de cañón dispuesta al sacrificio en cuanto comience la tortura china de las encuestas y, sobre todo, en cuanto los socialistas reciban el varapalo electoral que necesariamente van a sufrir en las próximas elecciones municipales y autonómicas, algo a lo que sin duda va a contribuir el error estratégico de realizar estos cambios en pleno mes de julio con la mitad del país de vacaciones y la otra mitad a punto de cogerlas.
«Cada vez estamos más cerca de que la mayoría de votantes socialistas reparen en que, a lo mejor, el problema fundamental es Pedro Sánchez»
Porque miren ustedes, por muchos cambios que se realicen, por mucho que se invierta en ablandar la voluntad de los votantes y por mucho esfuerzo que le pongan los nuevos equipos de Moncloa y Ferraz, la peor noticia para Sánchez es que tras traicionar a quienes le encumbraron y colocar a algunos de entre los más dóciles sus antiguos rivales internos al frente del partido y del gobierno, cada vez estamos más cerca de que la mayoría de votantes socialistas reparen en que, a lo mejor, el problema fundamental no es ni Lastra, ni Ábalos, ni Calvo, ni Elorza, ni Redondo, ni Salazar, ni Sicilia ni por su puesto ese tal Gómez al que nadie conoce, sino Pedro Sánchez. Solo Pedro Sánchez.