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Yolanda y los obreros de derechas

Los obreros, teórica base sociológica del socialismo democrático, se inclinan, sí, por la derecha más dura

Opinión

La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. | EFE

  • Gallego practicante pese a residir desde la tierna edad de 5 años en Barcelona, ciudad donde se licenció en Económicas. Ha sido editor de El Correo Financiero además de colaborar en distintas etapas, entre otros medios de comunicación, en COPE, ABC, Es Radio, El Mundo y Libertad Digital.

El marxismo-leninismo fue un error, pero un error de adultos. Por eso los dirigentes actuales que proceden de ahí, como la vicepresidenta Díaz, procuran no hacerse selfies adolescentes cuando recalan en Nueva York de viaje oficial. Renuncia que el resto de los mayores de edad no podemos dejar de agradecer. La foto que, en cambio, sí quiso buscar la ministra de Trabajo en la Gran Manzana no apelaba a mitologías urbanas extraídas del cine, sino a otro tipo de mito, el que ahora mismo encarna la persona del senador demócrata Bernie Sanders en la siempre peculiar izquierda norteamericana. Al respecto, la vicepresidenta Díaz ha subrayado que ambos comparten «agendas comunes». Yolanda Díaz, pues, quería enfatizar que se identifica políticamente con el viejo, entrañable y honesto activista socialdemócrata yanqui al que no vota jamás ningún obrero yanqui ni por casualidad. 

Porque los obreros, los obreros industriales de verdad, los de mono azul y casco de plástico reforzado, de sobra resulta sabido, no votan a Sanders. Y es que los obreros de allí, al igual que la mayoría de los europeos, ya hace muchos años que no apoyan a ningún candidato al que se asocie con la izquierda. Bien al contrario, los obreros americanos se alinean hoy, y también como ocurre con sus congéneres en tantos rincones de Europa, con la derecha más extrema. Así, al referente de Yolanda Díaz en la república imperial lo apoyan, sobre todo, los universitarios blancos de clase media, esos que viven angustiados ante la dificultad creciente para poder devolver los créditos bancarios con que financiaron sus estudios, además de por la frustración paralela de no verse capaces de reproducir el estándar de vida que disfrutaron sus padres cuando los buenos viejos tiempos previos a la mundialización. 

En el país de la derecha dura, los obreros, teórica base sociológica del socialismo democrático, se inclinan, sí, por la derecha más dura. Un sesgo contemporáneo de esa clase social específica que, por lo demás, sigue sin suscitar ni una sola reflexión autocrítica por parte de progresistas como el senador Sanders o la vicepresidenta Díaz. Que en tantos lugares de Occidente la clase trabajadora clásica se reagrupe políticamente cada vez más cerca de la extrema derecha, por lo visto, constituye un fenómeno aleatorio que nada tiene que ver con las políticas ordinarias que practican las formaciones socialdemócratas y socialistas en el tiempo presente. Pero, contra lo que quiere creer la gente como Sanders o Díaz, sí tiene que ver. Y mucho además. 

Que en tantos lugares de Occidente la clase trabajadora clásica se reagrupe políticamente cada vez más cerca de la extrema derecha, por lo visto, constituye un fenómeno aleatorio que nada tiene que ver con las políticas ordinarias que practican las formaciones socialdemócratas

Para la América de la élite joven, abierta y progresista, la formada en los campus de prestigio y en las páginas editoriales del NYT, el equivalente anglo a nuestra Lilith Verstrynge para entendernos, el fenómeno solo se puede entender porque todos esos paletos incultos y pueblerinos racistas, los votantes de Trump, se pasan el día viendo y escuchando en la Fox a predicadores y tertulianos ultras a través de sus receptores de radio y televisión. Allí y aquí, la izquierda se sigue empeñando en no querer acusar recibo de lo obvio para todo el mundo excepto para ellos, a saber: que las migraciones intercontinentales masivas e incontroladas de mano de obra muy poco o nada cualificada, fenómeno unido a la irrupción de la ubicua competencia comercial asiática, ha hecho volar por los aires las antiguas premisas que servían para asignar las lealtades políticas de la población entre la izquierda y la derecha. 

Mientras termino de redactar estas líneas, el ministro Escrivá se dirige a la prensa con el fin de anunciar una muy inminente reforma el reglamento de extranjería de resultas de la cual miles de inmigrantes extracomunitarios podrán incorporarse al mercado laboral español. Y, menos los economistas, todo el mundo sabe que mayor oferta de mano de obra se acaba traduciendo siempre en reducción de salarios por efecto del nuevo equilibrio entre oferta y demanda. Otra evidencia palmaria que los progresistas estilo Sanders y Díaz tampoco quieren ver. Pero bienvenida sea, en fin, esa «agenda común» entre ciegos y sordos.

4 comentarios
  1. JVallve

    Vaya hombre! Por lo que vienen diciendo desde hace casi 3 décadas políticos y la totalidad de compañeros de profesión de García Domínguez, yo tenía entendido que venían a pagarnos las pensiones, que ningún ser humano es ilegal y que si nuestros hijos tienen gatos y perros en vez de nuestros nietos, nuestros hermanos de piel morena y cultura del pleistoceno vendrían a darnos esa sangre nueva que nos cuidará con esmero, cariño y sueldo de boliviana. Ahora sí que no entiendo nada! En cualquier caso, que a nadie se le ocurra tocar mi pensión de 2.300 en 14 pagas actualizada por decreto según IPC! Porque bien que me la he ganado!

  2. Apeiron

    Las consecuencias de la inmigración descontrolada no se sufren en los barrios acomodados, sino más bien en los humildes. Estos se convierten en focos de delincuencia, ya que muchos de los que vienen también traen consigo las prácticas violentas que aprendieron en sus países de origen. En un país como el nuestro, con un código penal pensado para perseguir y castigar robagallinas, se puede ejercer la violencia de barrio con impunidad, ante la indefensión de las víctimas.
    Recordemos lo ocurrido en el barrio de St Denis en la final de la Champions league y preguntémonos a quien votaríamos si no tuviéramos más remedio que vivir en un barrio así.

  3. ToniPino

    Los investigadores Geoffrey Evans y Daniel Oesch son escépticos a esa creencia de que los partidos de derecha dura, o como se quiera llamar a esos partidos como Vox, sesgan arrasando entre los obreros en toda Europa, aunque en Francia es una marcada tendencia real.

    En el caso de España, en los barrios obreros el PSOE sigue siendo mayoritario, aunque en las pasadas elecciones autonómicas madrileñas Ayuso obtuviera excelentes resultados en todos los barrios y municipios. No sabemos si se trata de un hecho puntual vinculado a la gestión ayusista de la pandemia o una tendencia más permanente. Sé que a García Dominguez le encanta provocar con los éxitos de Vox y Le Pen y otros partidos similares europeos, pero es lo que hay, José.

    Lo que está claro es que los partidos socialdemócratas europeos han sido cada vez más atractivos para la clase media y media alta, por sus preocupaciones en materia de feminismo, ecologismo y otros asuntos no materiales, lo que les ha alejado de su electorado trabajador tradicional y quizás podría hacer más fácil a los partidos de derecha radical captar cierto voto obrero.

    En el caso de España, el PSOE sigue siendo el partido preferido de la clase trabajadora industrial, aunque a la vez atraiga a los pijiprogres acomodados sin preocupaciones materiales y más inclinados a las cuestiones posmaterialistas.

    Es verdad que los estudios realizados sobre inmigración y salarios, indican que los inmigrantes no hacen reducir los sueldos. No sé si son estudios que falsean deliberadamente la realidad, tienen sesgos inconscientes favorables a la inmigración o sencillamente son verdad. En cualquier caso, los salarios bajos en España se deben a más factores, como la pequeña dimensión de las empresas, la mano de obra menos cualificada, menor productividad y alta temporalidad.

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