El damero de la ira
Todavía no hay pérdidas irrecuperables, pero la democracia está en serio riesgo. De nosotros depende
En la marabunta informativa de este tórrido agosto hay una imagen, que sólo vimos en la lejanía y que explica la naturaleza del conflicto que trasciende a la invasión rusa de Ucrania. La televisión pública finlandesa, con el respaldo de imágenes de la NASA, denunció que Rusia está quemando cerca de su frontera el gas natural que dejó de suministrarle ya en mayo.
La decisión de quemar, en la muy nórdica frontera finlandesa, el gas ruso que el régimen de Putin niega a Europa ofrece, al menos, un triple mensaje. Putin le dice a los europeos:
- No me importa nada la pérdida de ingresos para nosotros, los rusos, por dejar de vender nuestro gas a Europa.
- Sí me importa que vosotros, europeos, sepáis lo que Rusia ha empezado a hacer con ese gas con el que queríais calentar vuestras casas este invierno: prenderle fuego.
- Y también me importa, mucho, que Europa y el mundo contemplen la importancia que yo, como dueño del gas, doy a vuestra remilgada preocupación por el impacto climático de una quema masiva y sin propósito de ingentes cantidades de combustible fósil a las puertas del Ártico.
Es el mensaje de la destrucción. Del poder basado en la destrucción autoritaria. El mensaje de una autocracia que promueve el malestar y el enfrentamiento, y que aviva la ruina fomentando el odio. En el damero de la autocracia rusa palabras como destrucción, autoritarismo, malestar, enfrentamiento, ruina y odio dan sentido a una guerra que trasciende el aplastamiento de Ucrania para poner en jaque a las democracias occidentales al atacar por la base su proyecto de prosperidad económica y bienestar social.
En esa disputa de la destrucción contra la prosperidad, del autoritarismo contra la democracia, del malestar contra el bienestar, del enfrentamiento contra la libre elección, de la ruina contra la prosperidad, del odio contra la convivencia… Putin no está solo. Ni lo está ahora como invasor de Ucrania, ni antes, como proveedor de gas barato, ni después, sea lo que sea que tengamos después. Porque lo relevante es el método; un método que (¿por qué no?) podemos resumir en palabras clave para el damero en el que nos estamos jugando el futuro de nuestras democracias. Y España actúa aquí como alumno aventajado.
La oferta de palabras clave de las democracias liberales para ese damero tiene el aroma del mundo de ayer. La primera, claro, es democracia. Pueden seguirle arquitectura institucional, moderación (o moderantismo), elecciones libres, racionalidad (razón) y orden (orden liberal, pero orden, al fin). ¿Es suficiente para frenar el embate de las autocracias? Lo fue mientras estuvo acompañado de una cierta garantía de prosperidad y libertad, de bienestar y oportunidades, y también de una razonable compensación ante las más onerosas desigualdades.
La democracia empieza a estar en peligro cuando se promueve -y se logra- la desafección por la política
La democracia empieza a estar en peligro cuando se promueve -y se logra- la desafección por la política. En esto tenemos por aquí alguna experiencia: basta con que el Gobierno (de izquierdas) haga su trabajo especialmente mal para que se ponga en marcha una corriente de opinión que, en lugar de censurar al responsable del desaguisado, señala a la política como culpable y a los políticos como responsables. ‘Todos culpables, nadie responsable’.
El peligro se agrava (mucho) cuando la arquitectura institucional se mina en sus cimientos a golpe de arbitrariedades. También de esto sabemos bastante. Cada día recibimos algún nuevo regalo de dirigismo arbitrista por parte del señor presidente del Gobierno.
Aquí ya tenemos muy bien ensayadas las dos primeras palabras para el damero de nuestro descontento: desafección y arbitrismo. Le siguen, claro, malestar y empobrecimiento. En todo eso somos ahora alumnos aventajados de Europa. Para concluir (aún no del todo, todavía…) con la ruina por la obstinación en el error. Son las inefables ventajas de disfrutar de un dirigente con vocación de autócrata como presidente del Gobierno.
Como alumnos aventajados en retrocesos que amenazan a toda Europa, podemos ensayar también palabras clave para el damero de la recuperación. Primero hace falta, claro, capacidad de desafío y ambición para convencer a la mayoría de que es posible esa recuperación. Después habrá que demostrar eficacia y atreverse a acometer con rapidez las reformas necesarias para devolver oportunidades a la gente, salir cuanto antes del malestar y volver a la prosperidad con bienestar. Desafío, ambición, mayorías, eficacia, reformas y oportunidades para el damero de nuestra recuperación. Seguro que hay más, y mejores, palabras clave. Ensayémoslas.
El damero de la ira está sobre la mesa del mundo. Los partidarios de la destrucción, con autocracias autoritarias, han anunciado el primer jaque. No les importa el sacrificio masivo de sus propias piezas; menos aún de las ajenas. Así ha sido siempre su juego. Todavía no hay pérdidas irrecuperables, pero todo está en serio riesgo. De nosotros depende.