THE OBJECTIVE
Daniel Múgica

Pepe Griñán

«Mandar a la cárcel a Pepe Griñán es un acto que dilapida la memoria y la democracia»

Opinión
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Pepe Griñán

Salida de la Audiencia Provincial del expresidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán. | María José López (EP)

En las democracias liberales existe una separación clara de poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Lección de párvulos de obligada aplicación a los adultos. Nuestra Constitución define la función del ejecutivo en el artículo 97. Las naciones líquidas e incluso acuosas fusionan los tres poderes en un galimatías. Nadie lo entiende, así que nadie se beneficia de las libertades colectivas. Así de fácil un chiquilicuatre armado de sable trocea los papeles y se acabó la democracia. En la barra libre resultante abundan los lingotazos de humillación a lo ajeno, los demás, y a lo propio, nuestra democracia.

En la muy esquinada sentencia sobre la actuación de Pepe Griñán no se habla de hurto ni de robo. Por no hablar no se habla de nada constitutivo de rejas. Es otro galimatías que busca despiezar la democracia abusando de uno que ayudó a forjarla y tomó parte de las decisiones que la acercaron.  Respeto, claro, las decisiones judiciales, frase que se lava las manos. En este mundo de clausura intelectual no se permite a nadie elevar la voz o discrepar. Mandar a la cárcel a Pepe Griñán es un acto que dilapida la memoria y la democracia.

En los ochenta el socialismo andaluz logró la presidencia del Gobierno y se alzó con las CCAA. Al PSOE de Felipe le sucedió el de Zapatero, y a este el de Sánchez. Cada uno trabajó bajo las reglas constituidas desde los nuevos liderazgos. El PSOE siempre fue un medio cuyo fin sigue siendo el Gobierno. El medio importaba e importa, en el trayecto, más que el fin. Hacían falta, y hacen, hombres y mujeres con músculo disciplinado en la oposición y luego en el servicio público. Pepe Griñán fue uno de los hombres sin los cuales no se comprende ni el partido socialista de Andalucía ni las mejoras acometidas en la región. En consecuencia, el socialismo andaluz, el español, por ende, ha contraído una deuda con Pepe. Se trata de deudas morales que rompen las partes cuando una de ellas se salta a la torera comportamientos cívicos.

No es el caso de Pepe. 

En la sentencia de marras no se acusa a Griñán de llevarse un céntimo ni de permitir a sabiendas el desaguisado de los ERE. No se produjo un acto inmoral en la figura de la cabeza del socialismo andaluz, Griñán, ni en el colectivo del socialismo andaluz. Cosa diferente son los que cumplieron cárcel y tenían carnet de militancia en los partidos. Cosa diferente es que a Griñán se le hubieran encontrado cuentas en paraísos fiscales.

«Llevamos una temporada de las largas contemplando la judicialización de la política. En el espectáculo lamentable ahora toca politizar a los tribunales»

He puesto mal en algún artículo a Zapatero, criticando alianzas y actuaciones. Va siendo hora de hablar de los haberes, que en Zapatero son las ampliaciones de la cobertura a todos y por todos, el ejercicio de una socialdemocracia sólida. Y en Griñán también son un montón las medidas que mejoraron la vida de la gente vulnerable. Eso es lo que le debe el socialismo español, y eso es el cuerpo de la petición del indulto que va a firmar Felipe González. Más allá de las variantes que se quieran sacar, la primera es abrir la caja de los truenos contra los exdirigentes políticos, por la cara y sin argumentos. Se elimina a los actores del escenario, los socialistas de la democracia, el primero Griñán. Luego se incendia el escenario, el tiempo histórico de los ochenta. No queda espacio para interpretar el librero. Los nuevos, los que vengan, se inventarán la obra sin tener en cuenta las anteriores. Es una manera directa, fácil y sin contemplaciones de invertir las reglas de la realidad. Si el pasado no es útil, mejor cargárselo.

La sentencia del Supremo cuenta esto, la prodigiosa aniquilación de la memoria. Desde el prodigio, desde el artificio, el gobierno actual de Andalucía, al carecer de recuerdos, puede caer en el invento de ser la única fuerza a la que necesariamente hay que votar elección tras elección.

El Supremo ha conculcado sus funciones. Llevamos una temporada de las largas contemplando la judicialización de la política. En el espectáculo lamentable ahora toca politizar a los tribunales. El escrito del Supremo es judicial por su carácter, pero es político por sus consecuencias. No corresponde a los tribunales gobernar; nadie les votó. Adolfo Suarez preguntó a los jueces si podía legalizar al partido comunista y los jueces le contestaron que era una decisión solo concerniente a la política. Intentar meter a Griñán en la cárcel es lo mismo que condenar la historia del socialismo español. No busquen otras causas de fondo. Podemos marear los afluentes.  El tronco, la sentencia, invade las competencias del legislativo y diluye el trabajo judicial.

¿Si no nos podemos fiar de la justicia que nos queda?

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