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Regreso a la celulitis

«La sociedad en la que vivimos pretende ser atemporal, un presente atomizado: borra la tradición y esconde la muerte»

Opinión

Ray Shrewsberry (Unsplash)

  • Jesús Montiel (Granada, 1984) es autor de cinco poemarios que le han valido distintos reconocimientos, entre los que destaca Memoria del pájaro, Premio Hiperión 2016. Ha traducido Resucitar y Prisionero en la cuna, de Christian Bobin, al que considera su maestro. Ha publicado también un libro de aforismos, Silencio casi (Trea, 2020) y siete de narrativa: Notas a pie de instante (Esdrújula, 2018), Sucederá la flor (Pre-Textos, 2018), El amén de los árboles (Esdrújula, 2019), Señor de las periferias (Pre-Textos, 2019), Casa de tinta (Hiperión, 2019), Lo que no se ve (Pre-Textos, 2020) y La última rosa (Pre-Textos, 2021).

Hace cincuenta años, en las familias, los hermanos pequeños heredaban la ropa de los hermanos mayores. Y los hijos heredaban la ropa de sus padres. De sus abuelos, incluso. De modo que uno podía ver el paso del tiempo en sus vestidos, cuando su brillo se decoloraba o se acartonaba su tejido, por motivo de los muchos lavados. Uno podía leer en ese envejecimiento de la tela su árbol genealógico, además de nuestra mortalidad. Las cosas eran ejecutadas por el paso del tiempo, y el tiempo convivía con nosotros, era parte de nuestra vida.  

«La sociedad en la que vivimos pretende ser atemporal, un presente atomizado: borra la tradición y esconde la muerte»

Ahora no: hemos expulsado el paso del tiempo de nuestra agenda. A la ropa, por ejemplo, no le damos la posibilidad de envejecer. Uno se encamina al centro comercial para que sus modelos no se repitan mucho, porque la camiseta tiene un agujero o una mancha de lejía. También le robamos la vejez a los objetos: si el móvil se avería rara vez lo reparamos, compramos otro o sustituimos nuestro modelo por uno más actual, aunque el antiguo siga cumpliendo su función. Lo mismo ocurre con el coche, la tele, el electrodoméstico. Todo es reemplazado con urgencia, como si nos incomodase la duración. Lo hacemos también con los abuelos, cuando los depositamos en los geriátricos.

La sociedad en la que vivimos pretende ser atemporal, un presente atomizado: borra la tradición y esconde la muerte. Somos partículas de tiempo y por eso, cuando llegue la muerte porque el tiempo no se ha estancado, seremos como niños enrabietados a los que se les ha confiscado su juguete. 

«Habría que hacer un hueco a la duración para que nuestra vida sea completa, dejando que las cosas se estropeen y luzcan arrugas»

Habría que hacer un hueco a la duración para que nuestra vida sea completa, dejando que las cosas se estropeen y luzcan arrugas. No mudar las camisas y conservarlas hasta que se apolillen. Pensar, antes de comprar algo nuevo, si realmente tenemos necesidad. Los monjes zen sugieren no desechar nada si no es necesario. Son adoradores del remiendo, el parche o la rodillera. Pensemos en el wabi-sabi, la filosofía que ensalza lo roto y rellena con oro las grietas de la cerámica. En la casa de mi abuela, los muebles están ajados, pero tienen la dignidad del samurái. A veces, delante de una de las sillas, he sentido el deseo de arrodillarme.

La mesa en la que escribo a diario, construida con madera barata, no fue barnizada y ahora, llena de manchas, está oscurecida por el uso. Muchas veces he pensado en cambiarla por una más firme, que tenga cajones o sea más estética, pero enseguida me arrepiento. Esta mesa que acaricio como a un animal mitológico es para mí una vieja confidente. Me he propuesto llegar a mi última frase a su lado, sin mejorarla. La dignidad de una madera añosa no la conocen las mesas que se fabrican en la actualidad y que lucen un aspecto aseado, con ese brillo sintético tan parecido a las sonrisas que se ostentan en Instagram. Se trata de volver a la celulitis y abandonar la silicona, recobrar la historia de las cosas y dejar el instante-selfie en el que nos hemos instalado, colonizados por internet. 

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2 comentarios
  1. DavidGB

    Mi bolsa de deportes tiene 30 años, yo 50, uso aún camisas y calzado de esa época…..por no hablar de mi billetera, llavero, ….. Soy. Soy un enamorado de lo viejo. Cuento con no menos de una. Docena d e buenos amigos del instituto y sigo con la vieja costumbre de sobre todo pasar tiempo conversando con mis mayores…..soy afortunado. Gracias por el artículo, maravilloso

  2. Laure

    Muy buen artículo. ¡Enhorabuena! La dignidad de las arrugas, el envejecimiento de todo lo que nos rodea… Nuestra autobiografía. Si rechazamos ese entorno íntimo nos rechazamos también como personas. Y la muerte como algo que escondemos: intentamos ignorar que la vida y la muerte conviven íntimamente: uso el término «con-vivir» aposta. Bueno, es un gusto leer TheObjective. Laure.

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