MyTO

El 'Opus' no es lo que era

«El futuro del Opus Dei pasa por asumir su presente, un presente que rompe con un pasado de privilegios: el papa Francisco lo ha igualado al resto de congregaciones»

Opinión

El papa Francisco y el prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz Braña. | EFE

  • Eduardo Laporte nació en Pamplona en 1979 pero lleva en Madrid desde 2005, donde cultiva esa doble nacionalidad que decía Sabina (triple en su caso, por su condición de medio galo). Se dedica al periodismo intermitente de temática cultural en medios como Territorios, de El Correo de Bilbao. Ha publicado algunos libros de vocación autobiográfica (que no autoficcional, de momento), entre los que destacan Luz de noviembre, por la tarde (Demipage, 2011) o el reciente Tiempo ordinario, un diario editado en 2021 por papeles mínimos. Su canción favorita es Perspectiva Nevski, de Battiato.


Entre incendios, olas de calor insurfeables y esa guerra arrealista del norte de Europa que no acaba, parece que se nos colaron asuntos no tan menores. Camarillas vaticanas. Intrigas de dicasterios con sotana. Folletines de sacristía y prelatura con pesadillas de camarlengos. O, lo que es lo mismo, el ‘franciscazo’ que el sumo pontífice asestó, con estivalidad y alevosía, a la prelatura personal fundada por san Josemaría Escrivá de Balaguer en 1928, el Opus Dei.

¿Y qué sabemos del ‘Opus’? Poco, pues si algo ha caracterizado a esta «iglesia dentro de la iglesia» es su tendencia a la opacidad. Sirva un ejemplo: la negativa de miembros de la Obra (de Dios) invitados a participar en este programa cualquiera, donde se analiza con notable rigor el movimiento de Bergoglio.  

El Opus. Los que nos hemos criado en Navarra quizá lo conozcamos mejor. Como para saber que entre ellos no hablan de «el Opus», sino de «la Obra», o de «el Opus Dei». Si dice «el Opus», no es de lo nuestros. Despectivamente, los llamábamos «opusianos», que tenía más carga peyorativa que ese cursi «opusinos» que se escucha de Soria para abajo. 

Los opusianos. Al lado de mi colegio, en Pamplona, había un centro de jóvenes de la Obra que acudían allá a realizar sus ejercicios espirituales. Aunque no sabíamos bien qué hacían esos «soldados de Dios» allá dentro. Les tirábamos piedras. Así éramos de chavales. Los ochenta, los noventa, Navarra. Gracias, Francisco, por tu perdón universal. 

Estudiamos en universidades del Opus. En la cafetería del edificio central de la Universidad de Navarra, filosofábamos tras la espalda del santo que más rápido alcanzó las bóvedas celestes: la sotana pétrea de san Josemaría presidía el claustro-jardín del Faustino, escultura nuclear en ese edificio austero, neocastellano, neoherreriano, que lo cierto es que inspiraba respeto, una llamada a la introspección, a cierta ascesis. Lo mismo que el campus verde escocés que rodeaba a nuestras facultades, sumergiéndonos en una burbuja de saber que nos generaba cierto rechazo, pero también una extraña fascinación. Descubrir, más tarde, las facultades madrileñas, tan pedestres, reivindicativas y sucias, tuvo algo de jarro de agua fría de realidad. 

Teníamos, y tenemos, amigos, amigas, exnovias, muy vinculados a esa suerte de masonería a la inversa. Tanto como para conocer Torreciudad, la meca del Opus Dei, donde los rasgos del carácter personalista y megalómano (como le cuadra a todo aquel que quiere cambiar el mundo) se muestran más acusados. Como ese santuario de líneas retrofuturistas que bien le valdría de localización a George Lucas, marketing moderno de las religiones del futuro, como el GIGAPAN que permite escudriñar el retablo de Torreciudad: «Si se mandara imprimir a máxima calidad, el tamaño del papel sería aproximadamente el de una pista de tenis». 

El nuevo ordenamiento jurídico del Opus Dei lo iguala al resto de congregaciones, iglesias, parroquias, diócesis y organizaciones eclesiales bajo el mandato de Roma, poniendo fin a una excepción

¿Y cuál es el futuro del Opus Dei? De entrada, asumir su presente, un presente que rompe con un pasado de privilegios. El nuevo ordenamiento jurídico del Opus Dei lo iguala al resto de congregaciones, iglesias, parroquias, diócesis y organizaciones eclesiales bajo el mandato de Roma, poniendo fin a una excepción que, tras la insistencia de monseñor Álvaro del Portillo, el papa Juan Pablo II concedió en 1982. 

Se creó entonces ese Opus Dei que a muchos les generaba recelos. La hipernormativizada formación religiosa que no tardó en labrarse el marchamo de ultraconservadora, asociada a cilicios, exámenes de conciencia, sobrias residencias de numerarios sometidos a una extrema castidad y régimen semicomunista de renuncia a sus posesiones materiales, entregados ellos y ellas, al apostolado seglar con mayor ahínco si cabe que los que lucían clergyman.  

Amigos cercanos al entorno comentaban que la base social del Opus Dei, los «pitufos», como también se autodenominan con sorna entre ellos, estaba estancada en unas ochenta mil almas, entre numerarios, supernumerarios y agregados, repartidos en todo el mundo. Como si hubieran llegado a un cul de sac histórico, presos quizá de una falta de relato, agotados, por trillados, esos discursos neoluteranos o neocón del culto al trabajo (y por ende del dinero). El propósito de Jesús al difundir su mensaje era luchar contra las tribus. Contra las mil y una sectas judías que se peleaban en sus ritos y liturgias por adorar a Dios. Católico significa universal. Lo contrario a lo exclusivo, a lo cerrado. Lo abierto, lo unido. Así que este pertinente motu proprio dictado por el papa Francisco debería entenderse, en Barbastro y en Roma, como una oportunidad para ejercer de nuevo un catolicismo centrado en el carisma, y no en otros intereses. Y entonces quizá vuelva a ser un movimiento con tanto tirón como entonces.

13 comentarios
  1. ToniPino

    Conozco un poco el Opus porque en mi infancia y adolescencia estuvo detrás de mí para captarme. Me lo pasaba bien en sus centros, hasta que su insistencia para asistir a retiros, romerías y otras actividades religiosas me hizo perder todo contacto con la institución, aunque no con los amigos que me invitaban a los centros.

    Como otros movimientos laicales que gozan de gran autonomía dentro de la Iglesia, ha tenido un carácter semisectario, caracterizado por el culto a la personalidad del fundador (“san José María”), el control de las conciencias, la sumisión y obediencia ciega, el acusado proselitismo, el secretismo y el clasismo. También se caracteriza por el trabajo bien hecho y la seriedad.

    No olvidemos que los tecnócratas del Opus jugaron un papel positivo en las políticas económicas del franquismo que trajeron el crecimiento económico y desarrollo material de nuestro país en los años 69 y 70. Lamentablemente no estaban por la labor de la liberalización política y abogaban por la institucionalización del régimen autoritario.

    Hoy el Opus ya no es lo que era. En algunas comunidades, ha aceptado la enseñanza mixta para no perder la subvenciones públicas de sus colegios (conciertos educativos). Tiene sacerdotes que defienden las teóricas de género y el feminismo, pero castiga a un sacerdote por criticar a Francisco por su defensa de las uniones civiles homosexuales. El proselitismo es menor e incluso la esmerada forma de vestir de los jóvenes “opusinos” ha dado paso a una vestimenta más desenfadada y menos cuidada.

    Escrivá quería un movimiento de laicos y desclericalizado. De ideología opuesta a la masonería o la Institución Libre de Enseñanza, el fundador se inspiró en ellas en sus estrategias y organización. Desde que adquirió su estatus privilegiado de prelatura personal con Juan Pablo II, su gran valedor, se convirtió organizativamente en una institución de sacerdotes con una simple rama laica. Francisco ha dado una vuelta de tuerca y al hacerlo depender del Dicasterio del Clero y no de los Obispos, ha reforzado su carácter clerical, exactamente lo contrario de lo que deseaba Escrivá de Balaguer, su soberbio fundador.

  2. Mandapelotas

    El anticristo en el Vaticano

  3. CE1978

    Estimado Sr.Laporte:

    El Opus/La Obra/el Opus Dei/la Prelatura Personal/los opusinos (que no opusianos) o como prefiera usted dirigirse a ellos, mal han hecho si no le han informado. No obstante, peor ha hecho usted por no informarse.

    Transparencia – he estudiado en la Universidad de Navarra y no había nada que no se pudiera preguntar. Si no le dieron respuesta, usted o no preguntó o preguntó a quien no debía porque lo que usted menciona, solo me permite concluir que su paso por la Universidad, fue exclusivamente por Faustino.

    Mi primera charla en la universidad fue una ronda de preguntas abiertas sin censura sobre cualquier aspecto relativo al Opus/Obra/Opus Dei. Nótese, que se inculca desde el primer día satisfacer toda curiosidad que se pueda tener acerca del tema que se quiera y muy particularmente cualquier aspecto relativo a su fundador. Hecho poco opaco, pues es bien publicitado y de fácil acceso.

    Privilegios – Se le ha olvidado informar de cuáles. Eso deslegitima su opinion. La base fáctica de un artículo crítico me parece cuanto menos esencial para no sonar tendencioso.

    Reforma – No la ha entendido, si va a dedicarse al periodismo religioso convendría no confundir intereses económicos (o carismáticos) con el único interés que hay en el cristianismo o debiera haber (no le digo yo que no haya incoherencia) con el único interés real y no siempre fácil, vivir para y por Dios.

    La reforma subordina a una institución con un 90% de laicos a la autoridad del dicasterio ec’esiástico. No suprime privilegios, crea uno a favor de la Iglesia y se lo retira a los laicos. Convenientemente, mezcla privilegios e intereses con un hecho irrefutable, si no hablan sobre la reforma, si no se desahogan, es porque son leales al Papa, a éste y a todo el que le antecede. Si supiera de religión sabría que los Jesuitas tienen voto de obediencia al Papa, bien, pues el Opus/Opus Dei/Obra también lo hace sin dicho voto y no cuestiona públicamente sus decisiones. En otras palabras, no pida que opinen, pregúnteles su opinión (no a sus amigos, a la fuente). Voy más lejos, le invito ya que habla, a comentar sobre la Soberana Orden de Malta, también en proceso de Reforma, la cual por cierto, esta sí, goza del privilegio de la subjetividad internacional, pocos privilegios mayores conozco. Pero me intriga, porque no conozco los privilegios del Opus/Opus Dei/Obra que usted menciona.

    Si yo fuera usted, no confundiría lo que usted desearía, con los hechos. Su opinión es infundada, es simple y es sumamente injusta pues se ve de lejos que usted no conoce porque no quiere.

    No soy periodista, pero ya que usted celebra reformas de algo que no conoce (ni la reforma, ni lo reformado) considero válido arrogarme el derecho de opinar que el periodismo ethos en este artículo aunque sea de opinión, es escaso. Esto es clickbait, su falta de rigor, me parece que le desacredita enormemente, pues me da a mi, que pasó más horas en Faustino que en la fuente verdadera del conocimiento que hoy le falta. Pues, otra cosa no, pero el ethos que predican, si abunda en una facultad de periodismo, es en en la de la Universidad de Navarra.

    En definitiva, no conozco mayor privilegio que el de un periodista que falta a la verdad, no opina con rigor y todo lo hace por lo mismo que en su opinión hacen otros, su interés personal, su interés económico, un puñado de clicks y unos lectores de fin de semana desbordados con la crítica facilona. Esto no lo esperaba en The Objective.

    Un saludo cordial.

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