Pedro Sánchez y el error de la-calle-es-mía
«Su apuesta populista del ‘Gobierno de la Gente’ frente a los poderes oscuros se desbarata bastante cuando vas de abucheo en abucheo»
De las versiones contradictorias puestas en circulación para justificar que Pedro Sánchez haya suspendido la segunda cita de su gira del ‘Gobierno de la Gente’, solo es consistente su temor a un abucheo previsto allí. Ciertamente la teoría de la suspensión por respeto al duelo de los Windsor es encantadora, muy royal, aunque si se trata de decoro tal vez tendría suspender la gira entera por respeto a la inteligencia de su público. Eso no cuela mucho. Y tampoco los problemas de agenda en la segunda cita, apenas unos días después de anunciar el calendario y el itinerario de la tournée. En esa excusa, que recuerda a la ironía de Oscar Wilde suspendiendo una cita «por un compromiso posteriormente adquirido», se intuye el miedo.
Es difícil vender el mensaje de «la calle es mía», que en definitiva es lo que se transmite con el argumentario del ‘Gobierno de la Gente’, y ser recibido cada semana entre abucheos como ya le sucedió en el barrio de Pino Montano en Sevilla. Orquestados o no, minoritarios o no, eso es un fiasco. Por eso ha disfrutado más del formato de cincuenta invitados en Moncloa, con un protocolo a medida y un casting reducido de fieles para hacer la pregunta más cómoda. Eso ya es otra cosa. Ahí se las den todas.
De hecho, empieza a resultar un poco incómodo el planteamiento del ‘Gobierno de la Gente‘ con los sondeos, que se dividen en tres categorías: 1) malos, 1) peores; 3) el CIS de Tezanos. El apoyo al PSOE sigue cayendo incluso en el 3. Ayer el gurú Narciso Michavila ya colocaba al PP en 150, mientras el PSOE resistía sobre las cenizas de Podemos. Para ser el ‘Gobierno de la Gente’, hay más Gobierno que gente. ¿O hay que entender que cada vez queda menos gente en España? ¿Se han dejado engañar? ¿Y los que antes votaban PSOE y ahora le dan la espalda, pasan a la categoría de exgente? Los sondeos de algún modo son una instantánea de la opinión de la calle en un determinado momento, y sitúan a la gente de la calle muy lejos de Sánchez.
Sánchez se equivoca con la idea de que la calle es suya, mimetizando la frase que persigue a Fraga desde 1976, aunque es una frase apócrifa surgida de la mordacidad de los editores de Triunfo. Y se equivoca porque además de ser absurdo, el discurso de la humildad («si no somos humildes…») funciona mal en un líder falto de empatía, como admiten incluso sus colaboradores cercanos, al que tampoco ayuda lo de bajarse del Falcon con trajes de 1.000 pavos aunque sin corbata para ser biosostenible. Los problemas reales de la gente real tienen otra medida.
A Sánchez le aterra precisamente que se escenifique el espejismo de la gente, de la calle, con esos abucheos. Su apuesta populista del ‘Gobierno de la Gente’ frente a los poderes oscuros, denunciando contubernios desde los cenáculos madrileños, se desbarata bastante cuando vas de abucheo en abucheo. Y en Moncloa han asumido que tienen un problema. Hay que gestionar esto, y de momento no parece suficiente actuar en locales cerrados cuidando quién entra como porteros búlgaros de afters.
La calle, como sostenía Italo Calvino en Las ciudades invisibles, está llena de gente que no se conoce… es un tejido de hilos diferentes sin un alma común. Y no parece una gran idea unificarla identificando además como gente únicamente a quien te vota a ti, para caricaturizar a los demás como avalistas de los poderes oscuros. ¿Está Sánchez diciéndole por ejemplo a dos tercios de los andaluces que ellos no son la gente? Precisamente de Andalucía debería haber aprendido alguna lección sobre el error de actuar como Fraga en 1976 reclamando que la calle era suya. Es una idea que siempre surge cuando te alcanza el miedo porque sabes que ya no lo es.