THE OBJECTIVE
Miguel Ángel Benedicto

Dos coronas ante el espejo

«El gran problema de la monarquía española en la actualidad es su falta de prestigio por culpa del Gobierno de Sánchez y el comportamiento del Rey emérito» 

Opinión
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Dos coronas ante el espejo

El rey Juan Carlos I y la reina Isabel II, en una imagen de archivo. | EFE

Mientras la corona británica afronta su futuro con apoyos dentro y fuera de su país, la monarquía española lucha por recuperar su prestigio con un Gobierno que la ningunea y un Rey emérito cuya presencia pública no favorece a la institución.

Con Isabel II hemos visto un despliegue mediático mundial sin paragón por la muerte de un jefe de Estado. La reina de Inglaterra no solo despierta el respeto y la admiración de sus súbditos sino también el de aquellos que incluso han sufrido el colonialismo británico. Tras 70 años en el ojo del huracán, la monarquía parlamentaria británica es el modelo a seguir por las demás coronas del mundo. 

La reina, limitada por el parlamento, ha mantenido una neutralidad exquisita en política. En pocas ocasiones ha tenido una intervención directa, salvo en 2014, unos días antes de que se celebrara el referéndum de independencia en Escocia, cuando Isabel II salía del palacio de Balmoral e hizo unos comentarios a una mujer sobre la importancia de esa votación y el cuidado que debía tener la gente sobre el futuro del país. Un guiño de la jefa del Estado al mantenimiento del statu quo.

Isabel II ha representado la continuidad y la unidad del país, incluso en la indomable Escocia donde la líder del Partido Nacional Escocés, Nicola Sturgeon, le ha rendido homenaje y la ha denominado como «el ancla de la nación». 

Durante el funeral de Estado que tendrá lugar el próximo lunes, veremos desfilar a la mayor parte de los jefes de Estado del mundo. El prestigio internacional de Isabel II es indudable, una reina que supo tejer relaciones con su antiguo imperio a través de las giras realizadas por la Commonwealth, donde también es querida y venerada por la mayoría. 

Si comparamos la corona británica con la española, en la Carta Magna española se recoge el poder arbitral y moderador de la corona, que también debe ejercer la neutralidad política. Desde la instauración de la monarquía parlamentaria en España solo en dos ocasiones se ha roto la neutralidad de la institución. La primera vez tras el golpe de Estado del 23-F cuando el rey Juan Carlos I tuvo que salir en televisión y ponerse del lado de la democracia. La segunda, cuando Felipe VI, dos días después de la celebración del referéndum ilegal para decidir la independencia de Cataluña, lo calificó de ilegal y contrario a la democracia y cuestionó duramente a las autoridades autonómicas catalanas que amenazaban con declarar la independencia. Fueron dos situaciones de extrema gravedad e inestabilidad para España en las que estaba más que justificada la intervención de la Corona. La primera, porque suponía un grave retroceso en el camino de la joven democracia española y, la segunda, para evitar a toda costa el reconocimiento de la independencia catalana por parte de otros estados y así parar la internacionalización del conflicto. 

El monarca español, tal y como recoge la Constitución, además de arbitrar, ser escuchado y dar consejo, también tiene la prerrogativa de proponer el candidato a presidente del Gobierno. Una función que debería revisarse, para evitar comprometer su neutralidad, pues recordemos como en 2016 el Rey ofreció a Mariano Rajoy presentarse a la sesión de investidura como candidato a la presidencia y este declinó el ofrecimiento al no contar con suficientes apoyos. En ocasiones como aquella en las que un candidato no cuenta con el apoyo mayoritario del parlamento, no estaría mal poder contar con una figura como la del «explorador» que recoge la Constitución belga. Una persona de prestigio, expresidente del gobierno o presidente del Congreso, que se encargue de buscar un candidato que incluso pudiera ser un tecnócrata. Esto dejaría a salvo, la función arbitral y moderadora de la Corona. 

«Hasta que en España no haya un cambio de Gobierno, será difícil que la monarquía recupere su legitimidad y prestigio»

Otro ámbito en el que la jefatura del Estado tiene su protagonismo es en el de la política exterior donde tiene la más alta representación estatal. En las relaciones internacionales también debe la Corona recuperar su prestigio tras las injustificadas críticas recibidas de los presidentes de México, Nicaragua o Chile. A diferencia de la relación de la monarquía británica con la Commonwealth, nuestro rey se enfrenta a las descalificaciones de los dirigentes latinoamericanos 

Sin embargo, el gran problema del que adolece la monarquía española en la actualidad es su falta de prestigio por culpa del Gobierno de Sánchez y por el comportamiento en los últimos años del Rey emérito. 

Tras haber alcanzado la legitimidad democrática, por votación en las Cortes constituyentes y ratificada por consulta popular, la monarquía encarnada por Juan Carlos I fue perdiendo prestigio cuando en 2012, el Rey emérito se rompió la cadera cazando elefantes en Botsuana en plena crisis económica. Dos años después abdicaría y comenzaría su calvario judicial por fraude fiscal, lo que dilapidaría la buena imagen de la monarquía y su papel relevante durante la Transición. La presencia de Juan Carlos I en Galicia hace unos meses, o la próxima semana en Londres no favorecen en absoluto a la imagen de la institución que su hijo intenta levantar

El ejecutivo de Pedro Sánchez critica a a la Corona siempre que puede, e incluso el propio presidente despacha con Felipe VI por teléfono en lugar de acudir al palacio de la Zarzuela. ¿Se imaginan a la primera ministra británica; Liz Truss, sin visitar al rey Carlos III en el palacio de Buckingham? Es algo impensable en una monarquía parlamentaria como la británica donde todas las instituciones son leales y respetuosas con el rey. 

Hasta que en España no haya un cambio de Gobierno, será difícil que la monarquía recupere su legitimidad y prestigio.

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