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La derecha busca que le hagan caso

«Hoy el ecosistema mediático empuja al político a construirse una marca personal que trasciende ideologías. Lo importante es que ‘aparezca’, que esté en el debate»

Opinión

La excandidata de Vox, Macarena Olona, y el líder del partido ultraderechista, Santiago Abascal. | Europa Press

  • Periodista y miembro de la redacción de ‘Letras Libres’ y autor de ‘Mi padre alemán’ (Libros del Asteroide, 2023).

Solo existe el casito. La marca personal. Las luces de los focos. No niego que existan individuos que entren a la política por su vocación de servicio público. Pero da la sensación de que son muy pocos; o, lo más probable, no se les ve ni oye. No creo que Macarena Olona esté copando todos los periódicos en los últimos días y semanas (tras abandonar este verano Vox supuestamente por una enfermedad) porque se muere de ganas por hacer algo por su país. «¡Dejadme ayudar!», grita mientras las fuerzas de Soros la intentan sujetar. Es una búsqueda del foco sin un criterio muy claro. ¿Va a montar un partido? ¿Con Mario Conde? Al menos tiene un acto con él la semana que viene en Sevilla. Quizá esta atención mediática es un fin en sí mismo. Los focos son suficiente. No es que no exista un espacio político para ella (ideológicamente no lo hay, parece, pero siempre hay espacio para más proyectos personalistas, la política contemporánea es básicamente eso); es que aquí lo de menos es la política. Abandonar el poder, aunque sea un poder muy limitado y exclusivamente mediático, es duro. Abandonar los focos también. 

«Los incentivos de nuestro sistema político hacen que todos los cargos públicos tengan los mismos intereses: la supervivencia por la supervivencia»

Que se lo digan a Toni Cantó, que acaba de fichar por la cadena de televisión ultraconservadora 7NN, tras su breve paso por la Oficina del Español que creó el año pasado Isabel Díaz Ayuso. Cantó empezó en UPyD, saltó a Ciudadanos y de ahí a las listas de Ayuso antes de que la Junta Electoral le retirara el escaño por haberse empadronado fuera de plazo. En su caso la vocación de servicio público se ve empañada por un intento explícito por no perder el cargo público, el que sea. Los incentivos de nuestro sistema político hacen que todos los cargos públicos tengan los mismos intereses (la supervivencia por la supervivencia) a pesar de que de puertas hacia fuera sus convicciones difieran mucho.  

No es solo culpa de nuestra selección de élites. Hay una adaptación a un ecosistema nuevo. Si la política siempre ha sido inseparable de los medios, que más que un cuarto poder son la cuarta pata de la política (sin la cual la política directamente no puede existir), hoy el ecosistema mediático empuja al político a construirse una marca personal que trasciende ideologías. Lo importante es que aparezca, que esté en el debate, en las portadas, en las televisiones. Es indiferente lo que dice en esas apariciones. El que no sale en la foto pierde. Por eso vemos intentos tan desesperados por seguir bajo el foco. El problema es que a veces son tan explícitos, como es el caso de Olona, que difícilmente resultan convincentes. La exlíder de Vox parece más interesada por vender una exclusiva a la revista ¡Hola! que en ofrecer una supuesta alternativa política a Vox. 

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3 comentarios
  1. Pinton

    Cámbiese en este texto el apellido Olona por Díaz, adecuense las circunstancias y lo de las uniones buscadas, y la unica diferencia seria encajar lo de que el segundo lleva por nombre Sumar.

    Tres parrafitos no dan para muchos más cambios.

  2. Blasde

    Vuélvase, Sr. Dudda, por favor, a El País, y allí perpetre sus sectarismos varios, marca de la casa.

  3. ToniPino

    Olona no sabe ni lo que hace. En el Congreso era una mitinera eficaz, pero como candidata electoral ha sido un desastre y como figura poselectoral más. Abandona a sus votantes andaluces porque ser una diputada rasa en una comunidad autónoma no colma sus expectativas políticas. Alega que una enfermedad le impide seguir en activo en política, pero dice que volverá a su trabajo de funcionaria.

    Está enferma, pero se hace parte del Camino de Santiago por sus creencias religiosas y no tiene empacho en utilizarlo como escaparate público para revolver con palabras ambiguas sobre su vuelta a la política. Nos enseña sus pies al llegar a Santiago y no se le ve ni una heridita ni enrojecimiento.

    Se pone a dar conferencias en universidades de Andalucía y Murcia, donde sabe que va a ser objeto de escarches que cree que le convienen, pero en Murcia no pide permiso para dar su charla. Le pide a Abascal que le dé una segunda oportunidad y amenaza con que, si no la readmiten en Vox, pensará en otras opciones políticas. Como estratega no tiene precio.

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