Cataluña, el show perpetuo
«Cataluña sigue en bucle con el espectáculo de un independentismo caníbal en sus guerras cainitas por ver quién gestiona al menos el fracaso»
Qué ironía la conmemoración del 1-O, mientras el secesionismo se desarbola, coincidiendo con la farsa de referéndums organizados por Putin en el Dombás para tratar de romper Ucrania independizando territorios a su antojo. Hay similitudes: una mascarada de referéndum, por supuesto sin garantías, patrocinado por Rusia, con el propósito de romper un Estado… También hay diferencias, claro, con Rusia allí en guerra abierta, no sólo terrorismo tecnológico, y con la pretensión de anexionarse territorio exterior, mucho más allá de financiar un futuro territorio satélite útil. Pero ya es toda una ironía –el mon ens mira, Vladimir– entre pronunciamientos planetarios sobre esa farsa.
Enrico Letta, el dirigente demasiado decente del Partido Democrático que ha dimitido horas después de las elecciones, uno de esos tipos que aún dan sentido a la socialdemocracia en contraste con el sanchismo, escribió entonces Hacer Europa y no la guerra y advertía sobre el peligro de los referéndums. Letta acertaba a definir el secreto de su éxito: son simples y muy televisivos. Precisamente dos factores relevantes en el éxito del engrudo ideológico indepe, como de las restantes corrientes que degradan las democracia liberal desde hace década y media. En Italia, que acostumbra a ser un laboratorio de la degradación política, están ensayando algunas de ellas, casi todas, salvo el secesionismo, a pesar del origen de la Liga, por más que Putin allí logró penetrar profundamente.
Cinco años después, el independentismo mantiene su vigor porque apoyó su proyecto emocional de máxima simpleza (España nos roba) en dos pilares poderosos de adoctrinamiento: la escuela catalana, sin parangón en un país occidental hasta expulsar la lengua oficial del Estado, y TV3, más conocida como La Fábrica del Odio. Y esas claves no decaen, ni La Fábrica del Odio ni la política educativa desentendiéndose de las sentencias judiciales, con la insensata colaboración de los socialistas. Ahora se sabe que el Pedro Sánchez que advertía que jamás sería cómplice del independentismo merecía el mismo crédito que el Pedro Sánchez que jamás pactaría con Podemos o que jamás acordaría nada con Bildu.
«La inversión de papeles ha llevado a Esquerra a ejercer el papel institucional mientras Junts va de partido antisistema»
Esquerra ha interpretado mejor el postproceso que Junts pero tal vez con peor medio plazo. En su coreografía táctica, Esquerra se ha convertido en Convergencia y Convergencia en Esquerra. Como en las saturnales en que los amos se transformaban en esclavos y los esclavos en amos, la inversión de papeles ha llevado a Esquerra a ejercer el papel institucional, moderado, mientras Junts va de partido antisistema, apreteu! apreteu! Con Puigdemont fugado, el liderazgo imposible de la corrupta Laura Borrás, maniobreros como Puigneró incapaces de dar a la política la menor dignidad, la nomenclatura postconvergente sufre una irreparable esquizofrenia. Pero Esquerra está atrapada en contradicciones que le impiden ejercer un pujolismo.
Y todo esto sólo puede desconcertar y descontentar a la burguesía catalana al constatar cómo las promesas de la Tierra Prometida del procés ha reforzado el centralismo económico de Madrid, la potencia financiera de la capital, en un proceso que además ha debilitado la economía catalana incluso con la dispersión de no pocas empresas. Y aunque el Gobierno central haga una política descarada contra otras comunidades tratando de beneficiar a Cataluña (ahí está la beligerancia hacia Ayuso e incluso contra Juanma Moreno por tratar de romper la inercia que mantiene a Andalucía en el furgón de cola década tras década) esa burguesía sabe que por ahí, con el tándem PSOE+Podemos-Esquerra, no habrá salida.
Pero Sánchez sí que ha sabido entender esa debilidad de Esquerra, a la que maneja atrapada en la Mesa virtual de nada cinco años después. Unos indultos muy rentables. Y entretanto hacen pasar por el aro una y otra vez a Rufián, el viejo terror de las gradas de San Jerónimo que ahora ejerce de capataz moderado de la institucionalidad. El tipo que llegó en 2015 prometiendo 18 meses en Madrid y ni uno más, lleva siete años instalado ahí y ya es parte del paisaje como el mobiliario isabelino o las pinturas de la Restauración sagastacanovista, con su Iphone 14, su iPad, su bono de taxi y sus coartadas para acabar una y otra vez pasando por el aro. Nuevo capítulo en los presupuestos. Y entretanto Cataluña sigue en bucle con el show perpetuo de un independentismo caníbal en sus guerras cainitas por ver quién gestiona al menos el fracaso.