Conócete a ti mismo
«El Gobierno ni justifica qué destino tiene el exceso de recaudación ni por qué lo que hoy es anatema porque lo defiende Feijóo, más tarde es una idea a incorporar»
Soy muy aficionado a la natación. Pero de verdad, de toda la vida. Crecí con el mito de Mark Spitz, que ganó sus siete oros en el año que yo nací, y alucinaba en la época de Michael Gross, Pedro Pablo Morales, Tom Jager, Steve Lundquist y, sobre todo, Matt Biondi.
Imaginen empezar a conocer en los mundiales de 2003 en Barcelona a un chaval de 18 años llamado Michael Phelps que en Atenas 2004 dejó claro quién iba a marcar los próximos años y que en Beijing 2008… bueno, pocas veces ocho días de verano produjeron tantas emociones: desde ganar los 200 mariposa nadando de memoria, porque llevaba las gafas llenas de agua, pasando por la victoria de infarto ante Milorad Čavić en los 100 mariposa o ese último relevo de Jason Lezak en el 4×100 libres que calló la petulancia de Alain Bernard.
Pero en el mundo del deporte no todo es (en este caso) la piscina y, aquí, es donde entra Peter Carlisle. El nombre les puede no sonar, pero sí los de Stephen Curry, David Robinson, Simon Biles o Roberto Martínez, el español que es seleccionador nacional de Bélgica.
Carlisle es el agente deportivo de todos ellos y de varios más. Es quién protege sus intereses comerciales y quien les selecciona ofertas y patrocinios. Pues bien, resulta que, en un reportaje sobre Phelps tras su regreso de Beijing en 60 Minutes, de CBS, hay un momento en el que Carlisle le dice a Phelps que ha rechazado una oferta publicitaria de cinco millones de dólares.
«El oportunismo se ha disfrazado de ideología»
Explica Carlisle que algo así pasa muy a menudo, pero que no siempre puede aceptar una oferta porque, ni Michael puede forzarse a ser alguien que no es, ni la marca puede tener como imagen a alguien que no representa los principios que esa marca quiere proyectar. Ni mejores ni peores, ojo. Tan sólo no coincidentes.
Por esto me resulta paradójica la carrera que vivimos hoy en día por ganar el favor del votante, una carrera en la que la ideología ha quedado oculta tras un manto de oportunismo o, si lo prefieren, el oportunismo se ha disfrazado de ideología.
Madrid y Andalucía han anunciado que llevarán la bonificación del Impuesto de Patrimonio al 100%, es decir, anularán cualquier efecto del gravamen. Esto ha provocado que la izquierda salte hablando de un trato de favor a los ricos, porque este impuesto, dependiendo de la región dónde se aplique, grava los patrimonios superiores a los 500.000 o 700.000€.
Así que el Gobierno de Pedro Sánchez pasa a plantear una cuestión fiscal como una lucha de clases entre pobres y ricos donde ellos son los adalides de la «clase media trabajadora» (la semántica lo es todo).
Ahora, lleva ya adoptadas 4 medidas que el Partido Popular puso en el debate público: bajada del IVA de la luz, bajada del IVA del gas, ayudas directas de 200€ a las rentas más vulnerables y ayudas a las plantas de cogeneración.
La última de la lista es la más reciente de todas y la anunció el Presidente del Gobierno en el cara a cara que mantuvo con Alberto Núñez Feijóo en el Senado.
Y no para ahí, porque esta semana ha sido una semana intensa, a falta de un término mejor. Mientras el Partido Popular mantiene su propuesta en deflactar el IRPF a nivel nacional a rentas inferiores a 40.000€, Ximo Puig en Valencia decide deflactar su tramo del IRPF a rentas menores de 60.000€.
Y, entonces, haciendo buenas las palabras de Morfeo en Matrix, «bienvenidos al desierto de la realidad», el miércoles, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se reconcilia con sus mejores y peores ángeles y anuncia una rebaja de impuestos a las rentas más bajas en paralelo a su subida fiscal a los ricos.
«Uno no puede abandonar quién es para vender algo sobre lo que no tiene credibilidad»
He de decir, en defensa de todos, que lo que importan son las soluciones y, sobre todo, que esas soluciones funcionen. Y la situación está complicada, porque la rebaja de impuestos que ha decretado Liz Truss en Reino Unido ha llevado a una situación en el que la libra ha bajado porque los agentes financieros no creen que esa bajada pueda mantener los ingresos suficientes en el Estado como para mantener sus servicios.
Tan mal lo han debido de ver, que el Banco de Inglaterra ha salido a la compra de bonos del Estado para paliar el golpe.
Y aquí es donde la realidad hace bueno a Peter Carlisle: uno no puede abandonar quién es para vender algo sobre lo que no tiene credibilidad.
Que el PSOE aplique las ideas del Partido Popular no es perder su personalidad, pero, el haber dejado de ser un partido pragmático por una cuestión personalista, sí lo es. Igual lo es el haber abandonado en una cuneta sus principios federalistas y hablar de armonización (y dale con la semántica) cuando, en realidad, intenta controlar algo que los estatutos de autonomía tienen reconocido.
¿Son buenas las medidas que asumen las CCAA? ¿Son buenas las que adopta el Gobierno? Mientras los primeros quieren que el impacto de la inflación sea el menor posible, el Gobierno parece que quiera acumular en modo hormiga por lo que pueda llegar, pero ni es capaz de justificar bien qué destino tiene tanto exceso de recaudación como, aun menos, por qué lo que hoy es anatema por el mero hecho que lo defienda Feijóo, semanas más tarde es una idea que incorporar.
El Gobierno debería plantearse seriamente su personalidad, definir quién es en vez de cuestionar a quién tiene delante. El Gobierno debería ser consecuente con una realidad que no le va a dar la razón porque una crisis, lo único que hace, es ponerte a prueba.