THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Socialismo, o sea español

«El documental de Sánchez simboliza no solo la ruptura entre el sanchismo y el ‘socialfelipismo’ sino también entre el partido de los obreros y los obreros»

Opinión
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Socialismo, o sea español

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Este mes se cumplen 40 años de la primera victoria del socialfelipismo en España, y es momento de observar cómo ha mutado el socialismo desde entonces. Habría que seguir la historia del PSOE, ver cómo se han perdido los perfiles más profesionales y técnicos por el camino (por no hablar de todos los reyes godos del socialismo histórico), para llegar hasta lo que hoy gobierna. Con todo esto del documental de Sánchez yo me acordaba del doberman, raza canina originaria de Alemania. Felipe ganó las elecciones del 1982, y volvió a salir ganador en las siguientes, y en las siguientes… Pero las encuestas no auguran esa felicidad para Sánchez. Para empezar, ahora han cambiado al doberman por un perrito pequinés que se pasa el día por los pasillos de la Moncloa.

Mientras Sánchez posa en su papel de Kennedy provinciano y desayuna leyendo Le Monde con batidos de vitaminas, vemos que F.G. ni siquiera posaba. Es decir, Felipe se dejaba coger de imprevisto con la barba de tres días, la camisa de leñador o de camionero arrugada y esa pinta de sevillano que acaba de rebañar el plato. Había millones de Felipes en España, y de ahí el éxito: los españoles se votaban a sí mismos y se volvían a votar cada cuatro años. Le votaban esas familias de Renault 5 que iban los domingos a la parcela de La Pedriza y veraneaban en el Mediterráneo y toda la beautiful people, las familias de la jet que veían en Felipe un gran maestro de ceremonias, un conversador infatigable. Le votaban las clases medias, las mayorías reventonas.

«Sánchez ya solo tiene ambición de sí mismo, que es la de quienes acaban haciéndose un documental»

Pasó muchos años Felipe capitaneando este país, elevando la anécdota a categoría y elevando el tono democrático. Los españoles intuitivamente le hacían uno de los suyos. El documental de Sánchez simboliza no solo el clímax de la ruptura entre el sanchismo y el socialfelipismo, sino también entre el partido de los obreros y los obreros. ¿De dónde han sacado a estos impostores que dicen representar a los obreros, (o sea a los obreros modernos, que son los autónomos, empresarios y toda esa gente que aún quiere ganarse la vida honradamente)? ¿No deberían apostar por una democracia sencilla, sobria y realista en lugar de jugar a las series? 

Tantas lecciones de empatía y tanto palabreo y resulta que el PSOE ya no es el partido del obrero, sino el ala tonta de la Casa Blanca. Y la gente percibe, intuitivamente, que este Obama de AliExpress ha falseado la causa, llegando a otra forma de vida vegetal, que es el poder por el poder. Como el franquismo, porque el abuelo entrañable está más vigente en el sanchismo de lo que ellos creen, solo que aquí ya no hay ni ambición por perpetuar el régimen después de Sánchez, que vive en perpetuo tornado de poder y altivez. Sánchez ya solo tiene ambición de sí mismo, que es la ambición de quienes acaban haciéndose un documental. 

Y ahora esperan que esa España candorosa aplauda el ir y venir de Sánchez por su palacio, luciendo esa sonrisa que transparenta el aburrimiento de quien ya ha tomado el poder. «Qué coñazo esto de la democracia», parece decirnos. Ahora, que a algunos ese documental bien hecho nos interesaría. Uno cubriendo la etapa del socialfelipismo y toda la involución hasta lo de ahora hubiera sido ideal. Felipe gustaba a los españoles porque era sencillo y parlanchín, era un gran hablador despistado que no se enteraba si le cambiaban de interlocutor. Como todo político de raza, se mimetizaba con sus votantes, que cada cuatro años se votaban a sí mismos. Hay que seguir al PSOE a través de esta triste historia, desde ese doberman hasta el perrito pequinés que desayuna en el palacio leyendo Le Monde, para comprender que la O de obrero ahora es la inicial de O sea

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