Distopías
«Covid y cambio climático han provocado que vivamos en una especie de perpetuo estado de alarma. Vivimos las amenazas cuando no están y cuando llegan»
Hay un anuncio muy sensato de no sé qué ministerio que previene sobre la construcción de distopías o relatos de ciencia-ficción injertados en nuestras vidas. Supongo que es una medida de prevención frente al pesimismo que infecta las visiones del futuro más inmediato. Importa poco que sea en películas, series, libros o cómics porque todo ese imaginario se ha trasladado a la vida cotidiana con una efectividad suma. ¿Cuándo empezó? No tengo ni idea pero supongo también que las teorías de la conspiración y la implantación del relativismo como aderezo de todas las salsas intelectuales deben de tener algo que ver en el asunto. Pero hay más y la gran fisura no se produjo el 11 de septiembre de 2001, sino en la ciudad de Wuhan hace un par de años.
Las medidas adoptadas frente al enemigo desconocido –al menos desconocido por la ciudadanía– se instalaron ipso-facto en un mundo distópico y a nosotros nos metieron en él nos gustara o no. El calzador con que lo hicieron fue el miedo. Y ahí está. La otra gran fisura es el cambio climático: su amenaza o realidad, como quieran. Ambos, covid y cambio climático, han provocado que vivamos en una especie de perpetuo estado de alarma. Y que las cosas que tienen que ver con la enfermedad del hombre y la de la tierra, las vivamos de manera doble: cuando no están o no las sentimos y cuando llegan o han llegado. Nos hemos convertido en seres que vivimos la enfermedad y el temor a pillarla si no estamos enfermos. Y en cuanto al cambio climático, ay del hereje que se atreva a fruncir el ceño o torcer la boca. Ni Mad Max.
«Es curioso que cuando surge una nueva dosis de vacuna, de repente estén creciendo los casos de Covid, no antes»
Leo que un ensayista francés, Olivier Postel-Vinay, al que definen como climato-escéptico, ha publicado un libro donde trata otras épocas de calentamientos recientes y sus consecuencias, pero critica el llamado presentismo o la vivencia de algo que no nos pasa, como si nos pasara, de manera que, yendo mal, lo vamos a vivir dos veces hagamos lo que hagamos. Según Postel-Vinay es una crisis sin precedentes al vivirla por anticipación, olvidando la naturaleza azarosa de nuestras predicciones, de nuestros conocimientos, de nuestras vidas. Ni quito, ni pongo rey: sólo cuento. Pero lo del presentismo y la anticipación viene de perlas para la otra fisura: la creada por el covid y su amenaza. La publicidad del covid –no su existencia, sino su
publicidad– es una especie de Guadiana que aparece y desaparece y se vuelve a hablar machaconamente cada vez que aparece una nueva dosis de vacuna en el horizonte. Es curioso que cuando surge esa dosis, de repente estén creciendo los casos de covid, no antes. Y aquí no hay paranoia: repasen hemerotecas y viejos telediarios.
O sea que, casualmente o no, ya vivimos en una distopía parecida a la de Minority Report, de Philip K. Dick, llevada al cine por Spielberg y Tom Cruise. Allí le detenían y juzgaban a uno por un crimen que no había cometido pero que los ordenadores policiales decían que cometería de no ser arrestado. ¿Cuántas veces no habrán discutido con una operadora, o enfermero, o dependiente porque su argumento único es «lo dice el ordenador»? Pues más o menos lo mismo con el presentismo de las vacunas –y no soy émulo de Bosé y estoy vacunado tres veces– y de la asfixia terráquea. Más o menos. Pero ahora que caigo: ¿quién me asegura a mí que no estoy escribiendo este artículo por efecto del ARN mensajero?
Por tanto el ministerio de marras ya puede advertirnos, ya, contra las distopías y la natural o artificial tendencia humana a convertirlas en clave hermenéutica de lo que nos pasa y estamos viviendo, al margen de la evolución lógica. La distopía es una forma de ficción para olvidar la ficción que, sin comerlo ni beberlo, estamos protagonizando sobre la tierra. Basta con echar un vistazo: al mundo, a España, a nuestra sociedad concreta, el banco, las citas previas… en fin, y si no es distopía, ya me dirán qué es y por qué hay un ministerio que se preocupa de que nos creamos lo que comprobamos tantas veces a lo largo del día y eso pueda enfermarnos más de lo que ya lo estemos ahora.