Malinche
«Antes los hombres batallaban para defender su visión de las cosas y ahora se autocensuran para no quedarse sin sus cuentas de Twitter»
Nacho Cano es un creador tan brillante que puede hacerlo todo, incluso enseñarnos a pensar como un guerrero. Es un hombre que juega arriesgando, pero su talento siempre ha ganado. Es un artista múltiple que no ha sucumbido a la moda del presentismo histórico y nos recuerda que los españoles libramos la madre de las batallas culturales. En Malinche, cada escena revela algo sobre la lucha por el poder. Hernán Cortés debe cruzar un océano, y ahí comienza la verdadera batalla. Quien defiende sus ideas y su cultura se convierte en un guerrero. Se necesita luchar toda la vida para lograr cosas puntuales y para demostrar la valía del guerrero. Los españoles llegamos a las costas con menos de 600 hombres. ¿Cómo logramos conquistar Méjico? Aprovechando oportunidades y creando alianzas con los pueblos oprimidos que se consideraban enemigos de los aztecas. La alianza de Cortés con Malinche, que se convirtió en la mujer más importante de la historia de América, da muestras del poder de la negociación.
En la obra hay un realismo ineludible, una realidad casi metafísica, de quien logra ver las cosas como son y es capaz de mostrar la belleza que hay en la tragedia de la batalla final. Todo ello no es sino el despliegue de un único naipe, fascinante, sublime y bello, la carta de quien juega arriesgando. Nacho nos muestra que los soldados indígenas también compartieron su saber sobre otros planos de la existencia y sobre el poder. Los aztecas no solo conocían el mundo del poder, sino que lo dominaban. Lucharon como guerreros hasta el final, y esto es hoy un espectáculo admirable gracias a la visión de un artista que no hace teatro para señoras modernas. Ahora parece que todo hay que hacerlo y escribirlo para esas señoras modernas que no entienden la
función y sólo buscan un culpable como vector de todas las desgracias que han visto. Lo único que puede salvarnos a estas alturas es el realismo, el callado y minucioso e iluminado realismo.
«El guerrero no solo trata de poseer el Nuevo Mundo, sino que da la batalla cultural para que se abran paso sus ideas»
Lo que ha logrado el español en América, hijos, es la victoria de una batalla cultural. No conozco mejor historia de una victoria salvaje, que no fue fácil ni idílica. Tras ver la obra uno comprende que ir al saber y a la batalla de las ideas es como ir a la guerra: despierto, con miedo, con respeto y con confianza. Los aliados que encontramos en la batalla son personas que uno trae a su vida para que lo ayuden, esto es lo que simboliza la alianza entre Cortés y la Malinche. El guerrero no solo trata de poseer el Nuevo Mundo, sino que da la batalla cultural para que se abran paso sus ideas, para generar más cultura metaforizando todo lo que sabe e incorporando nuevos elementos.
Cuando una civilización no tiene poder suficiente, tiene que sucumbir a otro poder sin luchar. No fue el caso de Méjico, y por eso el musical es un bonito homenaje al valor de los soldados indígenas. La historiografía y la obra muestran que no fue una conquista sencilla, hicieron falta alianzas, estrategia e inteligencia. El mejor relato posible de esta hazaña es el que muestra que ambos lucharon y defendieron su poder hasta el final. Vivir como un guerrero es tener poder, si lo guardas el mismo poder te dará una razón para usarlo. Se necesita luchar toda una vida para vivir como un guerrero. Si el poder es grande la lanza es inmensa. Las batallas que libramos a través de la Historia son ecos de otras batallas más antiguas. Con el tiempo, la renuncia del hombre a poseer o descifrar el mundo ha desprestigiado la figura del guerrero. Antes los hombres batallaban para defender su visión de las cosas y ahora se autocensuran para no quedarse sin cuenta de Twitter.