THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

El neoliberalismo cotiza a la baja

«La deflactación del IRPF en los tramos inferiores de la renta es una medida que sirve para suavizar el impacto de la inflación y que resultaría más efectiva que la política fiscal Frankestein»

Opinión
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El neoliberalismo cotiza a la baja

EP

Ver para creer. ¿Los mercados financieros castigando a un Gobierno por aplicar un programa neolioberal? ¿El Fondo Monetario Internacional advirtiendo de sus consecuencias en la desigualdad social? Como diría Tamara: ¿Estamos locos o qué? No. Pero quizás sí un poco más sabios a raíz de las heridas económicas y sociales que dejó la anterior Gran Recesión (2008-13). Los mercados financieros prefieren la estabilidad de los precios y la contención de la deuda al impulso puntual de la demanda que puede propiciar una radical bajada de impuestos como la anunciada esta semana por el nuevo Gobierno británico de Liz Truss. No importa lo mucho que esta beneficie a las empresas y a las rentas más altas. Las recetas a favor de la bajada de impuestos, de la desregularización de los mercados y de los recortes sociales se han quedado viejas. No se adecúan a los nuevos tiempos. Como señalaba Martin Wolf en una de sus recientes columnas en el Financial Times: «Después de 40 años, el thatcherismo es una idea zombi». Y bajo el mandato de Christine Lagarde y ahora de Kristalina Georgieva, el FMI hoy también se alinea con una política económica más heterodoxa, alejada del credo neoliberal.

El anuncio del llamado mini budget por parte del canciller Kwasi Kwarteng cayó como una bomba en los mercados. El plan puede elevar en casi 200.000 millones de dólares la deuda del país. Coincide además con los efectos en la inflación, que se situó en el 9,9% en septiembre, de la crisis energética desatada a raíz de la invasión rusa de Ucrania y con las secuelas económicas de la pandemia y sobre todo de un Brexit aún en proceso de digestión. ¿A qué viene ese afán del Reino Unido de autolesionarse así? La libra ha perdido un 22% de su valor frente al dólar desde enero y se sitúa en el nivel más bajo desde hace 37 años. Y los tipos de interés de su bono a 30 años han subido al 3,82%, cerca de dos puntos por encima de hace un año. También la popularidad del Gobierno ha caído en picado y hoy el Partido Laborista de Keir Starmer aventaja a los conservadores en 33 puntos en las encuestas. 

El descalabro de la libra ha obligado al Banco de Inglaterra a intervenir a la manera de Mario Draghi y su whatever it takes que en hace diez años permitieron frenar los ataques al euro. El banco central británico anunció la compra masiva de bonos por valor de 65.000 millones de libras. Una medida expansiva, porque supone una espectacular inyección de liquidez en el sistema financiero, que se contradice con la agresiva política de subidas de tipos de interés seguida hasta ahora para frenar la inflación. La credibilidad de la economía británica está seriamente dañada. Como advirtió el secretario del Tesoro estadounidense, Larry Summers, el Reino Unido se comporta hoy como una economía de mercado emergente que ha decidido sumergirse. 

«El Reino Unido se comporta hoy como una economía de mercado emergente que ha decidido sumergirse»

Hay quienes en España aprovechan lo ocurrido en el Reino Unido para barrer para casa. Y meten todo en el mismo saco. Pero el plan de Liz Truss no es comparable con las medidas propuestas por el Partido Popular aquí por mucho que el Gobierno de Sánchez quiera equipararlo. Si no, que se lo pregunten a Ximo Puig, el presidente socialista de la Generalidad valenciana, que anunció un plan parta reducir la tarifa del IRPF a las rentas inferiores a los 60.000 euros anuales y compensarlas así por la pérdida de poder adquisitivo que ha supuesto la inflación. El plan de medidas fiscales contra la crisis de Feijóo hablaba de rebajar el impuesto de la renta a las rentas inferiores a 40.000 euros. Y la última reforma propuesta por el Gobierno, a las menores de 21.000 euros. Todos hablan de querer impactar en las rentas medias y bajas, pero aún nadie se pone de acuerdo sobre cuál es la renta media. 

La deflactación del IRPF en los tramos inferiores de la renta es una medida que sirve para suavizar el impacto de la inflación y que resultaría más efectiva que la política fiscal Frankestein, como la ha calificado con acierto Rajoy en el foro de la Toxa de hace unos días, a la que se puede ver abocado el país las medidas fiscales del Gobierno, que suponen de hecho una recentralización de los impuestos por la puerta de atrás, son contestadas por las CCAA. En ese mismo foro, Felipe González reclamaba como la mejor salida a la crisis una reedición de los Pactos de la Moncloa que en 1977 lograron estabilizar la economía española. Pero el consenso político entre los dos grandes partidos necesario para reeditarlos ni está ni se le espera. Y la pelea sobre fiscalidad en clave ideológica, que ha de recrudecerse a medida que se acerque la convocatoria de las elecciones generales en noviembre de 2023, lo aleja sin remedio. 

Y mientras, a falta de ese gran pacto de rentas y de medidas para salir de la crisis, el impuesto indiscriminado que es la inflación sigue comiéndose el poder adquisitivo de las familias. Tanto el Gobierno como la oposición deberían ppoder ponerse de acuerdo al menos en aprobar medidas que sirvan para contener los ingresos de los hogares más vulnerables. Las rebajas del IVA sobre el precio de la electricidad y del gas, que recoge el plan de Feijoo y que luego ha adoptado el Gobierno, van en la buena dirección.  

Porque la inflación ha venido para quedarse. Al menos hasta que el choque en la oferta energética se vaya superando con fuentes alternativas de energía al petróleo y gas rusos. Y la batalla del Banco Central Europeo para contenerla no es fácil. Las subidas de los los tipos de interés que defiende Alemania y los países más rigurosos del Norte de Europa, no aseguran el éxito. Porque el incremento de precios en la Unión Europea no viene por un aumento de la demanda, como sí es el caso en UEEUU, sino por un choque de la oferta. Es más difícil controlar la inflación sin dañar el crecimiento. Los halcones más ortodoxos del BCE, que en en la anterior crisis financiera apostaron por la austeridad fiscal y la restricción monetaria, corren el riesgo de equivocarse otra vez.

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